‘Fruitvale Station’ (id, 2012) es la ópera prima de Ryan Coogler, y que recoge el trágico incidente en la estación de metro de San Francisco de idéntico nombre acaecido en la noche vieja del 2008 cuando Oscar Grant III fue asesinado por un policía que dijo haber confundido la pistola paralizante con una de reglamento —al menos eso es lo que dijo en el juicio por el que fue condenado a dos años de cárcel saliendo en libertad a los once meses—, incidente que provocó el lógico enfado y desilusión no sólo de la raza negra, con la consabida polémica racial, sino de todo el mundo que vio la secuencia grabada en varios teléfonos móviles por muchas de las personas que allí estaban.
Octavia Spencer y Forest Whitaker han prestado su apoyo como productores a una película/denuncia que, entre otros premios, se ha alzado con el de mejor director en la última edición del festival de Cannes, antes de los cual se erigió como triunfadora en el Festival de Sundance. Cine independiente que ha dividido al público y a la crítica, entre aquellos que la admiran profundamente por conseguir su objetivo, y aquellos que la acusan de buscar la lágrima de forma fácil. Sin considerarla una obra maestra me decanto por el primer grupo. Una película pequeña que habla de cosas grandes, y que a pesar de utilizar la manipulación —todo el cine lo es— lo hace mucho menos descaradamente que otros films mucho más prestigiosos.
(From here to the end, Spoilers) ‘Fruitvale Station’ da comienzo con una drástica escena grabada a través de un móvil en la que vemos a varios policías retener a varios sospechosos de una pelea en uno de los vagones del metro que se resisten a su detención, y que concluye con un sonido que parece un disparo. A partir de ahí un largo flashback que narra las últimas horas de Oscar Grant hasta llegar al fatídico momento de la estación. El móvil con el que se inicia el film tendrá una fuerte presencia en el relato, a través de mensajes varios entre el protagonista y muchos de sus conocidos, que el espectador ve impreso en la pantalla, haciendo que la narración fluya de una película ágil, entretenida y con un muy cuidado tono cuasi documental, aunque alguna vez cae en lo anodino, como por ejemplo la cena familiar de fin de año.
De acuerdo que lo mostrado es para ver todo lo que Oscar hizo en los últimos instantes de su vida, cruzándose con todo tipo de personas —más un flashback que recoge un episodio cuando estuvo en la cárcel y que retrata su pasado delictivo—, pero personalmente me quedo con el retrato de varios de los personajes empezando por el propio protagonista. He leído por ahí que le dejan como un santo, y no puedo estar más en desacuerdo. Oscar parece, y subrayo lo de parecer, un buen tipo, de eso no hay duda, pero la película le trata como a un ser humano cualquiera, con sus cosas buenas —se preocupa por su familia, sobre todo su hija, su futuro— y también con sus lados grises, como su fuerte y temperamental carácter que le lleva a saltar a la mínima; también su carácter ligón, echado en cara por su pareja y bien visible en el supermercado con una mujer que no sabe cómo cocinar un pescado.
‘Fruitvale Station’ no santifica a su personaje central, aunque en su tramo final incluye escenas reales de un montón de gente rindiendo homenaje a Oscar Grant en el mismo lugar de su asesinato. Narra la historia de un hombre que simplemente pide una segunda oportunidad en la vida, como otros muchos y muchos pisoteados por un sistema endeble y lleno de injusticias, un hombre que debe soportar el quedarse sin trabajo, o aguantar en medio de su día el presenciar sin poder hacer nada cómo atropellan a un perro que muere por un conductor irresponsable, o simplemente por mala suerte, la misma que parece correr Oscar. Una suerte que le llevará a la muerte en una secuencia filmada con nervio y con no poca tensión, al igual que otros encuentros, casuales o no, y en los que cierta incomodidad baña la pantalla.
Excelente en su labor actoral —Michael B. Jordan logra una humanidad fuera de lo común—, ‘Fruitvale Station’ no cuenta nada que no hayamos visto antes, pero su sinceridad y atrevimiento se queda en la memoria, conmueve y por supuesto hace pensar, aunque ya lo hayamos hecho más veces con anterioridad. Sin duda es una de las películas más tristes ambientadas en época navideña, un cambio de año fatídico como alegoría a lo frágil de cualquier vida y la fina línea que separa la vida de la muerte.
Feliz año nuevo.
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