No es sólo tu familia, tus amigos, la gente que dejas detrás. Hay personas que no aún has conocido.(Pastor Bone)
Se suponía que ‘Franklyn’ (2008), una producción británica de atractivo envoltorio, iba a llegar a nuestras pantallas el pasado 26 de julio, pero la fecha volvió a retrasarse y finalmente se estrena mañana, sin ruido y sin expectativas, con una cartelera repleta de novedades que han sabido sacar provecho de un largo puente que ha devuelto la vida a la taquilla española. Que se vaya a estrenar tan tarde, y en este momento, puede tener varias razones, pero una vez vista, apostaría a que no han sabido cómo venderla, y que les conviene que no se haya hablado mucho de ella, porque en cuanto los pocos espectadores que piquen el anzuelo empiecen a hablar, sus escasas opciones comerciales se habrán acabado. Posiblemente la mejor opción habría sido estrenarla directamente en el mercado doméstico, como se ha hecho con títulos recientes sin muchas opciones, como ‘Jonah Hex’ o ‘Greenberg’, pero el negocio de la distribución a veces es un completo misterio.
Pese al cartel, el tráiler y la publicidad, tened muy claro que ‘Franklyn’ no es un relato de ciencia-ficción. La película es un drama que gira en torno a cuatro personajes, y uno de ellos, ese plagio de Rorschach (incluso habla con su mismo áspero tono de voz) que aparece en todas las imágenes promocionales del film para atraer a los incautos, ciertamente actúa en un entorno retro-futurista similar al de ‘Blade Runner’ o ‘Dark City’, pero es todo imaginario, una fantasía que solo experimenta uno de los protagonistas durante una parte del film. La historia tiene lugar en nuestros días y no tiene nada de extraordinario, es un relato simplón, tan hueco que el debutante Gerald McMorrow necesita desviar la atención con esa trama paralela que, en el fondo, no sirve absolutamente para nada, pero que al menos le mantiene a uno entretenido, siguiendo la investigación del héroe enmascarado y contemplando un diseño de producción tan tosco como efectivo.
El guión de McMorrow se centra en varios personajes que aparentemente no tienen ninguna relación entre ellos, y cómo sus respectivos caminos los llevarán a cruzarse, de manera más o menos casual. El primero que aparece en escena es Jonathan Preest (Ryan Phillippe), vistiendo su disfraz y declarando la muerte a su mayor enemigo, El Individuo, al tiempo que observa por la ventana la oscura y asfixiante Meanwhile City (“Ciudad de mientras tanto”). Luego vemos a Milo (Sam Riley), un joven al que acaban de abandonar, y que persigue por las calles de Londres a una misteriosa mujer que siempre se le escapa. Por su parte, Peter (Bernard Hill) es un hombre religioso que sale en busca de su problemático hijo, que ha escapado de la institución donde estaba siendo tratado. Y por último está Emilia (Eva Green), una solitaria joven, también problemática, que graba sus intentos de suicidio como parte de un proyecto artístico.
La gran mayoría de las veces, puedes anticipar cómo va a ser una película desde los primeros minutos. A veces te llevas sorpresas, por fortuna, pero si el arranque está mal narrado, o la presentación de los personajes huele a lo de siempre, lo más probable es que el resto no vaya a mejorar. ‘Franklyn’ comienza con Jonathan, que no es el personaje central pero como digo es quien protagoniza la trama más vistosa, y nada más escuchar su primer monólogo en off, imitando a alguno de los justicieros con máscara creados por Alan Moore, ya uno intuye que está a punto de perder unos cien minutos de su vida. Sin embargo, la prueba de que el film es un fracaso llega un poco después, en la siguiente secuencia, cuando aparece Milo saliendo de una iglesia. Gerald McMorrow necesita hasta cinco planos para mostrar cómo el chico sale al exterior, mira el móvil y echa a andar. Cinco planos en unos instantes para una escena tan tonta, es una señal inequívoca de que el relato ha caído en las manos de un realizador muy poco brillante (por ser amable).
Como es de suponer, el resto de la película está narrada con la misma torpeza, cortada en demasiados pedazos, y con la cámara centrándose en detalles irrelevantes, como las manos de los personajes; McMorrow intenta darle un aire inteligente y cuidado a la imagen, con encuadres rebuscados, pero lo único que consigue es vaciarla de sustancia y de emoción, de interés, quedando un producto muy apagado, con bonitas postales pero sin vida (destaca desde el principio el estupendo trabajo fotográfico de Ben Davis). Tampoco está muy afortunado el reparto. Ryan Phillippe disimula bien sus carencias cuando lleva puesta la máscara, pero sin ella sigue siendo una cara bonita que no sabe interpretar, resulta muy forzado; Eva Green está en la película para lucirse, como si anunciara un perfume, implicándose muy poco en el drama; Sam Riley lo mismo, se ve que lo contrataron por su trabajo en ‘Control’ y se limita a repetir las poses, desconectado de los conflictos de su personaje; el veterano Bernard Hill es el único que cumple, y de no ser porque el misterio que le rodea es lo más previsible, su subtrama resultaría interesante.
Con las casualidades y el destino como eje central, ‘Franklyn’ es de esos relatos que van dando pistas para intentar tener pendiente al espectador, esperando sorprenderle y dejarle maravillado con un giro espectacular que dé sentido a las conflictivas existencias de los protagonistas; el problema es que desde las primeras escenas, cualquiera puede encajar fácilmente las piezas, y saber quién busca a quién y (más o menos) cómo acabará el camino de cada uno, con lo cual gran parte del metraje resulta de lo más ingenuo y aburrido, pretendiendo jugar al despiste con una cartas claramente marcadas. En resumen, nos encontramos ante un torpe batiburrillo de mensajes trascendentales y referencias visuales que no consigue casi ninguno de sus objetivos, si acaso llegar a entretener durante los delirios heroicos de Jonathan por lo llamativo del escenario. Con una realización carente de ingenio, unos actores desafortunados y un guión poco elaborado, es sin duda uno de los títulos menos estimulantes de la cartelera.
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