Hoy día es muy difícil encontrar un mínimo de calidad en muchas de las películas de terror salidas del todopoderoso cine estadounidense. El hecho de que prácticamente todas las historias ya están contadas y que la originalidad brilla por su ausencia, se cae repetidamente en tópicos y clichés manoseados hasta el aburrimiento. Es por ello que aportar algo nuevo al género cada vez sea algo más difícil. La última moda ha sido la de filmar películas como si de documentales se tratase, por aquello de dotar al relato de un presumible realismo. Mockumentary se llama el invento y tiene en ‘El proyecto de la bruja de Blair’ (‘The Blair Witch Project’, 1999) —para el que suscribe una de las peores películas de aquella década— su origen. Oren Peli se hizo de oro al estrenar su correcta ‘Paranormal Activity’ que explotaba con más sentido lo expuesto en el trabajo de Myrick y Sánchez, y en ‘Insidious’, que se aleja en forma y fondo de los films mencionados, ejerce tareas de productor, dejando en manos de James Wan el trabajo de dirección.
Resulta curioso que Wan fuera el director de ‘Saw’ (id, 2004), film que pareció abrir nuevos caminos en el género del thriller y/o terror, basando toda su caligrafía en el giallo italiano, donde realizadores como Mario Bava o Dario Argento dejaban su impronta, marcando estilo, forma y fondo en futuras realizaciones. Sin parecerme una gran película, le reconozco su valía dentro del género y su incuestionable influencia, aunque ésta fuese mal asimilada en la mayoría de las ocasiones. Wan siguió el mismo camino con sus fallidas ‘Silencio desde el mal’ (‘Dead Silence’, 2007) y ‘Sentencia de muerte’ (‘Death Sentence’, 2007), bocetos en cierto modo de su estilo final, el que ha encontrado con su película más depurada, esta ‘Insidious’ (id, 2011), estrenada hace unos meses entre nosotros y cuyo peso dentro del cine de terror es más importante de lo que parece a simple vista.
No estoy para nada de acuerdo con lo expuesto por mi compañero Juan Luis Caviaro en su texto —y vuelvo a decir por enésima vez que lo que menos me interesa de un crítico es si coincido con él o no— cuando tilda la película de ser una más. Esta historia de fantasmas, casas encantadas, niños en coma, humanos con talentos especiales y muertos deseando pasar al lado de los vivos, posee una estructura narrativa que poco a poco va cambiando, jugueteando con el género desde una óptica si se quiere decir, y cuidado con la palabra, original. Wan va pasando de subgénero en subgénero con una facilidad pasmosa y sin que resulte atropellado o confuso. Su marcado estilo visual recuerda una vez más al giallo, y consigue una atmósfera terrorífica muy acertada con los distintos tonos que contiene el film. La que me parece más interesante y mejor llevada es la central, aquella que recuerda a ‘Poltergeist’ (id, Tobe Hooper, 1982), con expertos en fantasmas incluidos. Uno de ellos, el actor Leigh Whannell, es también el guionista del film.
Junto con Wan nos han presentado una película que intenta renovar, o lograr que no muera, el cine de terror, tan de capa caída en nuestros días —en realidad ¿qué género no lo está?— y lo logran en parte. Por un lado, Wan destaca con su puesta en escena, no demasiado mareante ni echando mano de los tics actuales, al contrario. Dinamismo y montaje conciso que nada tienen que ver con los atropellamientos visuales a los que estamos acostumbrados en la actualidad. Por otro, ambos juegan con la memoria del espectador al ofrecernos situaciones ya conocidas, pero variadas en algún punto. A la sesión de espiritismo me remito. Si a ellos sumamos que algunas de las situaciones están impecablemente filmadas, como la de los walkie-talkies, el film gana enteros en cuanto a su representación del miedo. Podríamos echarle en cara, incluso debemos hacerlo, que su parte final sea un absoluto delirio, que en algunas partes roza el ridículo, y ese final tan cantado no ayuda nada.
Sin embargo creo que el mayor de todos los males de esta interesante película de horror es su actor principal, incluso el dibujo sobre su personaje. Patrick Wilson hace gala de una inexpresividad latente en cada uno de los planos en los que aparece. Dadas las revelaciones argumentales sobre su rol, de más importancia de lo que parece, el film necesitaba de un actor mejor dotado dramáticamente que Wilson para hacer creíble su odisea, y no hay otra palabra para describir lo que le sucede. A su lado, alguien tan carismática como Rose Byrne brilla con luz propia, logrando transmitir las inseguridades y miedos de su personaje, al igual que el resto de los actores, todos muy convincentes en sus roles, incluidos los que dan vida/muerte a los espectros/fantasmas, cuyas presencias son filmadas por la cámara de Wan, más inspirada que nunca. Y afortunadamente ningún fantasma es un alma en pena buscando perdón o descanso eterno, no. Hablamos de maldad en puro estado. Su deseo de regresar al mundo de los vivos es para seguir haciendo el mal.
La lucha entre la vida y la muerte, uno de los temas más antiguos de la humanidad. ‘Insidious’ hace hincapié en él a modo de cuento de horror logrando instantes de auténtico miedo, como antaño. No hablamos de una gran película, es cierto, pero su entereza, su desobediente osadía al jugar con los resortes del género la hacen estar por encima del resto, de brillar al menos un poco entre tanta mediocridad.
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