Muy pocos, por no decir ninguno de los que estuvimos en el Festival de Sitges 2008 y pudimos disfrutar —o, en cierto modo, sufrir— de alguna de sus proyecciones durante el certamen hemos sido capaces de borrar de nuestra mente la maravillosa y salvaje 'Martyrs' de Pascal Laugier; un largometraje que ganó por méritos propios su estatus como uno de los estandartes de la nueva ola de terror francés de principios de siglo.
Por desgracia, en su siguiente y descafeinado trabajo, titulado 'El hombre de las sombras', el cineasta galo vio diluido gran parte de su nervio, su talento y su capacidad de impacto entre el metraje de un filme dominado por un melodrama casi televisivo digno de la sobremesa dominical. Pero nunca es tarde para redimirse, y con 'Ghostland', Laugier vuelve a sacar pecho regresando en parte a los violentos senderos que catapultaron su carrera.
Aunque sobradamente disfrutable, 'Ghostland', desde la perspectiva sobre el género que nos da estar en el año 2018, se muestra como una producción totalmente anacrónica que rescata un buen número de los elementos que hicieron tan popular la Nouvelle Horreur Vague hace una década, como pueden ser esa violencia morbosa y casi fetichista o ese gusto por la crudeza turbia y sin filtros que hoy día se podrían ver algo trasnochados e, incluso, innecesarios.
Más allá del ligero aroma apolillado del filme, lo nuevo de Pascal Laugier logra su propósito de ofrecer un ejercicio de terror breve, conciso y efímero con una ligera vuelta de tuerca que aporta un ligero toque de frescor muy de agradecer al pantanoso cúmulo de lugares comunes por los que transita el relato, más caótico y falto de esa mala leche que tendemos a asociar a este tipo de productos.
Porque 'Ghostland', salvo estos pequeños detalles —resueltos con cierta irregularidad— que exploran la psique de la víctima tras un evento traumático, no deja de ser la enésima visita al subgénero del asalto doméstico, enriquecida por una notable ambientación que se sirve de un caserón perdido en las entrañas de la Estados Unidos más profunda, y de una pareja de antagonistas que bien podrían formar parte de la familia de Leatherface.
Sin intentar revolucionar el panorama entre sus congéneres —ni intentarlo—, 'Ghostland' nos brinda 91 minutos de una cruenta, asfixiante y simplemente aceptable pesadilla que parece pertenecer a otra época, pero que hará las delicias de todos aquellos que busquen un horror directo y en absoluto avergonzado de una naturaleza en la que prima el deleitarse con el sufrimiento de los personajes. Cuanto más extremo, mejor.
Recordad que podéis seguir nuestra cobertura minuto a minuto de Sitges 2018 en nuestro directo.
Ver 12 comentarios