Lejos de difuminarse tras ‘La Gran Belleza’, el nombre de Paolo Sorrentino se ha ido consolidando película a película, pero entre series de Papas y Berlusconi, puede que el mundo se haya olvidado que su estilo es algo más que fiestas, coca y decadencia, por ello ‘Fue la Mano de Dios’ (È stata la mano di Dio,2021) se puede percibir como una vuelta a la forma de director que ganó un Óscar hace una década; y curiosamente de la mano de Netflix, que empieza a sumar calidad en sus apuestas.
Si ‘No mires arriba’ es una de sus mejores producciones hasta la fecha, normalmente las oportunidades a grandes autores en la plataforma no siempre han dado los mejores trabajos de sus carreras, pero Sorrentino ha conseguido romper esa tendencia con su película más personal hasta el momento. Una pieza semiautobiográfica ambientada en la empobrecida Nápoles durante la década de 1980 que ofrece una mirada íntima a los ritos de paso basada en la adolescencia del director, probablemente su mejor película, o al menos la más honesta.
Durante sus 130 minutos hay una estructura en fases que hace que parezca que se toma su tiempo para empezar, pero en realidad hay un espíritu episódico que busca crear un gran fresco de la visión del mundo de su protagonista. El primer plano sigue a un coche que viene a recoger a Patrizia (Luisa Ranieri), una mujer voluptuosa a la que un extraño hombre le promete tener hijos tras visitar “al monjecito”, un personaje de superstición cristiana de Nápoles que nos indica que la visión de ‘Fue la mano de Dios’ tiene toques ligeros de realismo mágico.
Patrizia es la tía de Fabietto (Filippo Scotti), una joven encarnación de Sorrentino que servirá como observador de la historia para el espectador. Su tía llama a su hermana María (Teresa Saponangelo) y su esposo Savelio (Tony Servillo) cuando el abuso doméstico que sufre se hace insoportable, un hecho sin mucha relación aparente con la trama que sirve al guion para introducirnos en la familia. Durante unos 45 minutos conocemostanto la Nápoles de los ochenta desde la perspectiva de Fabietto como su amor por su familia, el cine, el fútbol y su tía.
Diego Armando, chicas y la agonía del desencanto
Poco a poco vamos viendo cómo la sombra de la edad adulta se va introduciendo por diferentes grietas de su inocencia. Su padre le da consejos como tratar de perder rápidamente la virginidad, aunque sea con la primera chica que pille, y poco a poco observa que el feliz matrimonio de sus padres –su madre es propensa a gastar bromas crueles, como asustar a su marido con un oso falso– no es tan encantador como parece. Pero también pasamos tiempo con su excéntrica familia, incluyendo a sus pintorescos tíos y su hermano mayor aspirante a actor, Marchino (Marlon Joubert).
Hasta cierto punto parece que Fabietto es el personaje secundario en su propia película, pero en la mitad del camino los hechos toman un giro inesperado que empujan al muchacho a madurar rápidamente, y es en ese momento en el que la cámara se va centrando en él para concluir con un emocionante metacomentario sobre el arte y el proceso creativo que eleva el viaje a cotas de verdadero gran cine. ‘La mano de Dios’, sin embargo, no es una película especialmente triste, a pesar del tono nostálgico y los hechos narrados.
Sorrentino mantiene un tono ligero que refleja la inmadurez emocional de Fabietto, algo que también se refleja en su fe evangélica en Maradona, a quien se cita en los créditos iniciales firmando como "el mejor futbolista de todos los tiempos". Una convicción que comparte su familia y muchos de los personajes, y que define la identidad napolitana sobre la que se construye ‘La Mano de Dios’. Casi una reivindicación cariñosa del poder de comunidad de un lugar pobre, abandonado pero que es perpetuamente reivindicado por la cámara y el texto.
La obra más emotiva de Sorrentino
Fellini sigue siendo un referente básico para Sorrentino, quien recupera la crónica sobre los adolescentes en la periferia de ‘Los inútiles’ (I Vitelloni, 1953) y trata de recrear Nápoles como su maestro hacía con Roma. Pero aquí el hermano de Fabietto incluso hace un casting para aparecer en una película del italiano, de quien también apunta su facilidad para describir la realidad a través del surrealismo, la exageración o el misterio como en la sensibilidad para extraer belleza de lo grotesco, como esa experiencia sexual heredera de ‘Amarcord’ (1973).
El toque mágico de ‘Fue la mano de Dios’ se concentra en detalles de superstición, desde la interpretación del tío de Fabietto del milagro del gol de Maradona y su implicación en la vida real, o a través de la creencia compartida en lo sobrenatural con la excéntrica Patrizia, que jugará un papel fundamental en el paso a la madurez del muchacho, conectando armónicamente el aparentemente desconectado inicio de la película con sus fotogramas finales.
Sorrentino lleva su marca habitual, con toques de surrealismo religioso o la presencia de su inseparable Servillo, pero ya sea por el enfoque más personal, o bien por una madurez creativa nada complaciente, sin dejar de ser apasionada, ‘Fue la mano de Dios’ resulta menos impostada en su simbolismo que sus obras más conocidas y los momentos visuales más orquestados se asientan sobre pura verdad, aumentando el impacto en su aparente cotidianeidad para componer un retrato delicado y fascinante sobre la pérdida de la inocencia y el destino.
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