Matteo Garrone nos invita a un viaje desgarrador hacia el universo dominado por la violencia y la delincuencia organizada, un infierno controlado por la Camorra que no deja indiferente. A través de una mirada documentalista, verdadera observadora de la realidad, nos encontramos con este visceral retrato de la mafia napolitana, diametralmente opuesto a la más glamourosa y popular conocida hasta ahora (como 'El Padrino' o 'Uno de los nuestros')
Tomando como texto original, el best seller de Roberto Saviano que ha sacudido todos los estamentos de la realidad italiana, Garrone deconstruye el género con un enfoque narrativo múltiple. A través de cinco historias, con diferentes personajes ligeramente interconectados por su distinta vinculación con el crimen organizado, nos da a conocer los extensos tentáculos de la Camorra.
Todas esas historias están representadas en un escenario apocalíptico y sobrecogedor, como es la Scampia, núcleo arquitectónico degradado en los alrededores de la ciudad italiana de Nápoles. Lugar donde los numerosos miembros de la delincuencia organizada campan a sus anchas: disputas entre clanes, tráfico de drogas, contrabando de armas, controlan el negocio textil y ofrecen espacio para los residuos tóxicos de las ricas empresas del norte del país.
En la película asistimos a una muestra de la violencia sin adornos y sin excesos, como una bofetada inesperada, pero completamente realista, objetiva y cruda. Basta recordar la escena de los dos jóvenes que creen rozar la gloria y el cielo disparando sus armas al vacío, como muestra de poder absoluto. Unido al hecho de que tienen al Tony Montana de 'Scarface' en un altar al que intentan imitar (como su sueño inalcanzable), Garrone exhibe su alegato de oposición al cine de mafia popularizado precisamente por títulos como el de Brian de Palma.
En 'Gomorra' la mafia protagonista es la Camorra, un clan sin glamour, sin unos códigos de conducta definidos, pero cuyo poder y control sobre su territorio se extiende como un virus. También escalofriante es el proceso de reclutamiento entre niños y adolescentes que sueñan con formar parte del brazo armado que los acoge, como único futuro posible, pero que les "enseña" lo que es el miedo, en un rito iniciático.
Aunque pudiera encontrarse similitud a lo que lograra Fernando Meirelles con la espléndida 'Ciudad de Dios', en 'Gomorra' nos encontramos con un estilo más desapasionado, un punto de vista hiperrealista, de mero observador de las entrañas. Ello logrado gracias a un verismo narrativo próximo al documentalismo, pero sin renunciar a un montaje fragmentado, con esas cinco historias que se van superponiendo, que se solapan hábilmente para profundizar en esta nueva ciudad del pecado. Y para asomar la cabeza a un pozo tan oscuro y miserable repleto de intereses múltiples y almas condenadas.
Tampoco se puede realizar una sutil comparación con la edición caleidoscópica al estilo de un Robert Altman ('en 'Vidas cruzadas') o un Steven Soderbergh (en 'Traffic'), puesto que, aunque cuesta meterse en la película en su comienzo, la narración nos lleva a una conclusión conmovedora y desesperanzadora. Quedan marcadas las escenas más duras (a base de asistir con cierta incomodidad esa dura realidad que golpea las conciencias) y es que el espectador sentirá que se lleva la película consigo, para terminar de digerirla y extraer sus propias conclusiones.
Uno de los grandes valores del film es el hecho de que Garrone le ha restado cualquier adorno posible, abogando por una simpleza inteligente, sin caer en lo pretencioso y siendo profundamente crítico, valiente y honesto. A ello contribuyen unas interpretaciones sobrias (con algunos actores no profesionales) pero eficientes y realistas y un montaje acertado y poderoso, acentuado por la austeridad de una banda sonora casi inexistente.
Y aunque acaba de comenzar, pero se trata de la gran favorita a ganar el máximo galardón de la sección a competición del Festival de Cine Europeo de Sevilla.
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