Ayer, al lado de la magnífica 'Banderas de Nuestros Padres', se estrenó también entre nosotros 'Hollywoodland', un film que viene precedido con la fama de haber sido premiado con la mejor interpretación masculina en el pasado Festival de Venecia, premio que se le dio a Ben Affleck. Repito: premio que se le dio a Ben Affleck. Y el efecto dominó no ha hecho más que empezar, porque Affleck está nominado a los Globos de Oro como mejor actor secundario. Asi que una nominación a los Oscar sería más que coherente. Es más, me atrevo a apostar algo a que estará nominado. ¿Se merece tal nominación? no. ¿Es la mejor interpretación de Ben Affleck? rotundamente sí.
Sin embargo hay algo en esta película que sobresale no sólo por encima de Affleck, si no por el resto del reparto, muy por encima de la historia, muy por encima de la película en general. Y esa cosa no es otra que doña Diane Lane, una actriz como la copa de un pino, y que sí merece una justísima nominación. Sí, ya sé que el Oscar no se lo quita nadie a Helen Mirren por alcanzar la perfección en 'The Queen'. Pero es que contemplar a Lane en 'Hollywoodland' es un auténtico deleite para los sentidos. Y al igual que muchos, yo también me pregunto por qué esta increíble actriz no es la superestrella que merece ser. Misterios del Séptimo Arte.
'Hollywoodland' cuenta, usando la técnica de las narraciones paralelas que tan de moda están hoy en día pero que tan pocos saben hacer bien, el ascenso y descenso de George Reeves, actor que en los años 50 alcanzó gran fama por interpretar al mítico Superman en una serie de televisión, y la investigación de su muerte, años después, por parte de un detective privado que cree que tal vez no fue un suicidio como se anunció.
Así pues, la película juega a medio camino entre la realidad y la ficción, tirando más hacia lo primero, y no terminando nunca de arriesgarse con lo segundo, donde considero que el film tiene sus mayores aciertos. Es esta parte la que más llama la atención, se deja entrever una fórumla típica del cine negro clásico americano, con el típico protagonista fracasado metido en un caso en apariencia fácil de resolver, pero que cada vez se vuelve más peliagudo. De todos modos, su director Allen Coulter, apoyado en un guión de Paul Bernbaum, parece más interesado en no apartarse demasiado de lo que ocurrió realmente, o mejor dicho, de lo que ya todos sabemos o podemos saber. El film, en sus reiterativas idas y venidas, no avanza en demasía, quedándose estancado más de una vez, y terminando con un final ciertamente pobre y poco satisfactorio.
Sí acierta en su recreación de los años 50 y en la atmósfera, y también en el retrato de algunos de sus personajes,sobre todo el de George Reeves. Haber elegido a Ben Affleck para interpretar a Reeves puede ser visto como una jugada inteligente. Reeves era un actor más que mediocre, y quien mejor que darle vida que un actor de su misma calidad interpretativa. Affleck aporta el carisma necesario al personaje, e incluso llegamos a encariñarnos con él. Coulter le regala varias escenas en las que no ocoulta su admiración por el malogrado actor. Quizá por eso no ha querido indagar más de la cuenta en su muerte, algo que puede ser visto como señal de respeto, para simplemente no revolver en la mierda. Y a pesar de que insinúa alguna cosilla, no la explota en su totalidad.
Al lado de Affleck deambulan varios actores que están sensacionales en sus papeles. Adrien Brody, como ese detective interesado en ser famoso y ganar dinero a cualquier precio, pero que realmente no sabe hacer mucho. El actor está bastante convincente. Al igual que lo está Bob Hoskins, quien interpreta al director general de la Metro Goldwyn Mayer, casado con una mujer a la que le es continuamente infiel, pero a la que ama con toda su alma. Hoskins protagoniza el mejor momento de la cinta, un pequeño momento maravilloso entre él y la auténtica reina de la función: Diane Lane.
Lane pone toda la carne en el asador interpretando a la mujer de Hoskins, transmitiendo todo tipo de sensaciones con igual intensidad, desde una sensualidad impresionante hasta una fragilidad de lo más emotiva. Como he dicho antes, ver a Lane en esta película es un auténtico disfrute, y sólo por ella merece la pena. Una auténtica estrella que brilla con luz propia, al lado de la cual, cualquier otro elemento del film se queda pequeño.
Una film pasable, más o menos entretenido, a pesar de su excesiva duración, y que no provoca demasiados sobresaltos, ni para bien ni para mal. Si su director se hubiera arriesgado en todo su metraje como lo hace en ciertas escenas, estaríamos hablando de una gran película de cine negro. Pero una vez más, parece que la etiqueta de "basada en hechos reales" se convierte en un muro que no se puede traspasar, o no se quiere.