Con permiso del maestro Park Chan-wook, me veo en la obligación de arrancar esta reseña reivindicando a Kim Jee-woon como uno de los mejores realizadores surcoreanos en cuanto a cine de género se refiere; título que se ha ganado a pulso tras firmar maravillas como 'A Bittersweet Life', el demencial homenaje al western de Leone 'El bueno, el malo y el raro' o, por supuesto, esa catedral del thriller asiático que es 'Encontré al diablo'.
Pero Jim-woon no deja de ser un gigante en una industria asombrosa de aún mayor envergadura que ha conseguido llevar el mal llamado cine "comercial" o "de masas" a un nuevo nivel, transformando el blockbuster en un arte no exenta de luces y sombras en la que el entretenimiento no está reñido con la excelencia cinematográfica, siendo su mayor flaqueza por norma general una particular falta de autocontrol.
Con 'Illang: La brigada del lobo', el director de Seúl se ha atrevido a aventurarse en la complicada empresa de adaptar a acción real el clásico de la animación nipona 'Jin-Roh', escrito por el reputado Mammoru Oshii; y lo ha hecho en un espectacular thriller de acción, sobresaliente en términos formales, cuya impepinable capacidad de asombro queda diluida entre algo menos de dos largas horas y media de metraje marcadas por el exceso.
Porque 'Illang', dentro de sus obvias carencias, es una producción verdaderamente sorprendente. Kim Jee-woon, escudado por una lograda ambientación distópica, vuelve a demostrar su inagotable talento para capturar la acción con un estilo único, ambicioso y espléndido visualmente; dando como resultado uno de los mejores ejercicios de este corte que nos ha dado Corea del Sur durante los últimos años, presupuestado en unos irrisorios 17 millones de dólares.
Eso sí, no podemos dejar que 'La brigada del lobo' nos encandile a través de los ojos, porque a nivel narrativo, la cinta adolece de un desequilibrio más que notable. Así, y tras un arranque soberbio, la trama, innecesariamente dilatada y enrevesada, va dando palos de ciego hasta convertir a sus protagonistas en marionetas al servicio de unas set-pieces alucinantes que actúan como puntos y seguido en una estructura irregular que, pese a todo, cumple su función.
La incapacidad para sintetizar del realizador —también autor del libreto—, sumada a un tratamiento de personajes que no teme en abusar de clichés y, sobre todo, de unos dejes melodramáticos un tanto rancios y discordantes con el tono general podrían haber tirado por tierra el titánico esfuerzo de reinterpretar el universo animado de Oshii; pero la mano artesana de Jee-woon y su sentido del espectáculo compensan todo esto con creces.
A estas alturas de la película es evidente que Corea del Sur nos ha dado y puede darnos productos mucho mejores y más redondos que 'Illang: La brigada del lobo'; pero en una maquinaria cuyos éxitos se traducen en clases magistrales de la narración en imágenes, un largometraje poseedor de tamaña fuerza y destreza audiovisual no puede ser menos que una gran alegría para los sentidos que celebrar sin hacer demasiado caso a sus deslices.
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