'Héroes en el infierno' es inspiradora aunque no por ello muy emocionante

La creciente tendencia a hacer dramatizaciones de alto presupuesto de grandes catástrofes aparecidas en la prensa reciente continúa con la recreación del director Joseph Kosinski de la tragedia de un equipo de bomberos de Arizona encargado de combatir el incendio de Yarnell Hill en 2013. 'Héroes en el infierno' (Only the Brave, 2017) sigue de cerca los pasos de 'Marea negra' (Deepwater Horizon, 2017) de Peter Berg, aunque es mucho menos emocionante y bastante más pesimista.

No sorprenden las buenas críticas a una obra que muestra sus respetos a los héroes con la solemnidad de un presidente en un entierro de patriotas, no deja tampoco de ser un viaje decente y bien elaborado, pero en última instancia tiene más oficio que inspiración. Tampoco deja de lado su compromiso con la autenticidad de sus personajes pero se recrea mucho, muchísimo, en un concatenado de lapsos periódicos llenos de melodrama doméstico.

La primera película de desastres sin escenas de acción

Está bien que haya una profundidad de los personajes, pero en una obra que reserva su único momento verdaderamente tenso en los últimos 15-20 minutos, su longitud épica de dos horas y cuarto se hace tedioso. Su primera parte temática engloba la parte más larga de la película, dedicada a presentar a los hombres de la unidad de Prescott que, cuando se encontró por primera vez en 2008, es un escuadrón de mano de obra, de ayuda a las unidades de combate que tienen la autoridad principal de toma de decisiones en el terreno para luchar contra incendios forestales.

El escuadrón está encabezado por Eric Marsh (Josh Brolin), que no acaba de tomarse bien el momento en el que sus chicos son ascendidos para ser grupo de combate. Le ayuda el jefe del departamento de tierras, interpretado por Jeff Bridges y básicamente asistimos a ejercicios de entrenamiento del grupo con bromas de vestuarios a un nuevo recluta, Brendan McDonough (Miles Teller), un joven problemático por consumo excesivo de alcohol y drogas que acaba de enterarse de que su novia está embarazada.

Decidido a demostrar que puede cambiar, solicita el puesto vacante en el equipo, y pese a que algún compañero advierte de su inestabilidad, Marsh lo acoge en una especie de relación paternal, debido a que ve mucho de su yo más joven en el chico. Mientras, todo se alterna con escenas domésticas, discusiones de Brolin y Jennifer Connelly con cierta tendencia a la repetición y mucha información burocrática didáctica sobre cómo funcionan los fuegos y su lucha, pero expuesta sin hilvanar ni ninguna escena movida en la que se ponga en práctica.

Un clímax satisfactorio frente a su inextinguible introducción

Sin embargo, tenemos un primer acto prolongado prácticamente hasta desenlace, con las habituales dinámicas de working class heroes alimentadas por testosterona y palabrotas, que son intercaladas con momentos cotidianos entre los miembros del escuadrón y las mujeres que dejan atrás durante largos períodos de tiempo cuando se van a combatir fuegos. El conflicto entre Brolin y Connelly se reduce a discusiones sobre si tener un hijo o no que sirven de contrapunto maniqueo con la paternidad de McDonough.

Si bien todo ello encuentra su catársis emocional en su conclusión, no deja de dar impresión de estiramiento superfluo en busca de un corazón para la historia. El punto de vista a veces baila de un personaje a otro en una dispersión casi documental que tiene sentido pero resulta un tanto indiferente hasta que llega el célebre fuego en Yarnell, en el que vemos alguna de las lecciones desperdigadas en el resto de metraje sobre el funcionamiento de los vientos, el comportamiento del fuego y las tácticas de cavado, trinchera y sofocación.

Esta última sección de 'Héroes en el infierno' está bien ejecutada, pero sin excesiva exageración ni muchos efectos especiales (salvo un oso ardiendo en el sueño de Marsh). No tiene el tono épico de 'Llamaradas' (Backdraft, 1991), aunque su estructura se mire en ella. Hay una sensación de calor genuina, pero sobria, sin aumentar la emoción a base de explosiones y fanfarrias orquestales. La tragedia se presenta con seriedad y una discreción que marca las diferencias con el estilo más explosivo y conservador de Peter Berg.

Un final satisfactorio que, sin embargo, no elimina la sensación de haber visto un dramón más propio de ciertas franjas horarias de la televisión durante su mayor parte de la duración. Un reparto espectacular que queda algo desaprovechado, aunque deje sorpresas como una nunca demasiado presente Jenniffer Connelly, que mejora, en todos los aspectos, con los años. Kosinski ha mostrado un tributo digno y respetuoso a la dedicación de los que arriesgan sus vidas para salvar a otros, pero como película es más competente que excepcional.

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