La historia de invasión marciana, ‘La guerra de los mundos’ de H.G.Wells resurge cada cierto tiempo de entre los escombros para recordarnos que el relato de la tierra siendo atacada por una amenaza externa sirve como comodín para explicar las ansiedades de cada época en la que se estrena una nueva versión. Para los que vivieron las Grandes Guerras, la versión de radio de Orson Welles emitida en Halloween en 1938 logró sacar la histeria a la calle con solo ondas de audio.
Hollywood tuvo su primer contacto con la novela de 1898 en 1953. No es de extrañar que fuera en una década en la que surgió toda una ola de películas de ciencia ficción producto de la paranoia nuclear. El músico Jeff Wayne convirtió el texto en un una ópera rock musical en 1978. Pero no sería hasta otro cuarto de siglo más tarde cuando Steven Spielberg puso a Tom Cruise bajo el fuego cruzado en la actualización de 2005, que recogía el miedo post 11-S basando los ataques en el pánico terrorista y el miedo a la exposición globalizada a lo externo.
El concepto de la invasión alien ha marcado la cultura popular, sin ser adaptaciones propiamente dichas, pero desde ‘V’ (1984) a ‘Independence Day’ (1996), pasando por ‘The Tripods’ (1984), la historia nunca ha tenido tiempo de perder vigencia en la conciencia pública, especialmente en las últimas décadas. La nueva miniserie de tres partes de la BBC es la primera versión establecida en el período británico del texto original de Wells, aunque Peter Harness ha realizado algunos cambios importantes en la trama.
Sin que el mundo haya cambiado demasiado respecto hace 15 años, puede decirse que esta nueva versión de la obra llega en un periodo convulso, similar a la de los años 30, en el que los grandes movimientos de ultraderecha están alzándose en todo el mundo y en el que Gran Bretaña vive envuelta en las incertidumbres de un Brexit que no llega, pero les dibuja como un estado supremacista, aislado y con fobia a los extranjeros.
Imperialismo extraterrestre
Esta nueva adaptación se toma con calma su progresión dramática. La primera media hora se dedica a desarrollar los personajes y el clima político de la época, antes de que la invasión se desate gradualmente. Las alegorías del texto a lo largo de los años regresan a la fuente y aquí parece reflejar los problemas bien documentados de la Primera Guerra Mundial en Gran Bretaña. El imperio en el que no se pone el sol, los amos de la guerra y otras proclamas de las que el Reino Unido ha sacado pecho desde entonces son mostradas con un ojo puesto en la actualidad.
La soberbia británica se expone como la principal culpable de la situación por la que atraviesan y si en la realidad se traduce en un odio al inmigrante, en la miniserie se establece como la principal razón por la que la reacción del gobierno empeora la invasión. El uso de la fuerza bruta de la que alardean se convierte en cenizas frente a la devastadora llegada de los marcianos. En vez de usar la estrategia, el despliegue de fuerzas armadas acaba en un sucesivo desastre.
Pese a que la estructura que propone sigue los pasos de la novela en distintas variaciones, la principal diferencia está en los personajes, una pareja que se ve separada por los acontecimientos. Pero la novedad principal (SPOILERS) es el uso narrativo de un salto temporal al futuro que describe una sociedad casi postapocalíptica que en dónde se narrará el tercio final del libro, la lucha con los marcianos mediante la microbiología y la ciencia. Haciendo un apunte nada velado sobre las consecuencias del cambio climático. (Fin Spoilers)
No hay futuro en el sueño de Inglaterra
En ese erial de vegetación roja hay una reivindicación del poder de la ciencia frente al uso de las armas, y al mismo tiempo se dibuja un futuro alegórico de un Reino Unido sumido en tinieblas que también se puede leer como la consecuencia del aislamiento, una realidad de un Brexit lleno de nubes. El despliegue de medios para describir los efectos y ataques de los marcianos es muy superior al que una serie al uso puede ofrecer y hay secuencias impresionantes, como los primeros ataques de los trípodes.
Quizá el momento álgido de los tres capítulos es el émulo de Dunkerque, el rescate de la población británica por la flota naval mientras los marcianos acechan hacia la playa. Una secuencia de escala panorámica masiva, trepidante y con todos los medios de una gran película en funcionamiento. Como en la mayoría de adaptaciones, el tercer acto redimensiona los acontecimientos a un microcosmos más íntimo, en dónde las naves dejan salir a los monstruos, llevando a la serie hacia el terror.
El diseño de los extraterrestres no es demasiado original, pero al menos la lucha que se lleva a cabo no da lugar a un anticlímax tan acusado como en la versión de Spielberg y la lucha tiene más grados de discusión. Mientras, el núcleo emocional de los personajes tiene repercusiones más culebronescas, quizá el aspecto que menos entusiasma, porque en conjunto es una visión épica de una invasión con un tono serio y atemporal, niveles de producción y guion notables y una oportuna sátira de la incompetencia arrogante de los gobernantes de las islas.
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