A día de hoy, que tenemos a Bruce Willis abandonado en un rincón de Hollywood con películas directas a vídeo y algún bombazo ocasional como ‘Glass’, cuesta creer que una vez estuvo en la cresta de la ola.
Tuvo tanto poder que pudo levantar un proyecto tan personal y nacido de la vanidad como 'El gran halcón' ('Hudson Hawk', 1991), de Michael Lehmann, hoy prácticamente olvidada salvo por una legión de fanáticos entre los que me incluyo. Un filme que, si observamos detenidamente, se adelantó a su tiempo casi veinte años.
De modo que coge el monopatín y el gancho para trepar, prepara una buena canción pop de los años 40 y únete en esta defensa de la que es, sin duda, una de las mejores y más olvidadas películas de Bruce Willis.
El ladrón de guante blanco, corazón de oro y voz de Bruno
Eddie “Hudson” Hawk (Willis, en pleno proceso de aceptar su calvicie) es un criminal que acaba de salir de la cárcel. Sólo quiere tomarse un capuchino con tranquilidad, pero su talento y su fama son tan grandes que, en vez de una taza, obtiene una extorsión para volver a robar. Por suerte para él, su compañero Tommy (Danny Aiello, fallecido recientemente) está a su lado para ayudarle en los golpes… y en los duetos.
Sin embargo, su último robo tiene algo de especial. No sólo porque esté detrás ese matrimonio de cachorros enfermos que son los Mayflower (Richard E. Grant y Sandra Bernhard), o porque le persiga un puñado de mercenarios con nombre de chocolatina entre los que se encuentra David Caruso (en uno de sus mejores papeles: aquí no dice una palabra); el golpe tiene que ver con una máquina que el legendario Leonardo Da Vinci ideó para convertir el plomo en oro.
Es obvio que Hudson Hawk cumplirá con lo que le pidan, se deshará de cuantos se pongan por delante y hasta se ligará a una monja con la tez de Andie McDowell pero… ¿conseguirá, por fin, tomarse ese capuchino?
Acción más tiempo igual a comedia
Estamos más que acostumbrados a que las comedias americanas de hoy en día, cuando no se tratan de interminables diálogos improvisados, tiendan a la estilización y el espectáculo. No me entiendas mal, comedias de este tipo siempre ha habido, pero cuando antes eran la excepción en un marasmo de presupuestos ajustados y papeles para humoristas televisivos, ahora son una norma. Y Dave Schilling en Birth.Movies.Death da en el clavo sobre lo que ha pasado con el género.
Porque, desde ‘Cómo acabar con tu jefe’ a ‘Noche de juegos’, puedes jugarte una buena taza de capuchino a que la comedia no-francesa-llena-taquillas de la temporada contará, por lo menos, con una persecución en coche (‘Fiesta de empresa’) o, como mínimo, a pie (‘Tú la llevas’). Y siempre es no recomendada para menores de 13 años, por lenguaje y violencia.
Pero en los años 90, como he adelantado antes, eso de la mezcla de géneros no se llevaba tanto. Si una película era de acción, tenía que ceñirse a la acción salvo por los ocasionales chascarrillos, los cuales nada tenían que ver con los gags de Marvel; si se trataba de una comedia, salvo que fuera para toda la familia o fantástica, sabías que la mayor emoción sería, qué sé yo, la carrera al aeropuerto para recuperar el amor perdido.
También puede ser que la comedia hoy, al verse infiltrada de manera tan marcada en otros espectáculos de gran presupuesto, ha perdido un espacio propio y ha tenido que mezclarse con el thriller o la acción para no desaparecer de la cartelera. O eso, o volver a los diálogos interminables en busca de un chiste que no llega.
Tú mezcla, por raro que parezca
‘El gran halcón’ se vio entonces como una película extrañísima en cuanto a tono y aún se sigue viendo como tal. Tiene el sabor y el talento habitual en los actioners de Joel Silver (de ‘Arma Letal’ a ‘Depredador’, de ‘Jungla de cristal’ a ‘Demolition man’), con ramalazos aquí y allá de comedia tontuna.
Por ejemplo, Andie MacDowell es envenenada junto a Willis y, en lo que parece una escena improvisada, imita a un delfín. El Papa de Roma hace una pequeña aparición ajustando su televisión con la férula papal. El matrimonio Mayflower es tan exagerado que parece sacado de un tebeo.
También hay espacio para un humor propio de los cortos de la Warner, como la escena de la camilla y la ambulancia o la última pelea con James Coburn… ¡puntualizada incluso con sonidos de dibujos animados!
Con la música a otra parte
Ante todo, lo que triunfa es esa parte musical que ojalá hubiera incluido más duetos de Bruce Willis y Danny Aiello. En 1991, Willis aún pensaba que tendría una carrera como cantante (ya tenía dos álbumes con la Motown), de ahí que impulsara este proyecto donde su interpretación es también musical.
Los dos temas elegidos para condimentar el filme son ‘Swingin on a star’, la canción ideal para un atraco y ‘Side by side’ para un asalto. Ojalá hubiera más porque protagonista y comparsa tienen una química envidiable: Aiello añade ese carisma y contención que complementa a un Willis desatado, casi histérico quizás por haber vuelto a la comedia, que es el género en el que se dio a conocer. Una canción a tres con Macdowell hubiera sido un sueño.
28 años después, ‘El gran halcón’ no sólo mantiene el tipo sino que está de actualidad, con un estilo que no desentona en el panorama actual de la comedia de presupuesto medio y una de las interpretaciones más genuinamente graciosas de Willis.
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