Cuando Martin Scorsese dirigió -por encargo de Paul Newman- 'El color del dinero', no fueron pocos los que se preguntaron qué necesidad había de recuperar a Eddie Felson 25 años después de 'El buscavidas'. Algunos críticos de la época, de hecho, se cebaron con ella quejándose de que los peores miedos se habían hecho realidad y, efectivamente, no había nada nuevo que contar y la secuela era totalmente innecesaria. Pero, si la miras de cerca, realmente es una obra fantástica sobre la vejez, el relevo y la decadencia que gana mucho cuando se ve justo después de la cinta original. Y la historia, como todos sabemos, siempre se repite a sí misma. ¿Es 'Gladiator II' una película que mira cara a cara a la original, como hizo Scorsese... o no tanto?
Leche Pascal
Han pasado 24 años desde que Ridley Scott estrenara 'Gladiator' y durante estas dos décadas y media ha estado barruntando ideas para continuarla. Al fin y al cabo, la película original se ha convertido en un clásico que ganó cinco Óscars (uno de ellos, mejor película) y cuyas frases siguen siendo repetidas una y otra vez, convertidas ya en hitos de la historia del cine escritos en piedra. Tras varios guiones fallidos (incluyendo aquella locura de Nick Cave), Scott ha conseguido su propósito: 'Gladiator II' respira el mismo aire que la primera, pero está lo suficientemente renovada como para sentirse original.
Era el mayor desafío de esta secuela: volver a la Antigua Roma y contar una historia de gladiadores con el hijo de Máximo Décimo Meridio pero que no fuera un simple copia-pega. El resultado pierde epicidad y guarda una excesiva deuda con la película original (las frases más míticas de esta película son... las mismas que en 'Gladiator'), pero logra desmarcarse de manera notable en el guion gracias a su 'Juego de tronos' particular repleto de traiciones, sangre y lucha frenética acelerados en un fabuloso tercer acto que frena en seco en un anticlímax decepcionante.
Pero antes de llegar a ese momento en el que al espectador no le queda otra que encoger los hombros y aceptar que Scott no ha sabido terminar con el mismo acierto que las mejores escenas de la película, tenemos un festival de CGI bien entendido. Acostumbrados como estamos a que los blockbusters cada vez tengan menos tiempo para perfeccionar su parafernalia computerizada, 'Gladiator II' ha decidido pulirlo al máximo, creando un ambiente extrañamente digital al que no es difícil acostumbrarse al ver lo que ha sido capaz de hacer con él: batallas navales con tiburones, monos de película de terror, coliseos que atruenan, ciudades más vivas que nunca. Aunque inevitablemente hay algunos planos que rechinan (ese cielo en el epílogo), en su mayoría están mucho más refinados de lo que solemos encontrarnos hoy en día. Y se agradece.
Próxima parada: Acacius
El director no ha hecho esta secuela pensando en los críticos, ni en la gente que va a ponerse tiquismiquis con la fidelidad histórica, ni en un posible nuevo público que decida saltarse la película original. 'Gladiator II' está hecha para todos aquellos que ya saben que van a disfrutarla. No, no son pocos: la cinta de Russell Crowe es ya de culto, y millones de espectadores están deseando volver a la Antigua Roma de nuevo y pasar por caja sea lo que sea que haya al otro lado. Y, francamente, no se me ocurre ningún motivo para que el público general no disfrute como un loco de esta aventura repleta de luchas en la arena, personajes carismáticos y violencia explícita.
'Gladiator II' es, en parte, cine del que ya no se hace, con un ritmo clásico en el buen sentido de la palabra, utilizando las herramientas digitales a su favor para devolvernos aquel sabor de las películas de inicios de siglo, antes de TikTok, de Marvel y de Netflix. No funciona siempre, y abusa de las cámaras lentas y de las batallas continuas como motor de la trama, pero sí deja el regusto de haber visto una cinta desplazada de su época. Lo que os digo: un título para aquellos que ya saben de antemano que lo van a disfrutar, un público entregado que debería tener una respuesta masiva si quieren recuperar sus más de 300 millones de presupuesto.
No va a ser fácil, porque la película se enfrenta a una realidad que he tratado de esquivar hasta ahora: tiene a su mayor enemigo en la propia condición de secuela. 'Gladiator II' no es capaz de vivir a la altura de la primera parte, o, más bien, de ese tótem mental intocable en que el público la ha convertido. Sin esa referencia, sería una película más que solvente, pero no es capaz de aguantar la inevitable comparación. Por mucho que se tome en serio a sí misma de manera constante -y excesiva-, esta secuela debería ser consciente de que pasará a la historia como un muy lucrativo pie de página. Y eso está bien. A su manera, es un testimonio casi perfecto de lo influyente e importante que fue 'Gladiator'. Tanto, que incluso su secuela es, en el fondo, un monumento a su grandeza.
¿Se acuerdan? ¿De Russell Crowe?
Me hubiera gustado que 'Gladiator II', más allá de los lazos ineludibles con la película anterior, volara completamente sola e independiente. Sin embargo, como parte de ese extraño auto-respeto de Scott, nunca termina de hacerlo del todo. Sus momentos más emocionantes utilizan las mismas frases que ya escuchamos en el 2000 (repetidas hasta en tres y cuatro ocasiones), su protagonista evoluciona cuando recoge elementos visuales de la primera parte y los personajes siguen admirando a Máximo, que es, en el fondo, el eje nunca visto del guion. Esta secuela consigue regatear el calco con papel cebolla, sí, pero no puede evitar mirar su reflejo y verse a sí misma como un producto claramente inferior supeditado al éxito y el legado de aquella. De hecho, se podría decir que la película transcurre en paralelo al viaje de su protagonista: él se mira en su padre a su pesar... y ella en la propia 'Gladiator'.
Eso sí, tanto Paul Mescal como Pedro Pascal son perfectamente conscientes de lo que el éxito de esta película puede significar para sus carreras: el primero pasaría de "novio de Internet" a estrella en condiciones y el segundo demostraría que su popularidad en redes sociales y en televisión también puede traspasarse a la pantalla grande. Sin embargo, si hay alguien pasándoselo realmente bien a lo largo de todo el metraje, ese es un delicioso Denzel Washington en uno de los papeles más divertidos de su vida y al que os aconsejo fervientemente ver en versión original para captar todos los matices de su interpretación que en ocasiones roza y sobrepasa el cartoon.
'Gladiator II' es excesiva a todas luces, tiene demasiadas luchas en la arena del Coliseo, las conspiraciones son tan divertidas como decadentes, sus ataduras con la primera parte la frenan y no llega a un clímax satisfactorio. Y sin embargo, está rodada con tal maestría y despiporre que es inevitable disfrutar cada minuto, cada cabeza arrancada, cada animal hecho con CGI, cada pequeña locura de Scott (ese mono saltimbanqui), cada personaje excéntrico, cada giro de guion mascadito, cada mirada profunda entre Pascal y Mescal.
Por mucho que dijeran los primeros espectadores, siempre imbuidos por el poder del hype, no se trata de la mejor película del año ni de una de las mejores secuelas de la historia. Pero, por suerte, sí se trata de un gran divertimento que vive a la altura de su propio nombre. Y eso, siendo 'Gladiator', no es poco. Scott podría haber caído en el desastre más absoluto (no olvidemos que hace poco decepcionó con 'Napoleón' y 'La casa Gucci'), pero nos hace recuperar al fabuloso narrador contemporáneo de 'El último duelo', siempre interesante e incisivo. Y, al final, 'Gladiator II' consigue levantarse en la arena alzando la espada sabiéndose inferior, sí, pero también logrando salir adelante como un triunfo absoluto de su director frente a cualquier prejuicio.
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