A comienzos de la década de 2010, Ben Wheatley se convirtió en el nuevo cineasta favorito de buena parte de los aficionados al cine fantástico y otros productos allegados al género. De 'Kill List' a 'High-Rise', el director británico presentó un tremendo póquer de cinefilia para connaisseurs hasta empezar a caer en una crisis creativa que parecía no tener fondo. Hasta que llegó 'In the Earth'.
La brujería a través de los tiempos
Dice la tercera ley de Clarke que una tecnología muy avanzada es indistinguible de la magia. De eso sabe mucho Wheatley, que ha cogido el toro por los cuernos y durante la fase más crítica del confinamiento reunió a un reducido equipo de primer nivel para rodar la que seguramente sea la mejor película rodada en esas fechas. Ni Doug Liman ('Confinados') ni las apuestas más catódicas del momento supieron revolverse con la virulencia cinematográfica necesaria que sí ha mostrado este cineasta de raza.
Más allá de la ingente cantidad de ideas sugerentes, planteamientos o historias que 'In the Earth' maneja, ricas y atractivas todas ellas, lo primero que cabe destacar en ella es que, aún abriendo la trama rodeados de mascarillas, gel desinfectante y tristeza, se nos olvida rápido que estamos atravesando el mismo momento que el de los personajes de la historia. Ese truco de mago, esa capacidad de distracción a través de una terapia de choque, solo está al alcance de muy pocos. Tal vez genios, tal vez inconscientes.
Wheatley, que había ido perdiendo carisma, mojo y cariño a medida que su nombre iba sonando para proyectos muy alejados de sus ideales y de los de su guionista habitual, Amy Jump, terminó con 'Rebecca' una trayectoria renqueante que parecía abocada a un fin de ciclo definitivo. Nada más lejos de la realidad. Con la frescura de un recién iniciado, con el brío y la garra de sus mejores días, y en solitario, el director se lanzaba a la aventura en busca de una misión imposible: recuperar su libertad en un momento de total privación de la misma.
'In the Earth' combina la investigación científica y los antiguos rituales destinados a comunicarse con Parnag Fegg, una antigua fuerza eldritchiana, el espíritu del bosque. Con un pie (y podéis creerme, los pies tienen un peso importante en la película) en 'El príncipe de las tinieblas' de John Carpenter, 'In the Earth' se mueve en ese atractivo y renovado interés por la ciencia enfrentada a las antiguas escrituras, rituales y hechizos. El otro pie nos recuerda, al menos a mí, a la 'Aniquilación' de Alex Garland, un título más irregular y no tan bien resuelto como este modesto ejercicio de cámara.
En su nueva película, el cineasta británico decide inspirarse y dejarse llevar por la pandemia para afinar un estilo que se había ido diluyendo con los años apoyado en una serie de pilares tan robustos como el de la roca de la cabecera. La fotografía de Nick Gillespie y la música de Clint Mansell (una de las bandas sonoras del año) son valores al alza en constante movimiento. Joel Fry, Ellora Torchia y el camaleónico Reece Shearsmith llevan la historia sobre sus hombros con soltura y Wheatley planifica (y edita) para meternos de lleno en un paseo hacia el caos total.
El director de 'Kill List' sigue vivo, pero también el de 'A Field in England', de la que podría ser una secuela a todo color. Que también mantenga intacto su sentido del humor y mala uva hace mucho por este neo-príncipe de las tinieblas naturista que ya es una de las grandes películas de 2021, un año en el que no creo que vayamos a ver propuestas más rompedoras. Ahora esperemos que estos nuevos árboles no le impidan ver la mejor salida del bosque en que andaba metido, porque Ben Wheatley ha demostrado que sigue siendo uno de los cineastas más interesantes en activo.
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