'HIT' vuelve con fuerza: la temporada 2 de la serie de RTVE eleva la intensidad con el nuevo reto para Daniel Grao

La serie 'HIT' arrancó su andadura en La 1 como un vibrante thriller de instituto para luego hacer más hincapié en el lado pedagógico a la hora de abordar temas espinosos referentes a la juventud española. El resultado final de la primera tanda de episodios no fue redondo, pero sí lo suficientemente estimulante como para dejar con ganas de más.

Siempre quedaba la duda de si los nuevos alumnos cuyo camino ha de encauzar el personaje interpretado por Daniel Grao lograrían atrapar nuestra atención o si no dejarían de ser una especie de repetición de lo ya visto previamente. Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero 'HIT' parece apostar en su segunda temporada por aumentar la intensidad para dejar claro que el nuevo reto de su protagonista va a ser todavía más complicada.

Un clima más nocivo

En la segunda temporada de 'HIT' cambiamos Madrid por Puertollano, buscándose así cierto contraste. No tanto como para hablar de un salto de lo urbano a lo rural, pero sí que dejar atrás el lugar que engloba las mayores oportunidades laborales de nuestro país sirve para que haya un clima diferente en la serie. Aquí ya no se trata simplemente de adolescentes problemáticos, hay algo más.

De hecho, HIT se encuentra de lleno con esa nueva realidad nada más llegar allí, lo cual alimenta una sensación de desesperanza que luego se extiende en mayor o menor medida a todos los personajes que se cruzan en su camino. Es verdad que ahí la serie vuelve a pecar de ser algo esquemática en sus planteamientos, como si les interesa más resaltar unas problemáticas concretas que desarrollarlas con cierto mimo, siendo más así más efectivas que efectiva en varios momentos.

No obstante, eso es algo que ya podía decirse de la primera temporada, por lo que tampoco nos pilla de nuevas. Además, el escenario planteado se presta más a esa relativa tendencia al exceso, pues parte de la población está en pie de guerra por una cuestión laboral. Tal es el caso que al protagonista no le queda otra que recurrir a apoyo externo a la zona para que realmente pueda existir algo parecido a un halo de esperanza.

Afortunadamente, la serie creada por Joaquín Oristrell tampoco comete el error de convertir Puertollano en un lugar irrespirable, ya que prefiere utilizarlo para incidir en que es un problema mucho más enquistado que un grupo de adolescentes que no encajan con el resto. Es como si fuera un virus y pensar en la posibilidad de una vacuna se antoja poco realista.

La misma sin ser una mera repetición

Eso no quita para que vuelva a haber dramas muy personalizados, con varios adolescentes exhibiendo una galería de problemas complementarios. Por ahora ha sido la carta de presentación, y en algunos casos poco más que eso se ha podido hacer en la hora que dura el primer episodio de la segunda temporada, y a partir de aquí hay que ir construyendo, con la promesa demás de que todo va a desembocar más temprano que tarde en un gran estallido dramático.

Otra consecuencia de ello es que la parte más joven del reparto tampoco ha tenido muchas oportunidades de ser memorables. No creo que nadie vaya a estar a un nivel comparable al de Carmen Arrufat en la primera temporada, a la que se echa mucho de menos, pero el nivel medio sí es, al menos por ahora, equivalente. A cambio el fichaje de Marta Larralde es todo un acierto, ya que la construcción de su personaje también peca de ese esquematismo que mencionaba antes, pero ella llena lo que falta en el guion y transmite mucha convicción a su personaje.

Sin embargo, la gran estrella de la función sigue siendo un Daniel Grao muy cómodo como Hugo Ibarra Toledo. Ya tardó muy poco en cogerle el punto a HIT en la primera temporada y aquí sabe amoldarse a la situación mostrando, respetando señas de identidad pero sin caer en la mera repetición.

En resumidas cuentas

'HIT' sigue siendo una serie reconocible. En caso de que te conquistase la primera temporada, no veo ningún motivo para que no pueda suceder lo mismo con la segunda, donde las semillas que se han plantado funcionan lo suficientemente bien como para que pueda florecer en episodios posteriores.