‘Un día perfecto’ (‘A Perfect Day’, Fernando León de Aranoa, 2015) es una de las películas que aspiran a importantes premios en la próxima edición de los Goya, premios en los que el director ya es un nombre de sobra conocido. Tiene tres al mejor director, uno como novel por ‘Familia’ (1996) —¿cuánto ha de pasar para que consideremos esta película como una de las mejores cintas españolas de los últimos veinte años?—. y dos más por ‘Barrio’ (1998) y ‘Los lunes al sol’ (2002).
Es un cine, el de Araona, que se mueve casi siempre en la crítica social, que casi siempre duele, ya sea conociendo a un grupo de amigos en el paro en Vigo, o la vida de ciertas princesas. En ‘Un día perfecto’ no falta ese toque crítico —esta vez mucho menos localista—, pero también un muy sano sentido del humor, con el que el film parece una oda al optimismo en tiempos difíciles. Una mezcla que siempre es terreno espinoso.
Ambientada poco después de la Guerra de Bosnia, en una zona de conflicto aún afectada por la contienda, León de Aranoa se la juega más que nunca, al mezclar tragedia y comedia, operación de lo más peligrosa, como caminar, nunca mejor dicho, por un campo de minas. Puede caerse en la trampa de trivializar sobre un hecho tan trágico como una guerra. El director sortea, con envidiable facilidad, dicho peligro, aunque para ello tenga que jugársela a la falta de etiquetado de su película, para mí un acto loable.
Porque ‘Un día perfecto’ no es ni comedia, ni drama, ni sátira, ni denuncia. Demasiados tonos, que caminan entrelazados gracias a una excelente dirección de actores, a diálogos brillantes, y a una puesta en escena que rehúye inteligentemente lo aspectos más morbosos del relato, mientras muestra otros con suma facilidad —los planos cenitales del camino que deben recorrer los coches para resolver un trabajo, en apariencia, fácil— ‘Un día perfecto’ pretende, o eso creo, transmitir esperanza, en un mundo en el que no existe, optimismo, en medio de la tristeza, y humor en un mundo que parece nacido de un mal chiste. Creo que lo consigue.
El necesario humor
Varias veces los personajes —que se dedican a sanear zonas perjudicadas por la guerra— aluden, con el traductor que llevan consigo, al sentido del humor de los habitantes, algo en lo que León de Aranoa no cae en subrayados innecesarios, casi permaneciendo en segundo plano, como muchos de los aspectos más interesantes de la película, sobre todo aquel que hace pensar en el dicho “al mal tiempo, buena cara”. Plantear semejante idea en un contexto bélico reciente, devastador y horrible, es ser atrevido como pocos.
De esta forma el director narra otro tipo de guerra, la que se sucede entre organizaciones que se suponen están del mismo lado, pero que no hacen otra cosa que perjudicarse las unas a las otras, debido a las “leyes”. Que el conflicto que pone en jaque a todos los personajes —sacar un cadáver de un importante pozo de agua— se arregle gracias a la intervención de la naturaleza, parece en cierto modo juguetear con el mítico tema musical ‘We Have All the Flowers Gone’, aquí interpretado por Marlene Dietrich, y que habla sobre el ciclo de la vida, con claros tintes políticos.
Benicio del Toro y Tim Robbins están sensaciones en sus respectivos roles, demostrando además un feeling fuera de lo común, mucho más que con sus compañeras de reparto, Mélanie Thierry y Olga Kurylenko, en personajes menos agradecidos y simples. La “locura” de B (Robbins) y la “seriedad” de Mambrú (Del Toro) son el perfecto equilibrio para un trabajo nada fácil, y en el que, el horror —el destino de los padres del chaval al que encuentran— se da la mano con el sentido del humor —“Te la tienes que follar. Por los bosnios”—, absolutamente necesario para soportar cualquier tipo de horror.
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