'Gran Hermano 19' cambia el entretenimiento por desidia, concursantes sin carisma y sorpresas inexistentes en una primera gala que ilustra el estado actual de Telecinco

Lo mismo de siempre, pero sin intentar aparentar siquiera que es algo diferente: la fábrica de churros de Mediaset demuestra que ya no le salen como antes

Solo le pedía una cosa a la primera gala de la edición número 19 de un programa como 'Gran Hermano', siendo honestos: entretenimiento pueril, de ese que disfrutas más o menos irónicamente sin poder evitar sentir cierta admiración por un equipo que sabe driblar a la rutina de un formato que lleva 25 años en pie y que aún es capaz de proponer novedades que me inciten a continuar. Sin embargo, si tuviera que escoger una palabra para definir las tres horas y media de la primera gala no sería "entretenimiento", sino "desidia".

Telecinco ha dejado de lado su modo desesperación y ha activado de lleno su modo conformismo: es la única conclusión posible de la primera gala de 'Gran Hermano 19', que prometía volver a los inicios y en su lugar ha ofrecido tantas volteretas como ha podido (sin ganas ni presupuesto) tratando de insuflar energía a unos concursantes y un público que parecía fingir más emoción que la que realmente estaban sintiendo. No puedes intentar montar un evento que sea un circo de cinco pistas cuando tu único número es el mismo repetido una y otra vez: un épico envoltorio de la nada más absoluta.

Pequeño Gran Hermano

Solo hay una clave para hacer una buena primera gala de reality: que los concursantes sean lo suficientemente interesantes y que tengan unos perfiles únicos para que los espectadores quieran saber más sobre ellos. El problema es que la decimonovena edición de 'Gran Hermano' parece estar anquilosada en su propia rutina, primando un espectáculo vacío de contenido en el que cada persona que entraba parecía un calco de la anterior. Puede que Jorge Javier Vázquez anunciara que los concursantes eran "como tú", pero se olvidó añadir que "tú" se refería exclusivamente a alguien normativo, guapo, heterosexual y -por ponerlo fino- tradicional.

Han pasado siete años desde el último 'Gran Hermano' de anónimos (en el que, por cierto, violaron a una concursante, un dato que todos sabemos pero no está de más recordar), y Telecinco ha decidido que no va a tomar ningún riesgo, convirtiendo a su grupo de participantes en una simple extensión de 'La isla de las tentaciones' o el añejo 'Mujeres y hombres y viceversa'. Mujeres rubias despampanantes, hombres esculpidos en gimnasio y algún que otro extraño a este mundo (pero que tampoco rompa demasiado con la norma) para aportar el toque gracioso las primeras semanas. Y ya estaría. Lo de "gente normal" ya murió hace años. Ahora lo que necesitan son nuevos famosos.

¿Os acordáis de cuando todos los concursantes de 'Gran Hermano' sabían que iban a entrar, tenían su vídeo de presentación preparado y las maletas hechas? Bueno, pues ya no: ahora la gran mayoría se han enterado en el momento (o eso pretenden hacernos creer), dejándonos sin presentación, sin saber quiénes son o por qué deberíamos seguirles hasta enero del año que viene. La idea es que nos enternezcamos viendo las emociones aparentemente genuinas, pero lo cierto es que, después de la primera sorpresa (el miércoles, en el FesTVal de Vitoria), todas han seguido la misma pauta. Muy bien, qué sorpresa, hala, al siguiente.

Gran trama previa

La apuesta del programa ha sido, frente a un casting anodino, tratar de presentar sus nombres de la manera más épica posible. Así, durante la primera hora del programa ha habido conexiones desde Times Square (donde lo más interesante ha sido el Sonic gigante que ha aparecido en un lado de la pantalla) y un doble de Ion Aramendi ha desplegado una pancarta andando por el edificio de Mediaset en una caída vertical. A partir de ahí, las ideas (o el presupuesto) han fallado, y los nuevos concursantes se han revelado con clásicos como las tartas de Payasín o, simplemente, señalándoles en un momento dado. A las dos de la mañana nadie estaba para juergas.

Entre los concursantes que sabían de antemano que iban a entrar en la casa, 'Gran Hermano 19' ha optado por enfatizar una trama repleta de chisme que ya venía dada de casa: en lugar de esperar a que los concursantes creen sus propias narrativas, el programa ha decidido empujarlas y forzarlas en los espectadores, incluso cuando ha quedado claro que no era para tanto y se podía arreglar. Os cuento: resulta que Violeta y Nerea, hace cuatro años, eran amigas, y a Nerea le gustaba Luis. Violeta le decía que era muy feo mientras se acostaba con él en un rollo que duró una semana. Nerea no se lo ha perdonado jamás, y para dirimir esta situación solo tenían dos opciones: 'El diario de Jorge' o meterles a los tres en la casa. Bueno, a Violeta con Luis en la casa secundaria y a Nerea en la casa principal. Lo que sea por el morbo.

Ah, sí, y además ha entrado un chico al que le gustó Violeta durante el casting. Por algún motivo, Mediaset ha decidido convertirla en protagonista, y solo a última hora ha introducido dos tramas preparadas más: por un lado, un matrimonio que ha tenido que elegir quién entraba en la casa (ella, porque a él el circo le daba absolutamente igual) y, por otro, dos hermanas mellizas que se llevan fatal y que deben hacer como que no se conocen. Sí, exacto: es el mismo truco que han probado en diferentes combinaciones durante decenas de ocasiones y que nunca es divertido. Este es el plan: 18 concursantes divididos en dos casas, y ninguno de ellos llama la atención lo suficiente como para seguirles, no ya el Canal 24 Horas, sino en la siguiente gala.

¿Ustedes creen que se puedan pelear?

Telecinco lo ha apostado todo por 'Gran Hermano', dedicando toda la programación del canal a la emisión del programa. Justo antes del estreno, 'Babylon Show' (que, por cierto, sigue sin mejorar) hizo de previa contando con la visita de Ismael, Iván y Ania, que nos recordaron una época donde la simple mención a "la vida en directo" nos hacía sentir cierta adrenalina por el nacimiento de un nuevo género televisivo. Tristemente, es imposible recuperar ese 'Gran Hermano' porque los concursantes ya saben a lo que van.

Es más: el público espera que lo sepan. Los fans irredentos del formato no quieren ver amistades y buenas personas dedicadas a no hacer nada durante todo el día: piden carnaza, discusiones, llantos, carpetas, paseos posteriores por los platós. Menos muebles, más contenido. Y en ese sentido, este casting acierta de pleno: casi todos ellos parecen dispuestos a exagerar sus desavenencias, venderse al mejor postor, fingir un amor infinito, servir de atracción para discotecas de pueblo y ser recordados eternamente por una sola frase.

Pero al margen de las tramas de siempre -que surgir, surgirán-, 'Gran Hermano 19' está en plena crisis de ideas: no sabe crear interés por sus novedades (las dos casas), ni dar un giro al juego que enganche. Y, así, los concursantes quedan abandonados a su destino. Concretamente, el que marcan unos espectadores que no están dispuestos a acabar las galas un jueves a las 2 de la mañana si no les espera ninguna recompensa que compense el madrugón del día siguiente.

El reparto de fotocopias

'Gran Hermano 19' ha intentado tirar de los trucos que le han funcionado siempre (¡El casting no está cerrado! ¡Alguien del público entrará en la casa! ¡Hay concursantes que no saben que lo son!) pero con una ejecución tan banal, plana y rutinaria que no ha podido levantar las pasiones que debería tras siete años en barbecho. En lugar de tratar de encontrar nuevos caminos por los que transitar, su equipo parece haberse marcado como objetivo que la victoria de Rafa en 'Secret Story' (el tío raro, no normativo y carismático) no vuelva a repetirse, centrando el casting en las personas más anodinas y, con ello, manipulables, que te puedas echar a la cara.

Un autodenominado pijo obligado a dar clases de equitación porque papá se ha quedado sin dinero (¡oh!), dos hermanas mellizas que se caen mal (¡ah!), una chica irritante que vivió en Londres y se le escapan palabras en inglés (puro Pantomima Full), una modelo de Milán... Al final, salvo una conservera gallega y un director de cine novel, el resto de los concursantes son la fotocopia de una fotocopia de ellos mismos que ya llega a nosotros absolutamente borrosa e imposible de identificar.

'Gran Hermano 19' no puede prometer novedades, porque a estas alturas del partido lo único con lo que realmente podrían cambiar el juego sería copiando a su homólogo americano, dejando al público de lado y confiando en las estrategias, las alianzas y las tramas formadas por los propios concursantes. El tiempo apremia: Telecinco no puede sostenerse tan solo con 'Supervivientes' y 'La isla de las tentaciones', pero parece tener alergia a siquiera plantearse cualquier innovación en sus formatos más trabajados (y vilipendiados). De momento, la primera gala de 'Gran Hermano 19' ha sido un absoluto dislate sin ritmo de ningún tipo, un aburrimiento imposible, una deshonra a su nombre, un culebrón que pillamos a medias. Y Mediaset no se puede permitir errores de este tipo durante mucho más tiempo. Ellos verán.

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