Mel Gibson no es el que era, al menos en lo que respecta a su posición en la industria hollywoodiense, quien parece haberle dado la espalda. El que fuera protagonista de películas tan míticas como ‘Mad Max’ (id, Goerge Miller, 1979) y sus secuelas, ‘Arma letal’ (‘Lethal Weapon’, Richard Donner, 1987) y sus secuelas, o ‘Braveheart’ (id, 1995), que el propio actor dirigiría y con la que lograría un puñado de Oscars, parece no gozar de la misma respuesta popular tras su regreso a la interpretación con ‘Al límite’ (‘Edge of Darkness’, Martin Campbell, 2010). Dejando a un lado absurdas polémicas alrededor de su vida personal y sus declaraciones racistas, resulta sorprendente que un film de las características de ‘Get the Gringo’ (Adrian Grunberg, 2012) haya ido directamente al mercado casero en USA, suerte que al parecer correrá en nuestro país.
Actualización: la película se estrena el próximo 26 de octubre.
Grunberg, que fue ayudante de dirección en films tan importantes como ‘Traffic’ (id, Steven Soderbergh, 2000) o ‘Master and Commander’ (id, Peter Weir, 2003), se estrena como director con esta película, escrita por el propio director, Stacy Perskie —ambos también se estrenan como escritores— y el mismísimo Mel Gibson. No hay duda de que estamos ante un producto al servicio de su estrella principal, ya no sólo por ser el único famoso del reparto —hay caras conocidas de la televisión, pero la única estrella es Gibson—, sino porque todo el film está estructurado alrededor de la figura de Gibson jugando con la propia imagen del actor en la memoria del espectador. Afortunadamente, y aunque el actor está totalmente desbocado y libre, ‘Get the Gringo’ no se resiente de ello. Con una historia sencilla y jugando inteligentemente con los tópicos, el resultado es simple y llanamente una gozada muy disfrutable.
(Spoilers) Gibson da vida a un conductor —atención, porque como en la magistral ‘Drive’ (id, Nicolas Winding Refn, 2011) estamos ante un personaje, herencia directa del western, del que no sabemos ni su nombre ni su historia, marcando así el carácter misterioso del mismo— que siendo perseguido con su banda tras atracar un banco, terminan al otro lado de la frontera de México. Una vez detenido por las autoridades mexicanas será puesto a custodia en un prisión local de lo más curiosa. Dentro de ella será testigo de otra forma de vida, un lugar en el que hay todo un mundo montado, como si se tratase de un pueblo o ciudad cualquiera, pero con rejas alrededor. Con ese panorama, nuestro anónimo conductor deberá ser el más inteligente si quiere salir con vida de allí.
Durante los primeros instantes vemos como el gringo —apodo que se gana el personaje de Gibson, por motivos más que evidentes— se las ingenia para conocer quiénes manejan los hilos dentro de la prisión. En su camino se topará con un crío que vive con su madre, y cuyo hígado es el objetivo del capo del lugar, una subtrama que enternecerá el corazoncito del gringo, dispuesto a proteger al chaval a toda costa, y también a su agradecida madre. Del lado del thriller más puro tenemos a dos bandas rivales, a un villano muy mosqueado —Peter Stormare muy pasado de rosca— y una suma de dinero, que bien podría ser el mcguffin de turno, una salida para algunos, la perdición para otros. ¿Hace falta decir quién se quedará finalmente con la pasta?
‘Get the Gringo’ no necesita presumir de originalidad, a pesar de lo exótico de su propuesta, y tampoco se avergüenza de resultar previsible o tirar de tópicos, porque lo hace con un mínimo de dignididad y sin tratar al espectador somo si fuera imbécil. Tenemos una historia con interés, personajes bien perfilados e interpretados, un ritmo muy bien manejado, y muy pocas salidas de tono —hay una escena con una granada de mano que bien podría haber sido de otra forma— y un sentido del humor que le lleva a Gibson a burlarse del mismísimo Clint Eastwood en un momento dado, broma que lleva hasta sus últimas consecuencias.
He leído por ahí que ‘Get the Gringo’ parecía por momentos una parodia de ‘Payback’ (id, Brian Helgeland, 1999), que a su vez ya es un remake de la influyente ‘A quemarropa’ (‘Pint Blank, John Boorman, 1967), y bien podría verse así, aunque en realidad en el film hay autohomenajes del propio Gibson a sus films sin necesidad de centrarse únicamente en el trabajo de Helgeland —dicho sea de paso, un film meramente correcto, muy por debajo del original—. Lo que sí está muy claro es que Gibson nos pone de su lado con enorme convicción, deseamos su victoria por encima de todas las cosas. Un personaje hecho a su medida, con ecos del cine negro clásico, de Peckinpah —director que se lo pasaría en grande viendo ‘Get the Gringo’— y que resume en uno solo los personajes pasados de Gibson, directo hacia un happy end aparente que dura lo que dura un verano.