Hugo Silva da la réplica española a Robert Eggers en 'Faro', un inusual estreno de terror marítimo en Menorca

Hugo Silva da la réplica española a Robert Eggers en 'Faro', un inusual estreno de terror marítimo en Menorca

El actor español está acompañado de la intérprete Zoe Arnao, famosa por ‘Las niñas’

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Los faros siempre han sido una constante en el cine, pero en los últimos años han aparecido distintas películas que los tienen en primer plano para crear un escenario idóneo para conjurar horrores espectrales, laborales, abisales o todo a la vez. Desde luego ‘Faro’, segunda película como directora de Ángeles Hernández tras ‘Isaac’, que se estrena el 26 de enero, no anda muy alejada de la gran mayoría en cuanto a sus inspiraciones, pero da un ligero matiz que la emparenta con otros títulos.

Esta construcción marítima ha sido vista recientemente en ‘La piel fría’, ‘El Faro’ de Robert Eggers y la adaptación de la misma leyenda con raíces en hechos reales de dos años antes ‘The Lighthouse’, aunque la realización más puramente de horror del mismo relato es ‘Sherpherd’ (2022). Esta nueva visión es definitivamente más blandita, enfocada a un público amplio y sin gran urgencia por encajar de forma diferente en el subgénero.

Un buen Hugo Silva en una trama blandita

La trama se centra principalmente en dos personajes, padre e hija, interpretados por Hugo Silva y Zoe Arnao, de ‘Las niñas’, que vuelven al faro de la familia de la madre, tras su muerte en un trágico accidente en un velero en alta mar. El padre teme por el frágil equilibrio emocional de su hija, que pasa los días molesta por la falta de confianza de su padre. Pronto seguirá el conveniente hilo de sucesos extraordinarios, donde la niña nota que pasa algo extraño en el edificio, tiene aparentes alucinaciones y cree ver el espíritu de su madre.

La diferencia con otros largometrajes en faros es que hay un peligro acechante más afín al de los thrillers de los 90, una amenaza palpable que se va dejando caer en pequeñas pistas no demasiado ocultas. En su corazón, ‘Faro’ funciona como un drama familiar que toca palos como la depresión adolescente, el duelo con sentimiento de culpa y la difícil relación entre un padre y su hija sin la figura materna.

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Hay detalles que juegan con la dualidad de un paisaje hermoso y tenebroso como marco de un rito de paso, pero, de nuevo, tenemos fantasmas del pasado, gente que se vuelve loca dentro de un emplazamiento aislado y el inevitable efluvio salino invadiendo la tierra. Algas que se extienden y se encuentran en grietas, sombras de medusas, cuadros que empiezan a mostrar representaciones equívocas o premonitorias y la certeza de que vamos a saber exactamente cómo acaba desde la mitad.

Los faros y el terror

El uso de ‘Faro’ de los elementos de género es casi naif, aunque no hay un desinterés sino más bien pereza en tratar de dar una vuelta a los mecanismos que ya hemos visto centenares de veces, especialmente esa persecución en un laberinto que parece salida plano a plano de 'Casa ajena'. Sin embargo, incluso con su falta de originalidad hay algo en la relación de Silva con la niña que resulta tierna y da a su fondo de buenas intenciones un poso de simpatía que impiden salir de una película más adecuada para espectadores muy casuales del cine de terror.

Buenas y desconocidas películas de miedo en faros hay por descubrir, como el olvidado psycho thriller ‘Lighthouse’ (1999), el protoslasher lleno de atmósfera ‘La torre del mal’ (1972), o incluso la variación de la aventura de Verne ‘La luz del fin del mundo’ (1971), pero no es esta una de las que vaya a ser recordada, pese a tener muchos ingredientes fluyendo en la dirección correcta, o al menos el corazón.

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El duelo, el mar y las fuerzas desconocidas que atrae siempre hacen un combo recurrente en viejas historias y leyendas costeras, que siguen arrastrando títulos sugerentes como ‘The Crescent’ o la experimental ‘Enys Men’, prácticamente lo opuesto a esta ‘Faro’ en cuanto a puesta en escena e intenciones, pero aunque sea otra oportunidad perdida de explorar el poder místico de nuestra propia iconografía asociada al océano, se puede mirar con optimismo el hecho de que al menos se haya intentado.

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