Con los ecos de los truenos de cierto dios nórdico todavía resonando en los cines, y aún epatados ante lo que Marvel nos depara para el mes de mayo cuando por fin podamos asomarnos a la esperada 'Vengadores: Infinity War', reparábamos hace poco que la cartelera española se ha saltado de forma flagrante la producción anterior a 'Thor: Ragnarok' firmada por su muy peculiar director, el cineasta neozelandés Taika Waititi.
Si se tratara de un filme difícil de vender, lo entendería. Si su director fuera un perfecto desconocido, lo entendería. Si su reparto no contara con un sólo rostro conocido, lo entendería. Pero, ni una, ni otra, ni la del medio: pudiendo haberla vendido con suma facilidad como "del director de la nueva aventura de Thor", 'A la caza de los ñumanos' ('Hunt for the Wilderpeople', 2016) es un filme que, protagonizado por Sam Neill, podría tener cómo único inconveniente el estar fuertemente enraizado en la idiosincrasia kiwi... pero es que ni por esas.
Un relato universal sobre gente muy local
Y es que si algo caracteriza a la cinta de Waititi, que aquí, como en Thor, ocupa el doble puesto de guionista y director, eso es la universalidad de todo los encantos que en ella se despliegan, ya sea lo constantemente refrescante de su humor, ya el mensaje de fondo acerca de la importancia de encontrar nuestro lugar en el mundo —sea éste lo peculiar que sea— ya en la genialidad que supone el que, utilizando arquetipos algo localistas, nunca sintamos a ninguno de los personajes principales como extraños o lejanos.
Esa cercanía, que, ya digo, impregna a todos los miembros del reparto, es ostensiblemente superior, no cabe duda, tanto en Sam Neill —aquí quizás juegue en favor el hecho de estar familiarizados con el actor— como en el chaval de trece años al que da vida el quinceañero maori Julian Dennison —al que pronto podremos ver en la segunda entrega de 'Deadpool'—. En ambos, el público encuentra asideros inmediatos con los que zambullirse confiados en lo que nos propone el filme, que no es más que una suerte de buddy movie a la neozelandesa.
Pero antes de adentrarnos en la espesura del "bush" neozelandés, no abandonemos a Neill ni a Dennison puesto que la singular química que se crea entre ambos, el sentido del humor socarrón y cínico que aporta a su huraño personaje el veterano protagonista de 'Parque Jurásico' ('Jurassic Park', 1993), y el que también carga sobre sus fornidos hombros el adolescente que le da la réplica, son directos responsables de conseguir que el amplio sesgo cómico con el que Waititi caracteriza la función se perciba como un reloj de maquinaria suiza.
Nueva Zelanda la bella
Porque, antes de cualquier otra disquisición, 'A la caza de los ñumanos' es una comedia. Particular, sí, pero comedia a fin de cuentas que, como decía antes, se vertebra sobre el esquema de una buddy movie en la que los personajes de Neill y Dennison, padre adoptivo e hijo adoptado, se "echan al monte" tras un suceso algo trágico para evitar que una implacable funcionaria de asuntos sociales —atención a lo hilarantemente unidimensional del dicho personaje, y del policía que la acompaña— devuelva al chaval al circuito de casas de acogida.
Es desde el momento en que Waititi abandona la tranquilidad de la granja que había servido de escenario momentáneo al arranque del filme y se adentra en la espesura del "bush", cuando la cinta comienza a escalar de forma rauda peldaño tras peldaño de belleza visual, sacando la cámara del cineasta y la fotografía de Lachlan Milne partido soberbio de los verdes espacios naturales del país.
De la misma manera que ya hiciera Peter Jackson con la trilogía original de 'El señor de los anillos', la vastedad de ambientes que ofrece la isla terminan configurándose como un protagonista más de la acción, uno que acompaña a los protagonistas a través de su peculiar periplo y en el que Waititi parece moverse como pez en el agua, no mostrando en ningún momento muestras de cansancio una fascinación por la naturaleza salvaje del país que, brotando cual manantial salvaje desde las imágenes, termina impregnando de forma indeleble al espectador.
'Hunt For The Wilderpeople (A la caza de los ñumanos)': de la ternura en lo peculiar
Algo arrebatados pues por la singular poesía que esconden los paisajes neozelandeses, resulta brillante observar la forma en la que Waititi consigue modular nuestra atención y lograr que, dejando de lado la fascinación por el verde, aquélla se centre de forma impenitente sobre una historia que tiene un poco de todo. En esa suerte de cajón de sastre lo que el director se asegura es, ya lo decía antes, reforzar la universalidad de lo que quiere contar por encima de localismos o estereotipos que, sacados del catálogo de idiosincrasias del país, podrían resultar ajenos o chocantes.
Antes bien, es en su talante peculiar donde mejor funciona 'A la caza de los ñumanos', y escenas como la de la misa —que oficia el propio director—, el momento selfie, los dos encuentros con los cazadores o la irrupción de ese improbable y desternillante personaje que es Psycho Sam, son muestra más que suficiente que en su rareza y personalidad bizarra —entendiendo tal en la acepción anglosajona del término— es donde la cinta nos depara momentos más inolvidables.
Y terminamos como empezamos, preguntándonos por qué diantres ninguna distribuidora de nuestro país se habrá interesado por una cinta llena de candor y de humor cuando no lo hubiera tenido nada complicado para venderla al público. La conclusión es clara, y es lamentable que mientras la cartelera actual está plagada de títulos que no valen ni su peso en céntimos, se nos prive de acercarnos a vehículos tan espléndidos como éste y tengamos que acceder a ellos mediante la compra en formato doméstico —está editada por Sony—.
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