Pablo Schreiber o Natascha McElhone encabezan el reparto de una adaptación que, por fin, hace justicia al material original pero aún le queda bastante para brillar
Prácticamente desde que se convirtió en el éxito más grande de la marca Xbox, la serie de videojuegos de 'Halo' ha buscado su hueco en el audiovisual, con productores de la talla de Peter Jackson o Steven Spielberg. Más de 20 años después de su debut, Paramount (en España la podemos ver en SkyShowtime) ha estrenado una serie de gran presupuesto que adapta la historia. ¿Cómo de bien? Eso depende.
La historia creada por su desarrolladora, Bungie, tenía los suficientes elementos para conseguir algo especial. Prueba de ello son las novelas: la primera, 'La caída de Reach', es una revisión de 'El juego de Ender' con una de las mejores batallas espaciales que te puedas echar a la cara. Hubo cómics de relumbrón gracias a Marvel que contaron con autores como Moebius, Simon Beasley o Brian Michael Bendis.
Y también, seamos sinceros, un montón de purrela audiovisual surgida justo cuando, en los videojuegos, la franquicia empezó a perder el rumbo argumentalmente hablando, esto es, con 'Halo 4'. Desde la fallida adaptación de Neill Blomkamp, cuya cancelación propició el rodaje de 'Distrito 9' (el fan de Halo flipará al atisbar algunos diseños de armas y vehículos sospechosamente parecidos), lo único medianamente potable para un espectador medio fue 'Halo Legends'. Hasta ahora.
Una rebelión, una invasión, un soldado
La historia de la serie 'Halo' toma elementos de los juegos y las novelas, pero las desarrolla a su aire para crear una propia. Y empieza bastante bien, en el planeta Madrigal, que aloja una colonia rebelde contra la UNSC (Comando Espacial de las Naciones Unidas)... en medio de una guerra intergaláctica de los humanos contra el Covenant, una alianza de razas alienígenas unidas por el fanatismo religioso.
Para los que les gusta pensar que la cultura tiene que ser, o es, impermeable a la realidad, sirva la existencia de esta alianza como prueba y consecuencia de que los primeros juegos se lanzaran en la década de los 2000, cuando Al Qaeda estaba en boca de todos.
Cuando el Covenant asalta dicha colonia rebelde, un escuadrón de Spartans, supersoldados comandados por el Jefe Maestro (Pablo Schreiber, el agente Pornstacho de 'Orange is the new black') salvan… bueno, solo consiguen proteger la vida de una única persona: Kwan (Yerin Ha). El motivo del asalto es un artefacto que busca el Covenant en Madrigal y que podría llevarles a un destino glorioso augurado en unas viejas profecías.
El Jefe Maestro activa el artefacto y empieza una persecución entre planetas y una escalada en la guerra de humanos y alienígenas. Por un lado, el Jefe quiere recuperar su humanidad, siniestramente emborronada por el proceso que le convirtió en súper soldado; por otro, descubrir qué conexión tienen los artefactos con su propia infancia y en qué medida podría ayudar en la guerra.
Hincha que te hincha
Por supuesto, no es el único hilo argumental de la serie, pero casi el más inteligente y también el que se siente más cohesionado, quizá porque es una búsqueda del tesoro de manual de guión, si consideras que el tesoro son los preciosos recuerdos del Jefe Maestro.
El resto de hilos se entrelazan con algo de torpeza, siendo el más irrelevante el de Kwan. Por un lado, sirve para matizar a los Spartans y mostrar lo que significa para uno de ellos abandonar el servicio activo e ir por su cuenta; por el otro, sigue a Kwan en su recorrido por los entresijos de la Resistencia contra el régimen de la UNSC, además de su posición y la de su familia en ésta.
Lo que no puede ser es que esa parte de la historia se detenga a dos capítulos del final de temporada, con un desenlace que no es ni bueno, ni malo, sino desconcertante, como si los guionistas se hubieran dado cuenta en el capítulo 5 de que, si dedicaban más tiempo a Kwan, no podrían tener un final a la altura. Se notan los baches de la producción, bastante accidentada y afectada por la pandemia.
Y hablando de finales, reconozco haber visto el último capítulo con satisfacción y una sensación rara, como un día que acabé masticando un chicle junto a su envoltorio. Conceptualmente, cerrar el círculo sobre la humanidad del Jefe Maestro en negativo es interesante, pero su dramatización es insuficiente, sosa.
No ayuda que la situación que le lleva ahí está forzada y la solución de usar a Cortana no suponga diferencia alguna entre la forma de luchar del Jefe Maestro en el capítulo piloto y esa batalla final: o a la primera le sobra espectacularidad, o a la segunda le falta.
Un reparto galáctico con una estrella
En una franquicia donde el personaje más importante es el Jefe Maestro, es curioso cómo se puede acertar tanto con el casting y, a la vez, causar un poco de encogimiento de hombros. Schreiber, aunque va sobrado de excusas para quitarse el casco, ES el Jefe Maestro y su aplomo, sus dudas y la fractura mental de su personaje están ahí. Le podemos descartar.
Porque algo falla. No se trata de algo catastrófico: es como montarte en un coche con piezas de alta gama y descubrir que, salvo picos ocasionales, no puede subir de 100 kilómetros por hora con el aire acondicionado puesto. Es un Porsche con el alma de un Ford Fiesta, el lujo reconvertido en utilitario.
Sobre el papel, hay varios personajes fascinantes. Bokeem Woodbine viene a divertirse como Soren, ex Spartan reconvertido en halcón de los bajos fondos; Kate Kennedy es Kai, otra Spartan que descubre su humanidad de forma más errática y peligrosa que sus compañeros; Charlie Murphy interpreta a Makee, una humana abducida en cuerpo y mente por el fanatismo del Covenant.
Pero todas y cada una de sus tramas se desarrollan con altibajos impropios del combustible que lo alimentan: en el caso de Bokeem, su historia está vergonzosamente mutilada por una trama principal que ya le había regalado demasiados minutos.
Salvo una excepción: Natascha McElhone, una actriz a la que estamos demasiado acostumbrados a dar por sentado porque no tiene el olfato, el gusto o el agente que sí poseen actrices como Reese Witherspoon. Diez minutos en 'El show de Truman' bastaban para convencernos que era la media naranja de Jim Carrey. Pese a los bandazos del guión, su presencia e interpretación en 'Californication' nos recordaban, a veces con dos miradas, por qué el personaje de David Duchovny no podía olvidarla. En ‘Halo’ vas a adorar odiarla.
Su doctora Catherine Halsey tiene más de Oppenheimer, de desprecio absoluto por la vida en honor a un bien mayor, que de científica benigna o mentora. Es rastrera y ni siquiera cuando parece vulnerable, lo es de verdad. Vive en una partida de ajedrez en cinco dimensiones contra pazguatos jugando al cinquillo y lo gozan, tanto McElhone como la propia Halsey, regodeándose en una villanía que consideran a la vez excesiva y necesaria.
Inusual espíritu crítico
Decía que, como adaptación, 'Halo' opta por contar la historia a su manera y, gracias al cielo, olvidarse de guiños o enlaces con las tramas que actualmente lastran los videojuegos. Como ya sabemos, esto es un arma de doble filo para los responsables de la adaptación, para el espectador y para el que escribe una crítica al respecto.
Guionistas, actores y directores tienen que elegir, conscientemente, separarse del material de partida. A veces es por ego, a veces es porque, por mucho que quieras ver una adaptación literal, videojuegos y cine o tele son medios distintos. Haz que un videojuego se parezca demasiado a los segundos y te entran ganas de lanzar el mando contra la tele; haz que una peli sea demasiado como el videojuego y tienes arritmia y cuestionables decisiones narrativas.
Los espectadores y fans esperamos una traslación literal que solo bajo condiciones muy concretas puede funcionar (como 'The Last of Us', donde los valores cinematográficos superaban la jugabilidad).
Me resulta difícil no levantar la mano ante una franquicia que, desde 2003, me ha llenado de buenos momentos; o una serie que se ha envalentonado a subrayar los aspectos más oscuros del trasfondo de los juegos, escondidos (tal y como se hace en la vida real) bajo la alfombra del heroísmo. Razones subjetivas aparte, 'Halo' es mejor de lo que esperaba y peor de lo que podría haber sido.
Spartan 117, no te siento
Como adaptación de 'Halo', hay que exigir mucho más que unas peleas visualmente emocionantes, una lista de personajes que hemos visto en píxeles, una perspectiva actual a la política de los juegos originales o una estética que, siendo ShowTime, espero que algún día podamos ver en streaming a más de 1080p, porque está bien lograda.
El punto más decepcionante, aparte de los mencionados altibajos de la historia o de tramas sin fuste, es el de la música. La partitura de Martin O’Donnell y Michael Salvatori era icónica en su tema principal (los coros, la fanfarria), pero también tan variada y llena de texturas como el universo gráfico, con escalas y leit motiv distintos según el capítulo y las fuerzas que intervinieran en él. O dicho en román paladino: la música te decía contra quién luchabas, cuáles eran tus opciones de sobrevivir y dónde se presentaba la batalla.
De nuevo, la Saga del Reclamador iniciada con ‘Halo 4’ dio al traste con esta concepción (si me preguntas, sigue una crisis general en el audiovisual, donde la música pierde matices para ser el mejor ruido de fondo posible), pero ahí está el trabajo previo para alimentar e inspirar la serie. No digo que calquen como en las películas de ‘Silent Hill’, que adaptaron el material de partida como una cinta de grandes éxitos recorre una discografía: lo que se gana en potencia, se pierde en coherencia.
Así que otra de las quejas que meter en el saco tiene que ver con que la serie ‘Halo’ sufre de una música sin poso que, como un recopilatorio de grandes éxitos, no da al espectador motivos suficientes para disfrutarla si no ha conocido el material original.
Lo que no nos podemos quejar los espectadores españoles es con el trabajo de traducción, adaptación y doblaje. Javier Pérez Alarcón recoge los términos que estamos acostumbrados a escuchar en los juegos y traslada los matices de unos personajes, los Spartans, casi robots, en este proceso de cambio a casi humanos.
Además, las voces en los juegos de David García Vázquez y Ana Esther Alborg se encargan del doblaje, respectivamente, del Jefe Maestro y de Cortana. Alborg incluso es la directora de este doblaje. En los juegos llevan haciéndolo desde 'Halo 3'... ¡hace 16 años! Son de la familia y vienen junto a un buen reparto, como la voz habitual de Natascha McElhone (María Jesús Nieto) y un Roberto Encinas como Soren que disfruta cada línea de diálogo.
Veredicto: una serie a punto de cristalizar
En el mundo de 'Halo', el Covenant tiene una táctica despiadada y atroz como arma definitiva: la cristalización del planeta mediante bombardeo de plasma. Si descubres que van a usarlo contra tu mundo, te conviene coger una nave y marcharte, o abortar sus planes.
En nuestro planeta y en nuestro idioma, cristalizar suele tener un uso más bonito: como algo que toma forma definida, que revela poco a poco su valor.
Pues bien, la serie de 'Halo' consigue, por fin, lo que otras películas y series rozaron, que es una historia interesante de verdad y que no necesite haber comprado juegos durante casi dos décadas para comprenderla. Tiene bastante carisma, sentido del espectáculo y presupuesto para plasmarlo.
Pero le falta un poco de todo. Capítulos más concretos y tramas que no parezcan pegadas con chicle para llegar a una duración estándar. Ambición y arrojo. Música de verdad. Y la segunda temporada, confirmada felizmente por Paramount, será la prueba de fuego: cuando 'Halo' acabe arrasada o tome la forma que se merece, la de un anillo capaz de sobrecogernos. De momento, disfrutemos de lo que tenemos: algo es Halo.
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