Guillermo del Toro: 'Cronos', sed de sangre

Su infancia y adolescencia había transcurrido, como la de muchos cineastas de renombre, soñando y filmando de las formas que pudiera encontrar, primero con la cámara super 8 de su padre, después con otros medios, las ideas que bullían en su cabeza a 24 fotogramas por segundo. Llegados los ochenta, si algo tenía claro Guillermo del Toro era que su vocación, aquella a la que dedicaría su vida fuera como fuera, era el cine, una disciplina en la que se introduciría mediante el mundo del cortometraje —mi compañero Mikel os dejó el otro día el video de 'Geometría', el último corto que rodó en 1987— para pasar después al de los efectos especiales a través de Necropia, su propia compañía de trucajes visuales, y desembarcar en última instancia en la dirección de un largometraje.

Cinco largos años tuvieron que transcurrir para que el cineasta mexicano consiguiera lograr de alguien la atención necesaria para poder exponer la idea que había plasmado en una historia llamada 'El vampiro de Aurelia Gris', un particularísimo guión sobre "chupasangres" pasados por mil y un tamices diferentes que llegaría a manos de Bertha Navarro, productora de 'Cabeza de vaca' (id, Nicolás Echevarría, 1990), la cinta sobre el conquistador español protagonizada por Juan Diego en la que Del Toro estaba encargado de los efectos de maquillaje y que, a la postre, se convertiría en la figura decisiva para la puesta de largo en el séptimo arte del cineasta.

En 'Cronos' Del Toro nos cuenta la historia de Jesús Gris —espléndido, como siempre, Federico Luppi— un anticuario que encuentra dentro de un arcángel una especie de huevo de oro grabado con intrincados símbolos que oculta a un insecto que, activado, prolonga la vida otorgando a cambio una desmedida sed de sangre al usuario. Dicho "huevo" fue invento de un alquimista y es objeto de deseo desde hace años por parte de Dieter de la Guardia, un próspero industrial europeo que, enfermo terminal, lo desea para sí, no dudando en utilizar a su sobrino —Ron Perlman, una de las constantes del cine de Del Toro— como matón para conseguirlo a cualquier precio.

Como decía más arriba, la historia de vampiros que aquí nos presenta Del Toro está pasada por el tamiz de multitud de referencias y géneros —evidentes y confesadas son las influencias de la Hammer—, mezclando el cineasta mexicano, como hará a lo largo de casi toda su filmografía, elementos de drama, terror, suspense, comedia y fantasía, dando como resultado un artefacto cuyos engranajes no funcionan todo lo fluido que fuera deseable. Quedando el filme determinado por la bisoñez del cineasta, al menos en lo que a desarrollo de la trama se refiere, ésta renquea en no pocas ocasiones debido a los constantes cambios de tono al que el realizador somete a su ópera prima.

Así, y concretando el discurso anterior en dos grandes áreas —lo que funciona y lo que no— me atrevería a afirmar que las áreas más disfrutables de 'Cronos' son aquellas que se centran en el personaje de Federico Luppi y en la relación de dependencia que se crea entre éste y el "huevo", así como aquella en la que Del Toro profundiza de cara a la nieta de Jesús Gris, una niña que es testigo mudo de todo el proceso de degeneración que sufre su abuelo y que, en cierto modo, es el personaje inverso al del acompañante del vampiro de 'Déjame entrar' ('Lat den Rätte Komma In', Tomas Alfredson, 2008), sin llegar, eso sí, a los límites que marcaba el genial filme nórdico o su no menos espléndido remake estadounidense.

En cuanto la narración abandona a su figura central y se centra en la del moribundo empresario, el filme pierde fuelle y el tono del mismo cambia de forma radical, alejándose por completo de lo que podemos observar en su otra vertiente y haciendo gala aquí de una fuerte desorientación palpable desde la butaca que queda ejemplificada en el personaje de Perlman y en el humor negro que le acompaña, un humor que Del Toro irá perfeccionando con los años pero que aquí todavía se muestra en sus formas más toscas.

Ahora bien, donde realmente reside el interés de 'Cronos' más allá del análisis de sus fortalezas y debilidades —entre las primeras encontramos también, no cabe duda, la precisa labor de los efectos maquillaje y lo conciso de la dirección de Del Toro— , es en servir de prefigurador de dos de los más importantes elementos que posteriores filmes del mexicano irán mostrando en mayor o menor medida: la obsesión por el mundo de la entomología y la relación entre anciano-niño/joven, factores ambos que, como decía, han ido abriéndose paso a lo largo de casi todos sus filmes.

Aunque habrá lugar para ella en títulos posteriores como 'El laberinto del fauno' (id, 2004), será en 'Mimic' (id, 1997) donde Guillermo Del Toro dejará ver con mayor intensidad esa filia por el mundo de los insectos que aquí se encarna en el que encierra el misterioso objeto que funciona como particular McGuffin de la trama, sirviendo al mexicano para representar, en última instancia, la fragilidad de la civilización en un discurso al que no le son ajenos las constantes referencias religiosas que trufan la iconografía de la cinta de principio a fin, con alusiones que van desde la evidente del nombre del protagonista, hasta las más sutiles de (atención spoilers) la forma de su "resurrección" o la importancia del color rojo más allá de la sangre. (fin spoilers)

Definido por su máximo responsable como "una fábula moral sobre el deseo de no perder el alma y la virtud, y exaltar un valor […] el amor, por el cual se redime el protagonista" 'Cronos' es un filme que ha ganado en matices con el paso de los años aunque estos también hayan servido para exponer de manera más descarnada esa desorientación en cuanto al tono de la que hablaba más arriba. Con todo, una ejemplar piedra fundacional para lo que estará por llegar que, eso sí, resulta muchísimo más encomiable que el irregular filme con el que el cineasta arrancará su carrera en Estados Unidos. Pero, como suele decirse, eso es otra historia...que os contaremos la semana próxima.

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