Hay algo de cómoda previsibilidad en la maquinaria de suspense que propone 'Fractura' que no incomoda, pese a que el espectador habitual del género irá en todo momento unos pasos por delante de esta propuesta de Netflix. Sin embargo, lo atinado de las interpretaciones, la concisión de su propuesta y, sobre todo, la precisión en la puesta en escena de Brad Anderson la convierten en un caramelo que se traga con gusto, aunque nos sepamos el sabor de memoria.
Sin estridencias, la película apunta unos cuantos desvíos que luego esquiva muy conscientemente, evitando convertirse en un drama sobre un padre de familia recuperándose de su adicción al alcohol o una crítica al sistema sanitario estadounidense (aunque algo de ambas cosas hay). Brad Anderson deja claro que lo que le interesa a él es el misterio: el suspense puro, de ribetes hitchcocknianos e inspirado en los códigos instituidos por el maestro en 'Alarma en el expreso'.
Anderson, además, entremezcla el tema de la desaparición de alguien cercano al protagonista con uno de los temas más recurrentes de su filmografía, en películas tan aclamadas como 'Session 9' o 'El maquinista'. Distorsionando lo que percibe el atribulado Sam Worthington hasta el extremo de desanclarlo por completo de la realidad, el espectador no deja de preguntarse si la paranoia del protagonista tiene base real.
'Fractura': Realidad agrietada
Worthington es un padre de familia al borde de una gravísima crisis con su esposa que sufre un accidente en compañía de su hija en un área de servicio. Aunque parecen estar bien, llevan a la niña a un hospital cercano, y allí sugieren hacerle un TAC. Pero horas después, su mujer (estupenda Lily Rabe) y su hija no han reaparecido, y todo parece apuntar a que han sido víctimas de oscuros tejemanejes que se llevan a cabo en el hospital. ¿O es un error de otro tipo?
Muy pocas sorpresas, como decimos, en un guión que debería presentarlas cada pocos minutos. El espectador avispado se olerá los compases finales desde el mismo momento del accidente, pero nada importa porque Brad Anderson convierte toda la aventura en un figmento fantástico que muy a duras penas se acerca a la realidad. El aire despistado e inexpresivo de Worthington, tan irritante en otras ocasiones, refuerza aquí la atmósfera neblinosa de toda la experiencia.
El laberinto kafkiano de impresos a rellenar y las pesadillas burocráticas en las que una llamada de teléfono informa que el seguro no cubre una intervención (y eso, en Estados Unidos, es motivo para poco menos que vender el alma para poder hacer frente a los gastos) suman, además, algo de brumosa sensación fantastique de callejón sin salida para la familia protagonista. La sensación de que con conspiración o sin ella no hay escapatoria de este cepo para osos es un subtexto muy interesante.
A ello ayuda Brad Anderson con una puesta en escena rebosante de planos deformados, ojos de pez, primeros planos y un soberbio uso del montaje que nos ayuda a sumergirnos en la mente de un paranoico (o alguien que ha tenido una revelación). El resultado es lo suficientemente estimulante como para que el espectador permanezca sentado al borde del asiento, pese a que el guión de Alan B. McElroy, autor también de la influyente 'Wrong Turn', no ofrezca demasiadas sorpresas.
Aún siendo una película ligera y simpática, y proponer largos tramos de satisfactoria y misteriosa ambigüedad (todo el tramo inicial hasta la llegada al hospital, accidente incluido, es sensacional por su atmósfera asfixiante, de irrealidad incierta), 'Fractura' no es más que un thriller de suspense con argumento del montón y realización inspiradísima. Por suerte, no hace falta más que eso para un rato de tensión sin más ambiciones.
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