El juramento hipocrático, iniciado por Hipócrates en la antigua Grecia, es un acto público y obligatorio que deben hacer las personas que se gradúan en medicina y sus varias ramas, como veterinaria o farmacia, o en definitiva, las personas que se ocupan de la salud humana o animal. Su contenido es ético y sirve para orientar la práctica de la profesión y también se basa en la responsabilidad del hombre y ser consciente del mismo.
Estrenada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes del año pasdo y nominada a siete Premios César, uno no tiene didas de por qué, su director, el francés Thomas Lilti decidió llamar 'Hipócrates' a su segundo largometraje, teniendo en cuenta que se centra en las aventuras y desventuras de un joven médico que comienzan su carrera en un hospital público francés.
Problemas de hospital
La cinta sigue a Benjamin, un chico de 23 años de edad, con un futuro prometedor como médico. Su primer día como interno en el hospital que dirige su padre, está lleno de descubrimientos y nuevos compañeros de equipo. Después de la muerte de un paciente, Benjamin comenzará a darse cuenta de la verdadera realidad del hospital, desde una perspectiva totalmente diferente. Para afrontar la dureza de su día a día, se refugia en Abdel, un interno argelino con más experiencia, coraje y sobre todo, un pensamiento crítico y objetivo.
El director, Thomas Lilti trabaja como médico, a la vez que dirige películas de vez en cuando. Es por eso que muestra de una manera muy precisa -quizás también un poco autobiográfica- los temores y las dudas de un joven médico que se enfrenta a sus primeros días tratando pacientes con sus subidas y bajadas: salvar vidas, no poder hacer nada por ellos e incluso hacer, por error (por supuesto) pequeñas negligencias. La película, además, nos muestra un punto de vista más general del sistema de salud en Francia, donde sus profesionales tienen que lidiar con un montón de expedientes y pocos recursos.
Una lástima que este excelente microcosmos hospitalario que Lilti logra crear, termine pareciendo inseguro ante la dirección que debe tomar: ¿el retrato realista de una profesión y su ética o una comedia con un poco de melodrama como estamos acostumbrados a ver en las series de televisión sobre médicos? 'Hipócrates' intenta combinar ambos estilos sin llegar a dominar cualquiera de ellos y que nos da una extraña sensación de no saber si debemos reír o llorar e incluso a veces consigue que nos aburra un poco gracias a la cadencia tan típica del cine francés que no siempre funciona.
La fuerza de la película reside, por tanto, en la profunda descripción del hospital, que se muestra a través de los ojos inexpertos de un joven dispuesto a luchar por sus convicciones y aprender acerca de sus debilidades. Un personaje perfecto para la nueva sensación francés, Vincent Lacoste, quien con su mirada de eterno adolescente y voz pesada otorga el contraste necesario. Y cada aprendiz necesita un maestro que, en este caso, no es el padre, si no, un compañero de trabajo. Interpretado Reda Kateb -su papel le valió el Premio César al Mejor Actor Secundario-, el maestro construye una relación muy tradicional, y aún así, interesante con el recién llegado, sirviédonle de principal apoyo, amigo rebelde y a veces, también de contricante.
'Hipócrates' bien vale la pena un visionado, a pesar de sus desventajas y es que su descripción de los entresijos de un hospital, sus médicos y las pequeñas historias alrededor de ellos resultan de los más interesante. Aunque a veces, sus toques sutiles de humor nos hagan dudar de si estamos ante un episodio de 'Anatomía de Grey'.
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