Después del buen recibimiento de ‘La sirenita’, Disney acometió con la producción de la segunda parte de ‘Los rescatadores’ (1977), titulada ‘Los rescatadores en Cangurolandia’ (1990), proyecto que con toda seguridad se había gestado, y comenzado a desarrollar, antes del éxito de la película de John Musker y Ron Clements, por lo que se entiende la existencia de este proyecto muy digno, pero menor, antes de un proyecto tan ambicioso y tan cuidado como ‘La bella y la bestia’, dirigida por Gary Trousdale y Kirk Wise en 1991, y siendo la primera y, hasta ahora, única película de animación en ser nominada al Oscar a la mejor película, compitiendo contra obras de imagen real del calibre de ‘J.F.K’ o ‘El silencio de los corderos’. Esto da una idea del tremendo clamor popular que produjo su estreno, y de la calurosísima acogida de que fue objeto en todo el mundo.
En mi opinión no se trata de una película completamente redonda, si bien sus virtudes se elevan muy por encima de sus pocos defectos, y de sus imágenes emana una belleza compositiva muy notable. Basta ver su espléndido prólogo, basado en dibujos que asemejan una vidriera gótica, y que explican el por qué de la maldición de la Bestia, para quedar irremisiblemente atrapados hasta el final.
Del prólogo pasamos a la primera canción, y ya podemos sacar muchas conclusiones. La primera es que los fondos están mucho más trabajados, y son más variados y ricos que en ‘La sirenita’. La segunda es que la animación ha mejorado ostensiblemente en apenas dos años, y si bien en los planos generales todavía estamos lejos de la perfección y el esfuerzo sobrehumano de, por ejemplo, ‘El rey león’, en los primeros planos de Bella, Gastón o la Bestia apreciamos una calidad de detalle, una definición y una fluidez sencillamente alucinantes. Pero a nadie le sorprende, estamos hablando de Disney.
Así mismo, la caracterización de los personajes es mucho más interesante que en ‘La sirenita’, profundizando mucho más en sus rasgos de personalidad, y en su presencia. Para entendernos, Gastón es un villano mucho más odioso que Úrsula, aunque aquella ya tenía lo suyo, pero la egolatría, la cortedad de miras, la crueldad de Gastón resultan abyectos, despreciables, y aunque Úrsula tenía ambición, se la podía respetar por su coraje de enfrentarse nada menos que al gran rey del mar. Particularmente encuentro muy retorcido, y muy divertido, cómo Gastón manipula a sus vecinos para ir a enfrentarse a la terrible bestia que un día se llevará a sus niños.
Esta película sabe electrizar el ritmo cuando es necesario, como en el viaje espectral del padre de Bella hasta el castillo, o cuando se pega un susto de muerte al aparecer la Bestia, terminado encerrado en una celda. La aparición de la Bestia es espectacular, pues no sólo su aspecto es temible de verdad, sino que la rodean con unas sombras que tendrán su máxima expresión cuando Bella reclame a su padre y se ofrezca a cambio de él. La Bestia saldrá a la luz completamente. Un gran momento que es el preludio a una difícil relación, que comenzará a atemperarse después de la magnífica secuencia de acción con los lobos (por cierto, la Bestia no tiene ninguna canción cantada por él), y que a partir de ahí será el desarrollo de una amistad, y luego de algo más, claro.
Resulta demasiado evidente el contraste entre la animación de las secuencias musicales respecto a todo lo demás, siendo la un tanto lacrimógena y larga secuencia del baile final la apoteosis de la mezcla mal hecha entre 3D (que aquí comienza a emplearse con profusión) y animación tradicional. Es este un aspecto mucho mejor trabajado en la siguiente película Disney. Y es que esos dorados brillantes de los planos 3D pegan bastante mal con el vestido dorado de la propia Bella, así como el plano general, que imita una grúa descendente, en torno a la pareja. Realmente se aprecia un gran esfuerzo, no logrado eso sí, para en 1991 comenzar con una integración entre distintas técnicas de animación.
Ahora bien, el clímax final es lo suficientemente violento y tenebroso, con Gastón asestando el golpe mortal antes de morir, con la gran tormenta azotando el exterior del castillo. Disney se lo había tomado en serio queriendo lograr su gran película total, su grandiosa aventura romántica que, por momentos, alcanza un lirismo innegable y que significa un avance rotundo respecto del anterior esquema iniciado con ‘La sirenita’. La hicieron de verdad, creyéndosela, convencidos de que podían lograr algo grande, y prácticamente lo lograron, aunque aún podían entregar una narración más densa, más impredecible y libre con la siguiente.
Personalmente, y esto de nuevo es algo totalmente personal, me hubiera gustado que el personaje central no fuera ella, sino él (naturalmente la Bestia). Pero quizá eso hubiera provocado un viraje el relato hacia una vertiente más trágica, comprometiendo el estudiado equilibrio disneyano. Y sí, a todas les pareció mucho más atractivo Gastón que el príncipe que antes era una bestia.
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