La adaptación de la novela de Jo Nesbø, ‘Headhunters’ (‘Hodejegerne’, 2011), dirigida por Morten Tyldum, se anuncia con un atractivo cartel en el que puede verse en lugar preminente a Nikolaj Coster-Waldau, a pesar de que no es el protagonista. El diseño gráfico podría hacer pensar en un film serio sobre espionaje empresarial, pero lo que nos encontramos es bien distinto.
‘Headhunters’ comienza con rapidez e impacto inmediato, al presentarnos a un ladrón de guante blanco (literalmente) que nos da las claves de su profesión y que, con bastante ironía, nos muestra su situación vital. Una fría y limpia ambientación, como corresponde a una cinta noruega, nos sumerge en una atmósfera que, en los primeros compases, intriga y seduce, mientras continuamos contemplando cómo este hombre ejerce su profesión, conocemos a sus cómplices… El empleo de las imágenes del primer caso para el montaje inicial da impresión de cierta pobreza o falta de preparación –el recurso se les ocurrió después de rodar–, pero por el momento, no saltan las alarmas.
Todo esto cambia, no obstante, a partir del momento en el que la intervención del personaje de Coster-Waldau empieza a tener influencia sobre el protagonista. Pasadas unas primeras dificultades para este (Aksel Hennie), que se ven con curiosidad, llegan una serie situaciones tan desmesuradas que pronto se perciben como despropósitos. Lo que sucede deja de tener sentido y siquiera cuando se obtiene la explicación por el método más facilón –un personaje lo explica todo– parece que se diese coherencia a lo visto.
El tono se pierde y ya no es posible decidir si lo que está en pantalla pretende ser cómico o dramático. Persecuciones, ocultaciones, accidentes… hay mucha acción que no está mal resuelta en lo que se refiere a su realización, pero los sucesos en sí me parecen difíciles de asimilar. Esas mismas situaciones tal vez se perciban de forma más adecuada en la novela, ya que el autor habrá tenido tiempo para llegar hasta ellas y las habrá planteado con la preparación necesaria. Pero en la película, quizá por la labor de depurado que cualquier adaptación requiere, cada una de las escenas de la huida se me antoja más disparatada que la anterior.
La película está llena de lo que en jerga de guion se llama “plantings“, es decir, de explicaciones que se ofrecen al inicio, como quien no quiere la cosa, para justificar una resolución del final. El más llamativo es el que se refiere a las cámaras, pero existen varios más. Este recurso, necesario en general para encontrar verosimilitud en las tretas finales, aquí está lejos de lograr su propósito ya que, por mucho que evites que la solución salga de la manga en el último momento –el famoso “Deus ex machina“—, la falta de credibilidad estará en la existencia incial del supuesto elemento inocuo. De nuevo, retomo la posibilidad de que en la novela todo encaje mejor. Quienes la hayan leído podrán confirmar o desmentir esta sospecha.
Lo que mejor funciona de ‘Headhunters’ es su aproximación psicológica y social. No es desdeñable la caída libre que sufre el protagonista de forma inesperada, pero siendo siempre capaz de reaccionar. La cuestión matrimonial y el sorprendente personaje de Synnøve Macody Lund, que llevan a la reflexión de Roger en el epílogo, transforman la sensación final para dejar un regusto más favorable del que se estaba sintiendo en alguna de las truculentas escenas centrales. Buenas interpretaciones y un gran retrato de la vida empresarial compensan también las desmesuras.
En conclusión, se podría decir que ‘Headhunters’ es una película que tenía el contenido, el tema y las ideas para haber estado muy bien, pero que se deja llevar por un afán perturbador que durante un tramo considerable se antepone a la historia, que por entonces se ha olvidado por completo. Sin hacerse demasiadas preguntas y quedándose con las impresiones finales e iniciales, puede percibirse como un thriller psicológico correcto, pero nunca memorable.