'Gran Turismo' es una adaptación digna de podio: un espectáculo audiovisual arrollador y emocionante gripado por los lugares comunes del género

Neill Blomkamp dirige la adaptación del mítico simulador de PlayStation con un sorprendente gusto por los efectos prácticos y el realismo

Los caminos de la industria de Hollywood son inescrutables. Es de sobra conocida la tendencia de la Meca del cine a la hora de explotar hasta la saciedad fórmulas de éxito como pueden ser las secuelas tardías —o legacy sequels—, los siempre socorridos remakes o las sagas interminables basadas en propiedades intelectuales consolidadas, pero, aún así, siempre queda espacio para la sorpresa.

Entre las modas inagotables que llevan marcando la agenda de los grandes estudios desde hace una larga temporada se encuentran las siempre espinosas adaptaciones de videojuegos; un tipo de producciones indiscutiblemente prolíficas que siempre han sufrido al trasladar narrativas interactivas a un medio pasivo. Pero en la era de la explotación vía estudio de mercado, algo tan inusual como versionar un juego no narrativo es posible.

Este es el caso de 'Gran Turismo'; el largometraje con el que Neill Blomkamp ha traducido al lenguaje cinematográfico la legendaria franquicia de Kazunori Yamauchi en un cóctel imprevisible y satisfactorio —aunque irremediablemente familiar— a medio camino entre el drama deportivo de manual, el biopic más terrenal y el espectáculo audiovisual marca de la casa.

Más que coches

Desde que se anunció con el consiguiente arqueo de cejas generalizado, la película de 'Gran Turismo' ha estado marcada por por la comprensible desconfianza frente a una adaptación de un material original sin trama alguna ni personajes preexistentes; pero la estrategia de abrazar la historia real del gamer reconvertido en piloto Jann Mardenborough ha terminado resultando lo suficientemente efectiva como para disipar el escepticismo.

No obstante, para llegar al verdadero punto de inflexión que convierte la cinta en un entretenimiento más que digno de nuestro tiempo nos vemos obligados a pasar, atónitos, por un primer acto que se asemeja al típico casco de escudería sepultado bajo infinidad de pegatinas y serigrafías de sponsors. Y es que los primeros compases de 'GT', pese a plantar con corrección sus bases temáticas y narrativas, no deja de ser una suerte de segmento publicitario multimillonario que no ceja en su esfuerzo de recordarnos las virtudes de la obra de Yamauchi.

Afortunadamente, una vez superada esta vuelta de formación con aspecto de trámite más dilatado de la cuenta, el semáforo se tiñe de verde y el título pisa el acelerador para brindar dos actos narrados con gran pulso narrativo que explotan con acierto sus dos principales virtudes; todo ello mientras lucha infructuosamente por esquivar la sensación de déjà vu provocada por los numerosos lugares comunes del subgénero que no puede evitar recorrer.

Es muy probable que hayamos visto 'Gran Turismo' con anterioridad en numerosas ocasiones; después de todo, no es la primera vez que nos enfrentamos al típico relato de sueños y aspiraciones truncados en la disciplina deportiva de turno. Pero la obra de PlayStation Studios se las apaña para traer algo de frescor a la trillada fórmula a través de un revulsivo que, por norma general, suele ser infalible: unos protagonistas con los que no es complicado empatizar.

A pesar de estar construido mediante fórmulas arquetípicas, el dúo protagonista compuesto por el sufridor aspirante Jann y el curtido mentor con traumas anclados Jack hace gala de una dinámica en pantalla que sostiene por sí solo el peso del filme, escudada por la interpretación de un David Harbour que destaca con su derroche de carisma y que está tan entregado a la causa como inspirado.

El segundo gran puntal de 'Gran Turismo', como cabría esperar, no es otro que su factura técnica y su impecable realización. Tratándose de un proyecto capitaneado por Neill Blomkamp, no deja de sorprender cómo el sudafricano ha priorizado lo práctico sobre los efectos visuales para trasladar de la forma más fidedigna posible las sensaciones que se experimentan al volante a 300 kilómetros por hora.

Drones FPV, Ultimate Arms, modelos de Nissan GT-R armados con cámaras para captar la acción a velocidad real... la cantidad de recursos empleados por Blomkamp y el director de fotografía Jacques Jouffret es tan extensa como efectiva, y sirve en bandeja de plata unos segmentos de conducción rodados en localizaciones reales que suponen la guinda en un pastel mucho más apetecible de lo que podría parecer en primera instancia.

Está claro que 'Gran Turismo' no inventa la rueda. Las sencillas trazadas con las que recorre sus 135 extensos minutos están minadas de elementos vistos una y mil veces sorteados sin volantazos demasiado bruscos que alejen el conjunto de la línea segura y marcada, pero esta improbable versión del simulador de Polyphony Digital se las ha terminado apañando para subir al podio a base de emoción, encanto y garra audiovisual.

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