No es habitual que un director estrene dos películas con sólo unos meses de margen; menos aún cuando cuenta con casi 80 años y la calidad de los trabajos resulta estar muy por encima de la media. Algo llamativo y realmente destacable pero que pierde la condición de sorprendente cuando el individuo en cuestión es Clint Eastwood, etiquetado ya por los medios como “el último clásico”. Dejando a un lado el debate sobre el “clasicismo” de sus películas, no cabe duda que estamos ante un hombre de cine extraordinario, cuyo ritmo de trabajo (dice que es para mantenerse joven) está permitiendo que muchos de nosotros sigamos teniendo fe en este arte-negocio, que no está pasando precisamente por un buen momento.
Precedida de un gran éxito en Estados Unidos, donde ha recaudado casi 140 millones de dólares (unos 100 más de lo que costó hacerla), ‘Gran Torino’ llegará a los cines españoles el próximo viernes 6 de marzo, el mismo día que cierta película sobre superhéroes. Habrán transcurrido apenas tres meses desde el estreno de ‘El intercambio’, película que por cierto situé en lo más alto de mi “top ten” de 2008. Ambos títulos están realizados con la misma maestría y elegancia, pero es evidente por qué una ha tenido éxito y la otra no. Lo que no está nada claro es por qué ambas fueron “olvidadas”, menospreciadas, en la última edición de los Oscars; sobre todo viendo el nivel de las nominadas.
Y no sólo eso, cualquiera que haya visto (las, por otro lado, estupendas) ‘El curioso caso de Benjamin Button’ o ‘The Visitor’ (tranquilos, se estrena la semana que viene) puede llegar a preguntarse cómo es posible que sus protagonistas fueran candidatos al Oscar al mejor actor en lugar de otros, como precisamente Clint Eastwood, que cuatro años después de la impresionante ‘Million Dollar Baby’ vuelve a protagonizar una de sus películas. Una decisión que hasta ahora ha dado resultados magníficos, aunque los reconocimientos le lleguen más por su labor como director. Una decisión tomada con la plena consciencia de lo que puede aportar, sólo él, al personaje; sólo él puede darle los matices y el relleno necesario para que resulte completo, “real”, creíble en todo momento. Por cierto, se dijo que ‘Gran Torino’ sería la última película de Eastwood ante las cámaras, pero quizá sólo era una maniobra publicitaria, pues éste ha declarado que no es cierto, que no lo ha decidido; sólo se lo quiere tomar con calma.
El protagonista de ‘Gran Torino’ es Walt Kowalski, un hombre viejo, alguien que ya no pertenece a esta época. Tras perder a su mujer, Walt se encuentra solo en medio de un mundo en constante cambio, donde nada se hace ya a la manera que él conoce, donde los valores y la integridad que rigen su vida son motivo de risa. Su propia familia lo ha abandonado, incapaz de comprenderlo; tampoco es que él sienta gran pena por ello, valora lo que tiene, su silenciosa mascota le hace compañía, y es perfectamente capaz de mantener en perfectas condiciones su hogar (en cuyo garaje está el preciado coche que da título a la película y que simboliza todo lo que ama y respeta Walt). Sin embargo, esa casa está en un vecindario que ha dicho adiós a los norteamericanos y hola de los inmigrantes, lo que provocará los conflictos más directos e inmediatos de ‘Gran Torino’, que entre otras cosas, también habla de la familia y, más en general, de los valores de la sociedad.
Problemas que en un principio están relacionados con la personalidad, el carácter y los prejuicios de Walt, ante la presencia de una familia vietnamita justo al lado de su casa. Él es un veterano de la guerra de Corea y rechaza todo lo asiático, especialmente a las personas con ojos rasgados; no son los únicos, tampoco se lleva bien con los más jóvenes, por la falta de respeto que les caracteriza. A partir de un violento incidente con una banda de matones, a los que Walt responde con firmeza, tendrá un mayor acercamiento hacia sus vecinos, quienes le acogen como un héroe. Pronto se fijará en el más pequeño, Thao, a quien tomará como ahijado y a quien enseñará todo lo que sabe (a él le dice lo de “yo acabo las cosas, eso es lo que hago“). La relación, cada vez más cercana, de Walt con la familia de Thao le enfrenta a la banda, que acosa al chico y a su hermana. Estos otros conflictos, más violentos, son los que acercan la película al gran público y los que harán que muchos rebajen la calidad del film, pero son tan necesarios para su discurso como eficaces, para servir de contrapunto a todo lo demás y que el dramatismo alcance niveles realmente tensos (el clímax final es memorable).
En un tiempo de excesiva, y aún creciente, corrección política, una película como ‘Gran Torino’ es también, aparte de una buena película, un soplo de aire fresco, aunque es evidente que muchos no lo van a entender así. Al margen de que el film quede reducido a una etiqueta de “thriller palomitero” (que no estaría mal, pero no es el caso), el hecho de que el protagonista, más aún con el rostro de Clint Eastwood (es decir, el de Harry el Sucio), empuñe un rifle y se tome la justicia por su mano es un jugoso cebo para la polémica y el rechazo por parte de los espectadores más “correctos”, mientras que los más “progresistas” probablemente la acusarán de “facha”, entre otros absurdos similares. Sí, sí, puede que te resulte divertido, pero mira lo que ha pasado con Charlton Heston, al que incluso en “revistillas” supuestamente hechas para aficionados al cine se le está recordando más por su defensa de las armas de fuego en su país (algo que, recuerdo, proviene de la constitución estadounidense) que por su memorable trabajo en el cine.
Entendamos, aunque pueda resultar complejo, que una cosa es el cine y otra la vida real; entendamos, de una vez, que una cosa es lo que haga un actor en una película y otra, a veces totalmente diferente, lo que hace y piensa esa persona en su vida privada; y por último, por favor, intentemos entender que hay situaciones, tanto en el cine como en la vida real, que escapan a las convenciones, a lo establecido y a lo estrictamente razonable. A riesgo de que me dirijan a mí también uno de los ataques más injustos que se le hacen a Eastwood (quien se declara políticamente “libertario”), creo que ‘Gran Torino’ plantea algo que para más personas de las que lo admiten es absolutamente lícito; estoy seguro que serán muy pocos los que vean esta película y no suelten (o piensen) en determinadas escenas algo así como “ve a por ellos, Clint“. Y no, esto no es lo mismo que “una de Seagal”, aquí, como he señalado, se tocan muchos temas, hay muchas lecturas.
Necesitamos reglas de convivencia y necesitamos aplicación de la justicia, la sociedad no puede mantenerse con la ley de la selva, pero la que rige hace agua por todas partes, y provoca situaciones escandalosas que vemos todos los días en los medios de comunicación (que cada vez informen menos es para otro debate). Necesitamos orden y justicia, pero muchos de los que deberían vigilar su cumplimiento parecen pensar otra cosa. Lo mismo que los padres, en mi opinión, tener y cuidar un hijo debería quedar en manos de personas que realmente tengan tiempo y capacidad; si no, pasa lo que pasa, los ejemplos los tenéis a diario en la calle, sólo tenéis que dar un paseo (por las noches en las apestosas plazas, por ejemplo) o abrir la ventana y echar un vistazo, con cuidado de no mantener contacto visual. La máxima de “tu libertad acaba donde empieza la de los demás” es bien sencilla, realizable y exigible.
Sobre esto y mucho más nos habla y nos avisa ‘Gran Torino’, una estupenda película que emociona y entretiene, que conjuga con sutileza el drama, la comedia y la acción, además de proponer una reflexión necesaria; en términos más ficticios y convencionales de lo que se hace en Europa, pero ahí está.
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