De ‘Alta fidelidad’ me encantan tanto la novela original de Nick Hornby como la adaptación cinematográfica protagonizada por John Cusack, pero justo es reconocer que siento una debilidad especial por la película de Stephen Frears. Es una gran comedia romántica, sí, pero lo que la eleva a otro nivel es la conexión especial que tengo con ella, ya que transmite una calidez especial y siempre que la he visto he tenido una sensación reconfortante que ninguna otra cinta ha conseguido.
Por ello veía imposible que una serie de televisión no solamente la superase, sino que simplemente pudiera estar al mismo nivel. Que inicialmente fuera a ser un título exclusivo para Disney+ tampoco inspirada demasiada confianza, pero finalmente a ido a Hulu, el hogar para las series de corte más adulto de la compañía. Por el momento he tenido la oportunidad de ver sus cuatro primeros episodios y hubiese agradecido un mayor número de cambios para diferenciarse, siendo Zoë Kravitz la que consigue que la serie tenga interés por sí misma.
Una actualización insuficiente
El primer rasgo distintivo de ‘High Fidelity’ lo tenemos en que el personaje principal pasa a ser una mujer y es inevitable que eso marque su forma de enfrentarse al mismo punto de partida: una ruptura que se cuela entre las cinco más dolorosas de su vida, lo cual la obliga a replantearse las cosas. El camino a seguir es el mismo, pero son los pequeños detalles los que permiten a la serie ir más allá de la mera reproducción.
La identidad de los otros integrantes de la lista se prestaba a juegos interesantes, pero las showrunners Veronica West y Sarah Kucserka no terminan de animarse a explorar esas nuevas dinámicas más allá del cambio inicial. Y es una pena, porque podría haber marcado de forma más clara tanto el viaje vital que emprende la protagonista como la relación con sus compañeros de trabajo.
Es verdad que eso lleva a abordar con una naturalidad inquebrantable un retrato sexual más diverso, pero el problema está en que al no incidir de forma más directa en ella se queda en una oportunidad perdida para actualizar realmente la historia. Además, hay multitud de momentos en los que parece que estemos viendo casi la misma escena que en la película del año 2000 y esa sensación de deja vu no le hace ningún favor a la serie.
Lo que sí consigue es que su estructura episódica no haga resentirse a la historia que está contando, ya que la propia idea de ir pasando a través de esas dolorosas rupturas se presta a ello. Ahí la serie opta por una aproximación más libre que sí funciona bien y compensa en parte que se resista demasiado a tener voz propia mas allá de temas de diversidad que nunca están de más, pero que requieren más que eso para funcionar de forma satisfactoria.
Lo mejor de esta nueva ‘Alta fidelidad’
Sin embargo, la que realmente da unidad a la serie y la convierte en una propuesta estimable es Kravitz. Dejando a a un lado que no podía dejar de pensar que en la película salía Lisa Bonet, madre en la vida real de Kravitz, y tenía un efímero romance con el protagonista, lo cierto es que ahí es donde se nota la mano de las shorunner para que este Rob sea diferente pero manteniendo al mismo tiempo sus señas de identidad como dirigirse de forma constante al espectador rompiendo la cuarta pared.
Lo más esencial de todo es que de verdad hay cambios a la forma de abordar el personaje porque sea una mujer, no es algo que se haya hecho para seguir la tendencia actual de cambiar de género al personaje y hacer poco más. Tanto la actitud del personaje como su forma de enfrentarse a los problemas se parecen pero no llevan necesariamente a la misma conclusión, sin olvidarnos que la propia devoción por la música del personaje se trata de diferente manera.
Frente al coleccionismo casi obsesivo de la película, aquí pasamos más bien a un control casi enciclopédico de la música que allí también estaba presente, pero más para ir saltando de lista a lista. En esta ocasión se opta más por su aplicación el día a día, ya sea con la charla con una cita o en otros temas.
Además, el personaje se siente que fluye más en lo emocional, no necesariamente dando siempre pasos adelante, pero sí que se aprovecha que haya más tiempo para entrar en sus dudas y miedos en lugar de ir en todo momento hacia delante. Eso deriva en que el lado más cómico del personaje se difumina para entrar más en ese colapso emocional por el que está pasando pero sin deleitarse de forma innecesaria en su sufrimiento.
Eso es algo que permite a Kravitz llevar el personaje a su terreno y juguetear con la imagen de seguridad que transmite el personaje pero al mismo tiempo mostrando su lado más vulnerable. Es ahí donde la serie mejor funciona al ser algo constante en lugar de pequeños cambios aquí y allá. Por mi parte me sigo quedando con el retrato del personaje a cargo de Cusack, pero es ahí donde las distancias entre una y otra adaptación son menores y encima funcionan como complementos.
En resumidas cuentas
Ojala ‘High Fidelity’ hubiese abrazado el cambio más allá de la presentación de ciertos temas que luego no termina de desarrollar. Pese a ello, se ve con agrado ya que no deja de ser una historia con la que es fácil conectar en mayor o menor medida, pero aquí le debemos a Zoë Kravitz que realmente queramos seguir adelante con ella en vez de limitarnos a pensar que para esto ya tenemos la magnífica película con John Cusack.
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