'La innegable verdad' ('I know this much is true') tiene un problema de salida: no llega en un momento propicio. No es que sea yo de los que piensan que en tiempos como los que estamos viviendo deberíamos estar viendo solo comedias, pero sí que hace falta tener mucho estómago para ponerse a contemplar el dramón que nos presenta HBO.
Derek Cianfrance ('Blue Valentine') escribe y dirige la adaptación de la novela de Wally Lamb que nos presenta la historia de dos hermanos gemelos, Dominick y Tom (ambos interpretados por Mark Ruffalo), pasando por varias etapas llenas de tragedia y algún que otro triunfo en un no parar de llanto.
La serie (que he podido ver completa) comienza, de hecho, con Tom en una biblioteca cortándose la mano por la muñeca en lo que el denomina un sacrificio Su esquizofrenia hace que en ocasiones crea oir a Dios. Y de aquí para arriba. O, para abajo, según lo veamos.
Dominick se convierte en el narrador de la historia con un tono pausado, emotivo, en una epopeya de la tristeza abarcando desde su infancia (y más allá, sus antepasados inmigrantes sicilianos) hasta este presente (los 90 en la serie) en el que ve que las cosas se ponen feas para su hermano, al que ha cuidado en la medida de lo posible.
Tristeza sin pausa ni emoción
Tenemos un relato de duelo, de culpabilidad, autocompasión, de fantasmas del pasado, divorcios, desamores, muertes prematuras, enfermedad mental, una relación disfuncional con su estricto padrastro, angustias y traumas a flor de piel que vamos explorando incansable e intensamente. Sin pausa. Sin compasión para el espectador. Sin emoción.
La historia de Dominick es la de tantos protagonistas de esos grandes dramones literarios (sí, sé que estamos hablando de una adaptación de una novela) en los que luchan contra todos los elementos, viento y marea con la esperanza de mantener al menos una sola fibra de su ser intacta para poder volver a comenzar y prosperar, o descansar y encontrar algo que le haga feliz.
Solo que aquí no se transmiten rayos de esperanza. Es todo un drama tras otro que termina siendo una conjunción de tragedias sin poco tiempo para la reflexión, para profundizar en la condición humana o hacer comentario social. No sé si es excesivo, pero es crudo, a ratos masoquista y, por qué no decirlo, aburrido.
Mark Ruffalo en uno de los papeles de su vida
Y todo esto es cargado sobre los hombros de un incansable Mark Ruffalo, cuya presencia es continua excepto por un tramo estimable una vez superado el ecuador. Ruffalo está ante uno de sus grandes papeles y lo sabe, y lo disfruta. Probablemente de Emmy, galardón actoral que se le escapó en 2014 por 'The Normal Heart' (aunque lo ganó como productor de la misma).
No es el único que merece nuestra atención. HBO sigue siendo HBO en cuestiones de reparto y tenemos ahí a Kathyn Hahn, Melissa Leo, Rosie O'Donnell y Archie Panjabi logrando captar la atención en sus grandes papeles.
Si creo sinceramente que Derek Cianfrance no ha estado fino en el guion, es en la dirección donde no decepciona, dándonos seis horas magníficamente rodadas. Para no perder comba, el director apuesta por una narrativa pausada, por transmitir esos años 90 bajos de moral tras la Guerra del Golfo y al borde de una crisis.
En definitiva, 'La innegable verdad' juega en contra de nuestra capacidad de encajar el sufrimiento. Fuerza nuestros límites de tal manera que nos deja sin fuerzas para ver el siguiente episodio (ya os digo que no está hecha para maratonear) navegando continuamente en esa tierra de nadie entre lo intenso, lo desgarrador y lo insufrible.
Y, volviendo al inicio de esta crítica: ¿en tiempos más coloridos hubiera funcionado mejor? Probablemente sí que tendría mayor tolerancia a esta propuesta. Pero un cuadro de circunstancias distinto no arregla la miniserie, al igual que tener más o menos hambre no arregla un arroz pasado.
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