Allí donde en 'Atrápame si puedes' ('Catch Me If You Can', Steven Spielberg, 2002) la prolongada duración no era un estorbo para poder disfrutar de forma plena del impresionante entretenimiento que planteaba el biopic protagonizado por Leonardo DiCaprio; en 'La terminal' ('The Terminal', 2004), tercera producción que unía a Spielberg con Tom Hanks, son sus 128 minutos uno de los mayores escollos que tiene que vencer esta comedia de puntuales tonalidades agridulces que convierte al camaleónico intérprete en el ciudadano de un imaginario país de Europa del Este que se queda atrapado en el JFK neoyorquino cuando su tierra natal sufre un golpe de estado.
Quizás dos horas no parezcan mucho —sobre todo si se comparan con los metrajes de las dos cintas que ya hemos comentado esta semana de Spielberg— pero cuando transcurren por algunos de los senderos episódicos que el guión de Sacha Gervasi y Jeff Nathanson apuntan aquí, la primera impresión que el espectador se lleva de esta fábula de aspiraciones caprianas es que, a cada momento que la trama mira a la mayoría de los personajes satélites que el libreto sitúa alrededor del Victor Navorski, la cinta pierde fuelle, interés y termina desviándose en exceso del genial y brillante foco que es el personaje al que da extraordinaria vida Tom Hanks.
Por merienda
Y si digo a la mayoría y no a todos es porque hay un compañero de reparto al que Hanks no consigue hacer sombra, ese Stanley Tucci convertido aquí en director de aduanas que le hace la vida imposible al personaje principal y que demuestra, como ha hecho incontables veces, que su participación como secundario es un lujo que, desafortunadamente, pocas veces ha encontrado traducción en que se le hayan otorgado papeles protagonistas a la altura del talento que posee. De hecho, me atrevería a afirmar que las mejores escenas de 'La terminal' son sin duda las que comparten Hanks y Tucci o aquellas en las que éste último se hace grande en el talante cínico de su personaje.
A su lado —al lado de Hanks y Tucci— el resto de intérpretes de 'La terminal' se mueven en un ámbito más bien reducido que va desde lo correcto con repuntes brillantes de una bellísima Catherine Zeta Jones hasta lo olvidable del trío de amigos que Navorski hace en el espacio del aeropuerto. Terna de personajes de apoyo para que el relato adquiera mayor variedad y no sólo se centre en los denodados esfuerzos del protagonista por salir de los confines del JFK y poder ir a Nueva York a cumplir una promesa, el encargado de la limpieza hindú, el transportista afroamericano y el empleado de alimentación hispano parecen puestos ahí más por "corrección política" que por necesidad.
No es que Kumar Pallana, Chi MacBride y Diego Luna sean malos intérpretes, es que sus personajes son tan prescindibles que, eliminados de la trama, ésta podría haber discurrido con bastante más fluidez de lo que lo hace al centrarse en lo realmente interesante, un Tom Hanks que se los merienda sin esfuerzo a todos ellos —y a Zoe Saldana, que también aparece por aquí— y que, exagerado acento de la Europa del este en ristre, es motivo de asombro y admiración perpetuos a cada intervención que tiene, siendo especialmente brillante, por poner un ejemplo, el momento en que ve a través de los televisores de la terminal que su país ha sido objeto del citado golpe de estado.
'La terminal', fábula a medio gas
Contando pues con un protagonista principal en perpetuo estado de gracia, Spielberg lo tiene bastante fácil para, poniéndolo en la situación que sea, salir más que airoso sin esforzarse al cien por cien. Tanto es así, que en lo que a dirección estrictamente se refiere no hay aquí ni rastro del mago del séptimo arte que el cineasta ha demostrado sobradamente ser cuando así lo ha querido. Tomándose pues unas vacaciones de sí mismo, la traducción visual que Spielberg hace del guión queda expuesta como un desangelado conjunto de escenas sin personalidad ni carácter que, seamos francos, podría haber rodado cualquier realizador siendo el resultado el mismo.
Blanda —extremadamente blanda— y con un punto de patriotismo casposo de esos que duele a los menos dispuestos a pasar por el aro de las barras y estrellas y que la hace bastante menos inofensiva de lo que parece ser a primera vista, 'La terminal' es pues un filme menor en el conjunto de la trayectoria de Steven Spielberg por lo mucho que supone un brusco parón después del superlativo encadenado que el realizador venía llevando a cabo de forma ininterrumpida desde 'Salvar al soldado Ryan' ('Saving Private Ryan', 1998) con cuatro producciones que se cuentan, sí o sí, entre las mejores de su carrera.
El que no decepciona es la mitad más inseparable de cuantas ha colaborado con Spielberg desde 'Loca evasión' ('The Sugarland Express', 1974), un John Williams al que no podremos escuchar este viernes en 'El puente de los espías' ('The Bridge of Spies', 2015) —por edad y compromisos galácticos el maestro ha cedido el puesto a un Thomas Newman que cumple y poco más— y que aquí nos regalaba dos potentes temas, uno melancólico asociado, entre otras cosas, al enamoramiento de Hanks hacia Zeta Jones y otro, de corte cómico, íntimamente ligado al personaje central que es el que mayor protagonismo adquiere a lo largo de esta afable tontería que es 'La terminal'.
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