Bajo el auspicio y la producción de Judd Apatow, uno de los abanderados de la nueva comedia americana ('Supersalidos', 'Virgen a los 40', 'Lío embarazoso'), aunque con menos influencia de la que se hubiese deseado, nos llega este título, verdadero vehículo de lucimiento para Will Ferrell. Un cómico estrella que se mueve en su salsa cuando le dejan mano libre para dejar aflorar su lado más gamberro y transgresor.
Ferrell se ha encargado de su escritura junto al realizador Adam McMay que intenta destruir, en clave de comedia del absurdo, el mito de la familia. Al menos resulta honesto su planteamiento, no esconde sus cartas y con el arranque nos deja claro lo que nos vamos a encontrar.
De 'Hermanos por pelotas' sea, quizás, más interesante lo que se puede leer entrelíneas de esta cinta, que ataca al concepto de familia e ironiza sobre bienestar actual, que el resultado final, mucho menos meritorio. Las concatenación de gags de humor absurdo, apenas logra momentos realmente brillantes, pues se mueve en los delgados límites del buen gusto, y acaba prefiriendo el exceso, destruyendo cualquier intento comedido y original para divertir de principio a fin.
No se puede negar, que el planteamiento de la historia podría haber dado lugar a mucho más, pero Ferrell prefiere lucirse, teniendo como compañero a un histriónico John C. Reilly, pero al que vence con su capacidad de aunar matices sutiles. Reconoce quien esto suscribe que Ferrell no es precisamente mi debilidad, pero es capaz de explotar su vis cómica en puntuales escenas logrando arrancar alguna (y contada) sonrisa, dentro de un conjunto poco brillante.
Dos cuarentones con alma pueril, forzados a convivir juntos y a ser hermanastros (y amigos), que viven anclados en los doce años es el núcleo absurdo de la historia. Con ello se justifica todo tipo de situaciones grotescas y gamberras, muchas con escasa gracia, pero que suponen un duelo entre sus protagonistas que acaba siendo lo más destacable, junto al mencionado mensaje que se lanza de trasfondo.
Los dos jóvenes de 40 se niegan a abandonar sus juguetes preferidos, sus revistas porno, su iconografía Star Wars y a ceder el mando a distancia para disfrutar de las películas de Steven Seagal, en un intento de mantener la inocencia para afrontar sus complicadas situaciones, dentro de familias disfuncionales. Aparentan dos hombres inmaduros pero en realidad son dos niños, incapaces de asumir cualquier intento de responsabilidad y que con sus gamberradas acaban destruyendo el intento de familia que se plantea, y desmoronando esa frase de Bush con la que se inicia el film ('La familia es nuestra esperanza').
Pero claro, el desenlace lleva al extremo el absurdo y el mensaje queda diluido (y borrado). Ese sutil tono de seriedad (que sí parece el verdadero sello de Apatow, aunque Dios nos libre si se trata del adalid encargado de renovar la comedia) se pierde con especial énfasis en ese clímax final. Una canción emotiva a cargo de Ferrell (aquí si está brillante) en su culminación de payaso principal de la función.
Y no podía dejar de mencionar la particular contribución a tal radiografía del absurdo: su título español ('Hermanos por pelotas' en vez de 'Hermanastros', traducción literal del original) y el surrealista doblaje a cargo de Santiago Segura y Florentino Fernández, que españolizan algunas de las bromas y aportan latiguillos castellanos para mayor comprensión (desvirtuada más que adaptada) de los chistes.