Por fin, el pasado 15 de julio llegó a los cines el sexto capítulo de la saga creada por J.K. Rowling y protagonizada por Harry Potter, ese niño que un día descubrió que era hijo de magos, y que su destino era acabar con alguien tan poderoso y tenebroso que su nombre no debía ser pronunciado. ‘Harry Potter and the Half-Blood Prince’ se ha estrenado tras un retraso de ocho meses, ya que los directivos de Warner Bros. pensaron que noviembre no era el mejor momento para el regreso de su valiosa criatura, dejando vía libre, por cierto, al inicio de otra saga de género fantástico, que no desaprovechó la ocasión (‘Crepúsculo’ se hizo de oro en ese mes).
A los de la Warner se les acaba el chollo, la saga sólo tiene siete libros (al menos por el momento), y quieren sacar el máximo rendimiento de lo que les queda. Por eso están haciendo dos películas en lugar de una sobre ‘Harry Potter y las reliquias de la muerte’ (ese libro no tiene más páginas que el quinto). Y por eso han esperado hasta el verano de 2009 para traernos la sexta película, esperando repetir el exitazo en taquilla de ‘El caballero oscuro’. No les ha salido tan bien como esperaban. La película no ha aguantado en el número ni dos semanas. Quizá es un hecho que sorprende antes de verla, pero no después, confirmándose que durante todos esos meses de retraso no han intentado mejorar nada, dejando en el congelador, a la espera del día clave, un producto más flojo de lo esperado.
Cosa que uno no se esperaba de una superproducción de este calibre, con una historia más interesante y dramática que la que dio lugar a la quinta película, a la que precisamente le faltaba eso, algo sustancioso con lo que rellenar el pastel. ‘Harry Potter y el misterio del príncipe’ (menuda tontería no titularla “y el príncipe mestizo”) arranca de forma brillante, con el logo de la Warner entre amenazantes nubes oscuras (¿no os recordó a los créditos entre las llamas de ‘El caballero oscuro’?) seguido de una preciosa escena a cámara lenta donde vemos a Harry Potter herido ante unos exaltados periodistas, mientras Dumbledore le abraza cariñosamente y lo aleja de los duros flashes de las cámaras. Es un estupendo inicio, pero…
Luego nos presentan el título, que da pie a lo que debería ser una espectacular secuencia que dejara sin respiración. No es así, entre otras cosas, porque no se nos muestra ni un plano que nos ponga la piel de gallina, ni una sola imagen que nos deje pegados a la butaca, ni un solo individuo que sufra las consecuencias de los brutales ataques de los dementores mortífagos, libres y furiosos (vaya chapuza la del puente, donde no sólo canta el ordenador sino que cuando se acaba de destruir, no hay nadie en él). Los seguidores de Lord Voldemort ya no se limitan a actuar en el mundo mágico y la situación está en su momento más crítico; por su parte, Harry Potter lee un periódico en una cafetería y trata de ligar con la camarera. Y ahí empiezan a notarse las grietas de un proyecto mal planificado, mal encajado, un puzzle al que le sobran piezas y le faltan otras, que no resiste la comparación con las mejores películas de la saga (la primera y, sobre todo, la tercera).
Durante toda la película se mezclan, de forma no muy acertada, momentos que intentan resultar siniestros y dramáticos con otros donde los protagonistas están más preocupados por los ligues y los besuqueos, dando la impresión de que les importa un rábano lo que estén haciendo los mortífagos o cómo se puede acabar con Voldemort de una vez por todas; lo normal es que estuvieran aterrados por todo lo que sucede fuera del colegio, que amenaza con entrar y atacarles a ellos también. Dar tanta relevancia a los escarceos amorosos de los jóvenes magos nos priva de un acercamiento a los orígenes de Tom Riddle, ese alumno aplicado y brillante que más tarde se convertiría en Voldemort. Mucho de lo que se habla sobre él en el libro de Rowling desaparece en el destartalado guión de Steve Kloves, quedando muchos detalles sin explicación (como lo del anillo, despachado deprisa y corriendo).
Más que nunca, que en otras entregas, aquí queda claro que sólo han pretendido contentar a los fans de la saga, a los que ya han leído el libro, dejando fuera al público que no conoce más hechos de los que vistos en las películas anteriores. Parten de que los espectadores entienden lo que falta en la película y pueden atar los cabos sueltos, pudiéndose centrar en lo que sí se ha adaptado, y en las escenas que se han sacado de la chistera, muchas de ellas sin ninguna utilidad (como el incomprensible ataque a La Madriguera). Evidentemente, esto es un error importante, y no me extrañaría que muchos lleguen al final sin haberse enterado de qué ha pasado realmente en ese colegio de locos, o de si Voldemort está muerto o encerrado en un llavero o qué. Aparte de la investigación sobre Riddle, se echa en falta la batalla que debía producirse en Hogwarts, una vez que Malfoy resuelve el “asunto” de la Sala de los Menesteres. Y el detalle de Snape haciendo callar a Harry antes de… ¿lo perdonamos?
Pero no todo es negativo y desastroso en esta película. Hay excelentes detalles en ‘Harry Potter y el misterio del príncipe’: el brevísimo prólogo que he mencionado antes, la presentación de Slughorn (un fantástico Jim Broadbent), los divertidos líos amorosos de Ron y Hermione (Rupert Grint y Emma Watson), el sufrimiento de Malfoy (Tom Felton), el ataque de los muertos cuando Harry trata de coger agua, o la impresionante secuencia que culmina con un puñado de varitas despejando la oscuridad del cielo, de una gran emotividad. En cuanto a los actores, uno de los mayores valores de la saga, aquí vuelven a estar en general muy acertados, aunque hay que dejar fuera a Daniel Radcliffe y a Bonnie Wright, dos troncos incapaces de expresar nada, y menos aún que están enamorados.
En definitiva, David Yates hace lo que puede con el caótico guión de Kloves (superado ante la tarea de tener que adaptar un libro más extenso) y ofrece una correcta continuación de ‘Harry Potter y la Orden del Fénix’, pero no más, cuando lo que se pedía era precisamente eso, subir un escalón y que la sexta parte estuviera entre lo mejor de la saga. No ha sido así, y es una lástima. Ya sólo queda la séptima, dividida en dos, y adiós a Harry Potter.
Otra crítica en Blogdecine:
‘Harry Potter y el misterio del príncipe’, desastrosa sexta parte de la famosa saga