El paso de los años ha sido generoso con Buster Keaton, puede que la figura más respetada del slapstick de todos los tiempos, además de un punto y aparte en la planificación de imposibles encadenados de fatalidades. 'El gran Buster' recopila alguna de esas inolvidables sucesiones de desgracia y risas en un documental especialmente dedicado para los menos habituados a su cine.
Cine sin fecha de caducidad
Hace casi 125 años, en una pequeña ciudad agrícola en el condado de Woodson, en el sureste de Kansas, nacía Joseph Frank Keaton Junior, fruto del amor entre dos populares actores de cabaret. Cuenta la leyenda (más bien su padre), que fue el mismísimo Harry Houdini quien lo bautizó como "Buster" tras una de sus caídas. El caso es que no tardaría en destacar como la estrella más joven del vodevil. Y nunca dejaría de crecer como artista.
Más físico que Chaplin y más humano que Harold Lloyd, Buster Keaton exprimió la comedia como nunca nadie ha hecho jamás. 'El gran Buster' es una estupenda oportunidad para una tarde de verano donde iniciarse en el noble arte de la comedia genial, imposible e irrepetible de uno de los mayores talentos de la Historia del Cine.
No se me ocurre mejor momento para iniciarse en el mundo de este superdotado de la comedia. Un genio con tanto cerebro como músculo que revolucionó el cine de tal modo que aún hoy empezamos a aproximarnos a su legado. Los saltos imposibles de Tom Cruise o las persecuciones sin freno de los más grandes blockbusters de los últimos años reconocen su influencia en el arte de Keaton.
Ahora que tenemos al alcance de nuestras videotecas copias restauradas en alta definición de sus trabajos, 'El gran Buster' es casi un curso de verano comprimido en algo menos de dos horas que sirven de presentación inmejorable para los no iniciados. El profesor Peter Bogdanovich, siempre con esa frialdad tan característica a la hora de hablar de sus pasiones, repasa de arriba a bajo la carrera del genio.
Para hacerlo se rodea de los testimonios de algunas de las celebridades más afines al estilo Keaton (Johnny Knoxville, Bill Hader, Mel Brooks) otras más afines al director del documental (Cybill Shepherd) y otras que no dejan de resultar sorprendentes (Werner Herzog, John Watts) opinando sobre la influencia y el legado de Keaton.
El problema principal es que sus aportaciones no pasan de un par de frases en la mayoría de los casos, como si el director aprovechase entrevistas de otros trabajos donde pudo colar un par de cuestiones sobre el genio detrás de 'El maquinista de La General' o 'El moderno Sherlock Holmes'.
Apenas hay valor en las declaraciones de unos invitados que parecen subrayar lo que Bogdanovich va contando durante el documental, sin aportar nada más que algún objeto personal perteneciente al maestro, como el taco de billar de Dick Van Dyke o el sombrero de Richard Lewis.
Reducir el legado de Keaton a un par de souvenirs no es ni de lejos la intención del documental, pero su mirada desde la distancia, la frialdad de un Bogdanovich que se permite el lujo de abrir el documental con una imagen suya y el academicismo más obsoleto se apoderan de la función por momentos. Suerte del archivo que muestra los dimes y diretes de los últimos rodajes de su carrera.
El resumen de la obra de Keaton es apresurado y, lo peor de todo, para tratarse de una celebración dedica más tiempo a las malas rachas que a las buenas. Pero el resto, todo lo que llena la pantalla, es un Buster Keaton: Greatest Hits que vale su peso en oro. Eso es lo que termina haciendo de 'El gran Buster' una oferta irresistible: está llena de los milagros del genio.
Por un lado no cabe duda de que estamos ante la mejor manera de iniciar al nuevo público en algo jamás igualado y eterno que debe sobrevivirnos como hasta ahora. Por otro lado, si ya estás puesto en el tema, resulta algo frío y poco trabajado. Pero quién puede resistirse a una celebración así.
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