La ficción histórica en el cine o en la televisión tiene siempre cierto grado de problemática asociada. Es inevitable siempre que una recreación representa más la idea de lo que pasó de unos creadores, que lo que realmente ocurrió. Las cosas no mejoran cuando las historias se deben encajar en una lógica cinematográfica básica, con muchas licencias para crear impulso y movimiento narrativo e ímpetu en los momentos clave.
Otro de los artificios más utilizados es la reverencia a los hechos más conocidos, a menudo sirviendo esto como puntos de diana de la historia, creando un tejido previo que lleve hasta un momento particular que se corteja con una mirada cómplice con el espectador que tiene ciertos mínimos. A menudo, estas series históricas, son asimiladas con escepticismo por los que conocen mejor la historia o por los que exigen a estas ficciones una credibilidad documental, casi como culpando a los cineastas que no estuvieran allí mismo para grabarlo.
Parece que solo quisieran ver una crónica realista, aburrida y sin música siquiera. La ruptura de la visión del creador en pos de una verosimilitud imposible, negando todas las posibilidades que ofrece el lenguaje visual. También es entrañable leer pataletas frente a películas como ‘Overlord’ (2018) porque tiene a un soldado negro cuando está tratando de nazis con sueros zombie, pero en las películas de historia como ‘Hernán’ la cosa cambia. Hay una zona de permisividad lógica por tratar un tema de hace 500 años, pero también entra la responsabilidad.
Una responsabilidad histórica
La conquista de América se sigue revisando y aún hay una reflexión sobre sus consecuencias con miradas muy polarizadas que, por una parte exhiben las barbaridades cometidas por los conquistadores, y por otra hablan de mucha desinformación y una imagen politizada que se deja ver en reacciones como la del presidente de México, que exigió al rey de España pedir perdón por los agravios ocurridos entonces. Por si no faltaban motivos para tirarnos los trastos en la cabeza, encontramos en el resquemor histórico de hace cinco siglos más gasolina.
Esto se refleja con un compromiso en ‘Hernán’, bastante inusual, de contar la historia de la manera más fidedigna posible, por lo que la serie se autoimpone una misión que, de momento, anula cualquier intención de discurso ideológico más allá de la documentación. Otra cosa es que los asesores y productores (México y España de la mano) puedan considerar manejar esa documentación para ofrecer una visión sesgada hacia alguna de las posturas. Como el espectador es ajeno a todo esto, pasa a asimilar lo expuesto como si fuera una aproximación legítima.
Y ahí está el contrato que ha de hacerse con ‘Hernán’ para disfrutarla. Dejar que lo que nos enseña se convierta en realidad en nuestra cabeza, al menos durante la duración de sus episodios. Luego uno puede tratar de documentarse, leer y ver otras visiones —Javier Bardem está preparando una ahora mismo—, pero lo que se puede concluir tras ver el estupendo inicio de esta es que hay una competencia histórica y un intento de cruzar las líneas grises que sobrevuelan sobre el tema, todo ello con una perspectiva casi de docudrama.
Un festín visual y didáctico
El piloto empieza in medias res, con Cortés dirigiendo Tenochtitlan, la gran ciudad de los mexicas y un punto estratégico para la expedición española por ser el punto clave de intercambio de oro y comercio. Nada más abrir el episodio hay un enfrentamiento entre Hernán y las tropas españolas lideradas por Pánfilo de Narváez. Todo desde el punto de vista de Marina, la célebre Malinche —figura asociada al mito de La llorona—, la nativa que sirvió de intérprete a Hernán en su conquista que también es testigo de todas las atrocidades cometidas.
‘Hernán’, por tanto, no desvía la mirada a cómo se impuso la religión y hasta los nombres o cómo se daba por hecho que las mujeres eran un bien para utilizar y violar, pero también muestra la estrategia de Cortés aliándose con algunas tribus para llegar a Tenotichlan, cuya reconstrucción es exquisita, así como el vestuario y el diseño de arte que son, por sí solos un motivo de recomendación para cualquiera que quiera sumergirse en la cultura indígena. Sus maquillajes, sus armas, sus colores… es un festín que no se veía así desde ‘Apocalypto’ (2008).
Toda la producción de ‘Hernán’ es fantástica, con los efectos especiales de El Ranchito brillando como en ‘Juego de Tronos’, y quizá el único problema es que a veces las actuaciones son algo teatrales, un clásico en las series de época que aquí se puede asociar al intento de solemnidad para suplir un castellano antiguo que no se utiliza. Con todo, es una inmersión fantástica en el microcosmos de la conquista, con suciedad, caras sudadas y pelos correosos que, además, tiene algunas fugas surreales deliciosas, como se puede apreciar en los impresionantes títulos de crédito.
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