Netflix ha tenido un fuerte aliado en sus miniseries True Crime, pese que en algunas ocasiones esa denominación ha dado productos que cruzan la final línea del sensacionalismo que pone el género en controversia, otros son excelentes retratos sociales que trascienden el relato policiaco y el morbo. Uno de esos casos es esta ‘Gregory’, una crónica brillante sobre uno de los casos criminales más sobrecogedores de la historia de Francia.
Dirigidos por Gilles Marchand con un balance dramático absorbente, sus cinco episodios siguen una estructura de relato de suspense, con sus respectivos cliffhangers, para narrar un caso real muy retorcido cuyo final sigue siendo un misterio, algo que invita a la propia interpretación de lo expuesto y a la investigación interactiva, al igual que lo hacía ‘Making a Murderer’, aunque en esta ocasión los detalles del caso no son tan importantes como su relación con la sociedad.
El martes 16 de octubre de 1984, se denunció la desaparición de Grégory Villemin, de cuatro años, y luego se le encontró muerto en el río Vologne, en la región francesa de los Vosgos, con cuerdas atadas en las manos y los pies. Este penoso crimen dio lugar a una saga judicial y mediática de tres décadas que continúa embrujando a la población francesa. Hasta el día de hoy, la autoría del asesinato sigue sin resolverse y ha desconcertado a algunas de los mejores profesionales que han trabajado en el caso.
Un reflejo de una sociedad decrépita
Pero más allá de los falsos culpables, implicados y pruebas, la historia se ha convertido en una gran fuente de dolor y venganza que describe a cámara lenta cómo una familia se desmorona ante la tragedia. El caso Grégory es el equivalente al caso Alcasser en Francia, un relato criminal pútrido que se alimenta por detalles sórdidos, giros trágicos y un tratamiento periodístico sensacionalista, poco ético y sin consideración por las víctimas. Ver cómo el relato se apodera de la sociedad durante décadas es casi asistir a una lección de historia.
La serie sigue un orden cronológico, recuperando los incidentes de 1984 y colocando la secuencia de acontecimientos cuidadosamente frente a nosotros. El asesinato es el punto de partida para estudiar las complejidades de los Villemin, que se van desentrañando gradualmente a través de secretos familiares y verdades incómodas. Como trasfondo se usa la película ‘Le Corbeau’ (1943) de H.G. Clouzot, un clásico del cine negro francés que da las claves del principal villano de la historia real.
El Cuervo fue el nombre que la familia Villemin le dio a la persona anónima que les atormentaba por carta o por teléfono con datos y amenazas previas al asesinato antes de desaparecer. Hubo un sospechoso original, a lo que siguió una nueva tragedia en la familia, y otros giros insospechados hasta que se comenzó a construir el caso contra la madre del niño, Christine Villemin por el superintendente Jacques Corazzi que aplicó una buena serie de estereotipos sexistas a su investigación, llegando a dudar por el propio aspecto de la imputada.
Un limbo de confusión
Teorización insultante, misoginia, juicio público, ineficiencias, torpezas suposiciones e interpretaciones terribles hasta del video del funeral de Grégory durante el cual la madre solloza en voz alta, gritando el nombre de su hijo y se la pone en cuestión. La periodista Marie-France Bezzina califica las imágenes como un circo y cada titular de periódico se clava sobre conciencia colectiva de Francia, el propio periodista aliado de la familia parece un parásito acercándose a ellos solo para tener material fresco.
Nadie parece limpio y sus relatos conforman una historia de infamia en lo que lo de menos ya es quién podría haber matado realmente a Gregory. La narración casi en tiempo real arrastra al espectador a través del desarrolló el caso y la reacción de la sociedad y los medios, siempre dejando espacio para sacar conclusiones propias sobre las posibles negligencias por parte de los investigadores y el oportunismo de los jueces al permitir que el asesino escapara. Entre entrevistas, fotos, audios e imágenes de archivo profusas, da una buena muestra de cómo el asesinato impactó en los medios.
‘Gregory’ tiene todos los ingredientes de un buen true crime, es apasionante y oscuro, y a menudo se desarrolla como un folletín de cine clásico, pero su misterio es como un agujero negro de venganza, celos, enemistades familiares y muchos enigmas, silencios y miradas que esconden información e indican una verdad demasiado terrible, quizá. Todos los elementos de un caso impenetrable son examinados con sencillez pero construyendo una atmósfera turbia que se retroalimenta con las voces de los protagonistas, un páramo adictivo, desolador y del que es difícil salir una vez has caído dentro.
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