Mi relación con el cine de Jim Mickle ha sido más complicada de lo que a mí me hubiese gustado, ya que tanto 'Vampiros del hampa' ('Stake Land', 2010) como 'Somos lo que somos' ('We Are What We Are', 2013) -su ópera prima aún la tengo pendiente- me dejaron un sabor agridulce, ya que jugaban con ideas interesantes y tenían escenas concretas muy inspiradas, pero ninguna de ellas terminaba de rematar la faena y eso hacía que el conjunto se resintiera de forma bastante evidente.
Parecía que eso iba a cambiar gracias a 'Frío en julio' ('Cold in July', 2014), una cinta en la que vuelve a echar mano de la América profunda para explorar un relato criminal en el que nada es lo que parece a simple vista. Por desgracia, Mickle tampoco ha conseguido aquí una película redonda, en buena medida porque la historia pierde interés a marchas forzadas cuando todo se asienta y queda claro cuál es el objetivo final de su trío protagonista.
'Frío en julio', violencia, mentiras y cintas de vídeo
'Frío en julio' es una película pensada para romper los esquemas del espectador, ya que se desvía en repetidas ocasiones de la dirección a la que parece ir encaminada. Sin embargo, no lo hace como un mero recurso para mantener el interés del espectador, pues todo ha ido introduciéndose de una forma u otra, pero llegado el momento opta por una explicación diferente a la que hemos visto ya mil veces sin por ello dejar de ser consecuente con lo visto hasta entonces.
Además, Mickle es consciente de ello y plantea su trabajo de dirección de una forma muy medida para potenciar el tono que busca este thriller con aires de western, aunque recuerda más al trabajo de otros directores que imprimen ese mismo estilo a algunas de sus obras -pienso por ejemplo en John Carpenter- que al género en sí mismo. Perfectamente podríamos hablar de dos mitades muy diferenciadas -e incluso de tres-, al principio con un tono más sosegado e inquietante, dándose paso después a un estilo más turbio y directo que pierde fuerza tras la aparición del personaje interpretado por Don Johnson.
Llama poderosamente la atención que el guión escrito por el propio Mickle junto a su colaborador habitual Nick Damici maneje tan bien los decisivos cambios de la historia, pero luego presente evidentes debilidades a la hora de desarrollar lo planteado. ¿Será un problema heredado de la novela original de Joe R. Lansdale o quizá es que precisamente ese es uno de los principales problemas del cine de Mickle?
Si lo pensamos fríamente, tanto 'Vampiros del hampa' como 'Somos los que somos' jugaban con conceptos muy interesantes que luego se ampliaban de una forma fallida y aquí sucede lo mismo. El problema es que 'Frío en julio' contiene tantas sorpresas en su interior que ahondar en ello haría que os las estropease, pero digamos que lo que podría haber sido enfermizo y turbio pronto deriva en algo muy decepcionante.
Las ventajas de un buen reparto
Otro de los grandes progresos de Mickle respecto a sus anteriores trabajos es que aquí ha tenido a su disposición un trío protagonista más suculento, aunque lo más justo sería decir que es el dúo formado por Michael C. Hall y Sam Shepard el que realmente da una consistencia adicional al resultado final -las motivaciones del primero acaban siendo un poco difíciles de justificar, pero el buen hacer del protagonista de 'Dexter' evita que pensemos más de la cuenta en ello-, pues, como ya he comentado previamente, la aparición de Don Johnson coincide con una bajada de interés en la historia y su personaje, aunque bien interpretado, no termina de encajar y casi parece sacado de otra película.
Por suerte, la llegada de Johnson no se produce hasta que ya se ha superado la hora de metraje y hasta entonces hemos podido asistir a la inesperada odisea que ha de superar un hombre que acabó sin querer con la vida de alguien que había entrado a robar en su casa, y es que si ya tenía que manejar una mezcla de incredulidad y tormento, la cosa mejora aún más con la amenazante -y a ratos prácticamente fantasmal- presencia del padre de la víctima.
Es durante esos minutos cuando se producen varias de las sorpresas a las que aludía más atrás que ganan una dosis extra de credibilidad tanto por la efectiva puesta en escena de Mickle -tanto en la creación de los planos como, sobre todo, en tareas de ambientación y atmósfera- como por el hecho de que Hall y Shepard logran que en ningún momento parezcan algo artificial.
En definitiva, 'Frío en julio' es un estimable thriller con toques de western que maneja muy bien las sorpresas con las que evita que el relato sea demasiado previsible y que cuenta con un sólido trío protagonista, pero es precisamente el momento en el que deja de ser un dúo para convertirse en un trío cuando la película empieza a mostrar sus debilidades y por mucho que agradezca el tono seco que tiene de ahí en adelante, es insuficiente para evitar un bajón de interés que le impide ser la obra notable que estaba siendo hasta entonces.
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