El cine de terror de Universal nos dio inolvidables versiones cinematográficas de monstruos como Drácula o Frankenstein, pero en el caso de El Hombre Invisible no podemos decir lo mismo, ya que su pervivencia en el imaginario colectivo es más tenue. Y no se debe a que haya habido pocos intentos por plasmar en la gran pantalla la novela de H.G. Wells, pero ninguno de ellos, ni siquiera el clásico de 1933 dirigido por James Whale, ha terminado de explorar a fondo el personaje.
Ya os adelantó que la versión de Blumhouse no va a ser la que llene ese vacío, ya que el director y guionista Leigh Whannell ha preferido centrar su atención en el papel de la víctima interpretada por Elisabeth Moss. El propio Whannell comentó que es la actriz lo que hace que ‘El hombre invisible’ sea especial y no seré yo quien discuta su gran trabajo, pero la película ofrece más que eso, destacando también su cuidada atmósfera.
Una construcción calmada de la tensión
Viendo los primeros minutos de ‘El hombre invisible’ no podía sacar de mi cabeza la idea de que la película llevaba en otra dirección lo que Paul Verhoeven retrataba en una escena de ‘El hombre sin sombra’ que seguramente hoy no hubiese llegado a su montaje final: la violación de la vecina. Lo único que aquí convirtiéndolos en pareja y arrancando con ella intentando huir de una vida repleta de maltratos de todo tipo.
Habría sido muy fácil hacer ciertas concesiones a la sordidez detrás de esa relación de pareja, pero Whannell prefiere darlo solamente a entender para contar la historia de una huida constante. Desde la torpeza de la protagonista para huir hasta su incapacidad de salir de la casa en la que ha encontrado su refugio, ‘El hombre invisible’ plantea con calma el delicado estado emocional que ha de reflejar Moss, quien vuelve a demostrar una vez más lo bien que se maneja con personas torturados.
Además, Moss también aborda el personaje con calma, primero expresando más a través de su lenguaje corporal para ir exteriorizándolo cuando ya es evidente que su pareja está haciéndole la vida imposible como venganza por su abandono. Ahí Whannell controla muy bien los espacios para ir elevando la dosis de tensión sin llegar a contar con la presencia física del villano a batir, pues prefiere incidir en su amenazante ausencia primero para incidir en el deterioro psicológico de la protagonista, pero también para convertirlo en un enemigo aparentemente imposible de batir.
Esto se traslada a su vez al diseño de las secuencias, optando normalmente por un desarrollo más pausado que lleva a que el segundo acto de ‘El hombre invisible’ quizá se estire en exceso. No tengo claro que lo que quería contar Whannell necesitase de dos horas y la principal consecuencia de ello es que pierde algo de impacto -casi parece que lo hace a propósito- y puede dar la sensación de estar girando sobre lo mismo hasta que un acertado giro de guion vuelve a encauzarlo todo.
Bajo control
Eso sí, que llegue un punto en el que la película se desate no quiere decir que Whannell altere su plan, manteniendo en todo momento bajo control el ritmo de la película y sabiendo cómo integrar que su protagonista ya esté completamente desatada. A cambio nunca llega a terminar de exprimir todo lo relacionado con el gran villano de la función, dando la sensación de que la película hubiese funcionado más si su presencia no hubiese quedado limitada casi en exclusiva a estos últimos minutos.
Todo ello no deja de ser una consecuencia de la decisión de centrarse en la víctima en un movimiento que empareja la película con el movimiento #MeToo pero que nunca parece una decisión oportunista. Lo que realmente parece querer mostrar Whannell es cómo un marido abusivo hunde a su mujer, incluso cuando ni siquiera está realmente allí, y cómo quien rodea a la víctima puede no creer nada de lo que diga.
Aquí tiene su lógica por aquello de la creación de una tecnología revolucionaria de la que casi es mejor que no se diga gran cosa, pero eso posibilita un mayor rango interpretativo para Moss, moviéndose como pez en el agua. Por suerte, la película no está supeditada en exclusiva a su lucimiento personal, pues Whannell sabe dotarla en todo momento de un clima de tensión que no va a estallar necesariamente, pero sí que va a ir acumulándose según pasan los minutos, incluso cuando puede parecer que no está pasando gran cosa.
En resumidas cuentas
‘El hombre invisible’ es una apreciable adición al catálogo de películas centradas en este personaje, pero a la hora de la verdad no es lo que realmente le interesa. Aquí importa la víctima y conseguir trasladar al espectador la montaña rusa emocional a la que de hacer frente tras su valiente decisión inicial. Por mi parte, creo que unos minutos menos le habrían venido de fábula, pero tal y como es funciona bastante bien y nunca se hace pesada.
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