Aún recuerdo la entrega de los Oscars de 1983, en los que se daban los premios a lo mejor de 1982 evidentemente, como la primera entrega de los citados premios que yo vi. Eso sí, en diferido y al día siguiente por nuestra queridísima televisión pública. Recuerdo que me harté de oir el nombre de Gandhi, y que sólo cuatro veces nombraron el de 'E.T', otra de las películas que competía aquel año, y que un servidor tenía (y sigue teniendo) entre sus favoritas. Pocos se acordarán ya de que Attenborough antes de salir a recoger su Oscar, se acercó a Spielberg a saludarle ya que le consideraba el verdadero vencedor de la noche (gesto que repetiría Sydney Pollack tres años después); y para todos aquellos que se hayan asombrado, mucho o poco, que este año 'Cartas desde Iwo Jima' se haya llevado el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, decir que 'Gandhi' ganó el mismo premio, aunque de aquélla se llamaba "película extranjera". Al margen de todo esto, meramente anecdótico, nos encontramos ante la película más famosa de Richard Attenborough como director, una fama que no le viene por la película en sí, si no por tratarse del biopic de uno de los seres humanos más extraordinarios que hayan pisado nuestro planeta.
Como dijo Albert Einstein, a las generaciones venideras les resultará difícil creer que una persona así, de carne y hueso, haya paseado alguna vez por nuestro planeta. Y es que la filosofía de la no-violencia que propagó Gandhi, resultaría para mucha gente de hoy día, ya no difícil de seguir, sino incluso de creer que se pueda llega a algo con eso. Y sin embargo, ahí está la Historia para ver lo que logró este singular hombre: la libertad para la India. No fue un alto cargo político ni de ninguna otra índole, no realizó ningún gran descubrimiento científico. Era un hombre sencillo, un joven abogado al que un día echaron a patadas de un tren por viajar en primera clase.
Attenborough se toma su tiempo para contarnos básicamente eso. Y cuando digo su tiempo, me refiero a más de tres horas, que si bien nunca se hacen pesadas, sí es cierto que en algún momento la película se vuelve un poco reiterativa dándole vueltas y vueltas a lo mismo. Afortunadamente, nos encontramos ante una de esas grandes superproducciones con todo lujo de detalles, tanto en lo artístico como en lo técnico. En lo que respecta a esto último, evidentemente no hay ni el más mínimo reproche. El film goza de una fotografía, vestuario y una dirección artística, realmente ejemplares, y en lo que no se han escatimado medios, sobre todo a la hora de la utilización de extras. Para la espectacular secuencia del funeral, en el final de la película, aparecieron más de 300.000 extras, de los cuales 200.000 fueron voluntariamente, y el resto estaban contratados por la productora del film. Impresionante, tanto por los datos, como por el hecho de no ver ni un sólo extra digitalizado, mala costumbre de nuestros días, que sí, que ahorrará un montón de trabajo, pero no causa el mismo efecto.
Evidentemente, lo mejor de la película es, sin duda alguna, la histórica interpretación de Ben Kingsley, en su primer papel para el cine, un papel para el que primero fueron considerados actores como Anthony Hopkins, Alec Guinness y John Hurt. La entrega de Kingsley es tal, y su parecido físico tan asombroso, que por momentos puede parecernos estar observando al mismísimo Gandhi, y no a un actor. Dicen que cuando eso ocurre, cuando ves al personaje y no al actor, ese actor ha cumplido perfectamente con su trabajo, ya no hay más que decir. Oscar muy merecido para Kingsley, actor al que ya nunca le abandonaría la fama de haber interpretado este personaje. Mención especial tiene ese momento en el que Gandhi pierde a un ser muy querido, y es el único instante de la película en el que derrama lágrimas. Un pequeño momento de emoción contenida, glorioso.
El resto del reparto está bastante bien, aunque al lado de Kingsley realmente no se nota su labor, ya que éste eclipsa a todo aquel que se le pone a su lado. Desde Martin Sheen hasta Candice Bergen, pasando por la crème de la crème de la interpretación inglesa masculina, con actores de la talla de John Gielgud, John Mills y Trevor Howard, este último en una brevísima aparición como juez, que protagoniza uno de los momentos más emotivos del film.
Y aunque al final, la sensación que queda es positiva, es en el trabajo de Attenborough donde encuentro algunos fallos, no demasiado grandes, por supuesto, pero fallos al fin y al cabo. El primero es la dichosa manía de querer contar siempre la historia más grande jamás contada, y a pesar de que la historia de Gandhi debería de llegar a todo el mundo por la lección que nos proporciona su vida, Attenborugh siempre ha tenido ínfulas de grandiosidad, cuando nunca ha llegado a ser tal, si acaso un director más que correcto, pero nada más. Esos aires de grandeza le llevan a su segundo fallo: la falta de pasión y emoción que tienen sus películas, no logrando en algunos casos el transmitir lo que quiere. En 'Gandhi' hay momentos emotivos, pero también otros que se quedan cortos. Una mayor garra visual, e incluso narrativa, hubieran redondeado la película, haciéndola única. De este modo, nos quedamos con un buen film, muy correctamente realizado y maravillosamente interpretado. A día de hoy, la gente se acuerda más de otros films de 1982, como por ejemplo, 'E.T.', o 'Blade Runner', y ya no se acuerdan de que fue 'Gandhi' la gran triunfadora de aquel año, con 8 Oscars, a mi juicio, excesivos. Eran otro tiempos, no se repartía tanto, y las películas tenían que ganar un montón de premios.