'Hardcore Henry', sobredosis de adrenalina sin cortar

'Hardcore Henry', sobredosis de adrenalina sin cortar
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Una inyección de café diluido en red bull en vena, así se pasa la mayor parte del metraje de la última bomba de relojería del cine de acción reciente. El debut de Ilya Naishuller es puro punk rock hecho imágenes. Un viaje en primera persona, sin ningún tipo de cortafuegos, en el que el espectador tiene la sensación de que puede pasar cualquier cosa. Violenta, gore, salvaje y empática como un videojuego, 'Hardcore Henry' es un espectáculo que, cuanto menos, sorprende.

Sorprende menos que el director fuera miembro de una banda punk rusa, los Biting Elbows, con los que rodó el videoclip de la canción ‘Bad Motherfucker’, en el que ya practicaba, a modo de resumen, el estilo que ha desarrollado de forma completa en su primer largometraje. Cámaras GoPro que se ajustan con arneses sobre las cabezas de los actores y especialistas como limitación, recreando algunos precedentes con dicho punto de vista como 'Enter the Void’ (2009), 'Maniac' (2012) o la reciente zombie movie ‘Pandemic’ (2016).

Lo primero que a uno se le viene a la cabeza cuando el personaje principal abre los ojos y se encuentra en un laboratorio en el que le miran técnicos con batas, es estas asistiendo a una escena calcada del nacimiento de Robocop, con su visión de punto de vista robótica, pero conforme la acción explota, parece más bien una secuela de ‘Crank’ (Crank, 2006) en clave found footage o una versión puesta de speed y cocaína de ‘El hombre de los seis millones de dólares’ (The Six Million Dollar Man, 1973-8).

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Futuros del entretenimiento

Una vez entrado en el juego, la sucesión de escenas de acción es tan rauda que a menudo uno se olvida de la trama real. Hablamos más de una vivencia del momento, superficial, que de una película de narrativa convencional. La idea es un tanto experimental y permite, sobre todo, crear una experiencia técnicamente alucinante, que hace preguntarse en cada momento cómo habrán conseguido rodar los stunts de cada una de las escenas de saltos, caídas, vueltas, carreras y acrobacias propias de superhombres.

Una filigrana de planificación que replantea el arte secuencial como concepto y se funde con las dinámicas del videojuego shooter de toda la vida, creando un híbrido que puede parecer insuficiente, pero supone un paso de gigante en el diseño de experiencias del futuro, y guiña a una fusión del mundo del cine y el videojuego que, con la llegada del VR y las cámaras de 360º puede estar mucho más cerca de lo que imaginamos.

Quizá por eso, la estructura convencional de secretos desvelados y un gran mcguffin no dé la sensación de tener una historia demasiado trabajada. Y no lo está, pero contrariamente a lo que pueda parecer a primera vista, no se trata de una falta de fondo sin intención. La falta de trama es casi una consecuencia de su formato e intenciones. Dentro de la propuesta, las carencias en la historia son casi una especia, una búsqueda de la sensación de aturdimiento e incluso un recurso para compartir las dudas del personaje.

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Trama en los huesos

La estructura se engarza a través de un misterio que el protagonista va descubriendo mientras es perseguido y se suceden las escenas de violencia, pero lo que prima es la efectividad de lo inesperado, un viaje que tiene como hilo conductor las sucesivas apariciones del personaje de Sharlto Copley, quien tien la extraña capacidad de crear un personaje(s) hilarante(s) y desagradable(s), catalizador de muchos peligros y falta de confianza. Todas las respuestas se acumulan en un final, en cierto modo esperable y predecible, pero que siempre guarda algún giro extra para sorprender.

No puede decirse lo mismo de los personajes, empezando por el mismo protagonista. Por ello, como cine-experiencia es una pieza diferente, disfrutable y fácil de olvidar. Puede que el movimiento cause agotamiento, mareo y la carencia de asideros emocionales hagan salirse fácilmente de un entramado que llega a morir casi antes de terminar, pero no puede obviarse el poder de su energía cinética y el meticuloso trabajo de coreografía sangrienta que ofrece del primer al último minuto.

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