Ezekiel Montes debuta en el largometraje con un violento thriller lleno de rostros conocidos donde además de dirigir también escribe, produce y fotografía. Este hombre orquesta ofrece con 'Hombre muerto no sabe vivir' un noir que fusiona el sur con la violencia coreana en una mezcla irregular pero explosiva.
Saliendo a hostias de la crisis
Tano ha trabajado toda su vida para Manuel, un empresario de la construcción que en épocas mejores controlaba toda la ciudad. Ahora, en sus últimas horas, Tano ve como Manuel ya no puede con toda la estructura mientras se enfrenta a un relevo generacional, a nueva gente, nuevos negocios, nuevas formas de llevar la empresa, con la misma violencia de siempre y con nuevos y más temibles enemigos.
Cuando 'Crematorio' se estrenó hace 10 años, muchos de los espectadores sedientos de historias de ambición y corrupción comprobaron en sus carnes que en España también podíamos contar ese tipo de historias. Desde la ya mítica serie no hemos dejado de comprobarlo. Cineastas de la talla de Paco Plaza, Alberto Rodríguez, Rodrigo Sorogoyen, Koldo Serra o debutantes como Raúl Arévalo se han esforzado en recordarnos que el thriller nacional nunca descansa. Antes de ellos también habíamos tanteado el terreno con trabajos tan brutales como los de Enrique Urbizu, sin ir más lejos. Pero a diferencia de esos realizadores, Ezekiel Montes no ha tenido el respaldo de una producción al uso. Sin subvenciones ni ayudas, el malagueño ha sacado de la nada su película.
"Me he sentido muy cómodo no teniendo que rendir cuentas. Hace falta cierta rebeldía para sacar adelante la película. Creo que en España, a nivel industrial, no se podría hacer una película como la mía. Una película de cine negro con el tono que necesita este tipo de cine. He tenido la libertad total que necesitaba para hacer la película".
A pesar de una narrativa un tanto irregular y que termina por disiparse un poco al agitar constantemente sus ingredientes, y donde la edición no termina de ser redonda (imagino que consecuencia de una producción independiente que no debería tener muchas más opciones en la sala de montaje), el debut de Ezekiel Montes deja un par de momentos impactantes en la memoria cada vez más corta del espectador habitual. Y eso es porque la historia cuenta algo que Montes conoce a la perfección: "Me pilla muy de cerca. Yo he vivido esto durante los últimos 20 años. La corrupción, la violencia, conozco perfectamente los códigos de ese universo".
Parece que Montes ha decidido que para hablar de la violencia, nada mejor que la violencia. Es en esos brutales estallidos donde más cómoda se encuentra su película, aunque por momentos también peque de una curiosa y algo incómoda glorificación de la misma. "Conozco a esos personajes de sobra. Yo he estado sujetando a un tío para intentar que no le pisara la cabeza a otro".
Esa violencia, guste o no, está plenamente justificada en una película que no tendría sentido sin ella. El protagonista no deja de ser un matón que lleva veinte años lidiando con todo tipo de problemas y violencia. El espectador necesita sentir que Tano puede no estar preparado para este nuevo enemigo. "Era necesario, si no el viaje del personaje no tendría sentido. Nunca habría estado en peligro". Y esa encarnación del mal la clava el debutante José Laure: "Es un descubrimiento. Nosotros tenemos la escuela de cine de Málaga y organizamos un casting. Él estaba estudiando allí y nos dimos cuenta que escribiendo un poco con él en la cabeza nos podía dar mucho".
Porque lo realmente importante aquí, más allá de la violencia, es un reparto ideal. "Sin Dechent no habría película. Está escrita para él, para Manuel de Blas y Elena Martínez, pero también para Nancho y Paco". Eso sí, el que parece que se lo pasa mejor que nadie es Rubén Ochandiano: "Hicimos un trabajo muy bonito donde pensamos que su personaje no era un ser despreciable. Encontramos su recorrido emocional y su corazón, algo muy difícil. Lo construimos pensando que toda esa maldad y ese dolor explicasen lo que hace. No compartirlo ni aprobarlo, solo entenderlo".
'Hombre muerto no sabe vivir' es un perro verde en nuestro cine, una película que existe porque su director se lo ha propuesto a base de trabajo y un reparto entregado donde Antonio Dechent y Elena Martínez destacan con dos interpretaciones intensas y físicas que merecen ser destacadas. Ahora toca esperar a los resultados comerciales para que Montes consiga ampliar su universo criminal en la gran pantalla.
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