Tras un mes en cartelera, 'Mamá' (Andrés Muschietti, 2013) cedió el número uno de la taquilla española a 'Hansel y Gretel: Cazadores de brujas' ('Hansel & Gretel: Witch Hunters', Tommy Wirkola, 2013), un producto bien vendido, destacándose una llamativa propuesta, protagonistas atractivos y el formato 3D --"falso" 3D, de postproducción--, una de las pocas razones que aún arrastra a la gente al cine. Pese a la semejanza en el título con la reciente (y desastrosa) 'Abraham Lincoln: Cazador de vampiros' ('Abraham Lincoln: Vampire Hunter', Timur Bekmambetov, 2012), el último trabajo de Wirkola es fruto de una de las corrientes del actual cine norteamericano: dar una "moderna" vuelta de tuerca a tradicionales cuentos infantiles. De este modo, narraciones populares como las atribuidas a los hermanos Grimm se han convertido en un filón para propuestas comerciales de diversa índole.
Por suerte, 'Hansel y Gretel: Cazadores de brujas' es consciente de su absurda propuesta, optando por la ligereza y el espíritu lúdico que hallábamos en la estimable 'Blancanieves' ('Mirror, Mirror', Tarsem Singh, 2012), en lugar de buscar la aparatosidad y la forzada épica de la tediosa 'Blancanieves y la leyenda del cazador' ('Snow White and the Huntsman', Rupert Sanders, 2012). Puede que influyera la cuestión presupuestaria --el segundo camino es más caro-- pero viniendo del director de 'Zombis nazis' ('Død snø', T. Wirkola, 2009) resulta evidente que ante todo es una cuestión de personalidad. Lamentablemente el cineasta noruego no tiene el ingenio suficiente ni el talento necesario para lograr que funcione el desmadrado entretenimiento que pretende, resultando una película torpe con algunas ideas divertidas. Como llamar Edward a un troll o que Hansel sea diabético.
'Hansel y Gretel: Cazadores de brujas' arranca con un prólogo que resume el relato sobradamente conocido por todos. Pero con un montaje de videoclip, muy veloz y ruidoso. Hansel y Gretel son misteriosamente abandonados en un bosque, en mitad de la noche, y encuentran una casa comestible. En lugar de comportarse como lo harían dos críos hambrientos ante un montón de chucherías, los hermanos entran en la vivienda y descubren que todo es una trampa de una bruja muy fea --también las hay guapas--; pero también es muy tonta y débil así que se la cargan antes de que ella se los zampe. Desde entonces, Hansel y Gretel se especializan en perseguir y matar brujas, convirtiéndolo en su profesión. Por suerte para ellos es un estupendo negocio en ese momento y se ganan una reputación como cazarrecompensas...
En buenas manos este (disparatado) punto de partida podría dar bastante juego --el trauma infantil, la sed de sangre, la locura de las acusaciones de brujería...-- pero Wirkola va a lo fácil, a la frase graciosa, la pose chulesca, la acción mecánica y las escenas que hemos visto mil veces. El noruego no es hábil con los diálogos --la mayoría de las frases están muy gastadas-- ni con la puesta en escena --tritura las peleas en demasiados planos y mueve tanto la cámara que no ves nada--, su trabajo es un batiburrillo de clichés, tonos e influencias en el que el aficionado puede encontrar huellas de la saga 'Evil Dead' de Sam Raimi, la serie de Buffy Cazavampiros creada por Joss Whedon o el Sherlock Holmes de Guy Ritchie. El mayor mérito de Wirkola es haber sido fiel al objetivo de divertir a toda costa --quizá ahí fuera de ayuda contar con productores como Will Ferrell y Adam McKay-- y no cortarse con las escenas sangrientas.
La trama está estructurada en torno a dos conflictos que están relacionados: una misión más complicada de lo habitual, donde hay que acabar con el plan de una superbruja, y el enigmático pasado de Hansel y Gretel, que casualmente descubren su viejo hogar durante la faena. Es curioso cómo incluso en un producto de este calibre se tiene la necesidad de "complicar" (dentro del cine palomitero) los orígenes de los personajes, pretendiendo sorprender al público con giros que resultan evidentes desde que se deslizan las primeras pistas --"¿Te has preguntado por qué los hechizos no nos hacen afectan?"--. En el destartalado entramado argumental montado por Wirkola hay sitio para un romance, ingrediente parece que obligado en un producto comercial.
Lamentablemente, el noruego pone también el piloto automático en ese asunto, en lugar de plantear de manera más cómica y ambigua la relación de Mina (Pihla Viitala) con Hansel, a quien se le ve incómodo tratando con el género femenino que no es carne de hoguera --en este sentido, la brujería podría ser una metáfora de cierto modo de vida con mala reputación, justificando la inseguridad de un confundido Hansel... pero esto solo tiene sentido en mi cabeza, supongo--. En general, y es otro punto a favor de Wirkola, los actores cumplen con sus roles y parecen contagiarse del espíritu desvergonzado que vende el film. Jeremy Renner y Famke Janssen son los más acertados, Gemma Arterton se limita a estar irresistiblemente bella y otros como Peter Stormare y Thomas Mann merecían más minutos.
En definitiva, aparte de ir con mínimas expectativas y (si es posible) con amigos de risa fácil, lo más adecuado a la hora de encarar esta 'Hansel y Gretel: Cazadores de brujas' es tomársela como una lujosa "serie B" --50 millones de dólares costó el juguetito aunque no los luzca en ningún momento-- que trata de complacer al espectador de la manera más rápida y bruta. Es de esa clase de entretenimientos que necesitan desesperadamente que el público tenga ganas de fiesta. Y solo dura 88 minutos. Pero como te la tomes de otra manera, vas a morir de aburrimiento.
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