Hemos visto competir a aspirantes a cantantes poniendo a prueba sus voces en programas como ‘Operación Triunfo’ o ‘Factor X’, a cocineros medir su pericia en los fogones en ‘Master Chef’, a tatuadores exhibiendo su habilidad sobre lienzos humanos en ‘Ink Master’ e, incluso, a drag queens sacando a relucir sus dotes para el espectáculo en el desternillante ‘RuPaul’s Drag Race’.
Pero el cada vez más prolífico mercado del formato televisivo conocido como "reality-concurso" esconde entre su inmensa oferta un show capaz de coger a sus homólogos y trocearlos sin esfuerzo, como si de una hoja perfectamente templada y amolada se tratase, gracias a su brutal sentido del espectáculo y la emoción: lo emite Canal Historia y se titula ‘Forjado a fuego’.
Por si el simple título del programa no os invita a abalanzaros sobre él sin pensároslo dos veces, os explicaré en qué consiste su mecanismo para que os hagáis una idea de lo que os espera una vez os sumergís en los múltiples placeres que se obtienen de ver a un puñado de concursantes pegar martillazos contrarreloj a una pieza de metal mientras sudan la gota gorda.
Una mecánica tan simple como efectiva
En ‘Forjado a fuego’, cuatro herreros especializados en armas blancas —o armeros— compiten entre ellos por un premio de 10.000 dólares mediante un sistema de eliminación de tres rondas. En la primera de ellas, los concursantes deben diseñar, forjar y dar forma a una hoja —generalmente de un cuchillo u otra arma corta— en las forjas individuales con las que cuentan en el plató, siguiendo las especificaciones dadas los el presentador.
En la segunda, tras la primera descalificación, basada en términos de calidad y diseño, los tres forjadores restantes deberán terminar su obra, que será puesta a prueba en una serie de tests —de resistencia, durabilidad, corte, muerte...— llevados a cabo por el equipo de jueces, compuesto por —atención— un maestro herrero de la American Bladesmith Society, un fabricante de réplicas de armas blancas para Hollywood —que además es una eminencia en el campo de la historia armamentística— y un experto en artes marciales especializado en armas con filo.
Una vez se elimina al segundo descalificado, la cosa se pone seria. El jurado presenta a los dos finalistas un arma histórica —generalmente de grandes dimensiones— que deberán crear dede cero en sus forjas particulares durante varios días para, después, regresar al plató y ponerla de nuevo a prueba en las más diversas pruebas que simularán los retos a los que debía enfrentarse el arma forjada en su contexto histórico, y de las que saldrá el ganador del programa.
El espectáculo televisivo definitivo
Una vez descrita la mecánica del concurso, puede que muchos de los que no hayáis tenido el inmenso placer de pegaros a la pantalla durante horas disfrutando de esta salvajada titulada ‘Forjado a fuego’ os preguntaréis: “Pero, Víctor... ¿es esto tan divertido y original como lo pintas o nos estás vendiendo otra competición televisiva del montón como algo verdaderamente especial?”. A esto, sólo puedo contestar rotundamente que ‘Forjado a fuego’ es el mejor “reality-concurso” que ha parido la mal llamada caja tonta.
Para empezar, tenemos que fijar nuestra atención en el perfecto equilibrio que el equipo de realización del programa encuentra entre el formato competitivo, la espectacularidad de la forja de metal y un lenguaje audiovisual que nos deja las que, probablemente, sean las mejores secuencias de montaje que podamos ver en un producto de estas características.
Chispas, llamaradas, gotas de sudor y martillazos a cámara lenta, acompañada por unos pesados riffs de guitarra eléctrica, se unen en una sinfonía hipnótica y vigorizante que, como diría un buen amigo —y nunca mejor dicho—, es “más heavy que una lluvia de hachas”.
Eso sí, la capacidad para atrapar al espectador de ‘Forjado a fuego’ va más allá del estímulo casi, primitivo, de ver fuego y metal retorcido. La verdadera magia del programa radica en su manipulación del tiempo y la utilización del punto de vista para articular una narrativa brillante, intensa, y que deja en cada episodio más de un momento de verdadero infarto —no será la primera vez que le grito a la pantalla diciéndole a un armero que está templando mal su hoja y se le va a romper—.
Por si el factor emoción no es lo vuestro y necesitáis algo más contundente que una cuenta atrás y un poco de suspense para sorprenderos, siempre os quedarán los brutales tests que ponen a prueba las creaciones de los armeros. Y es que no todos los días podemos ver una espada Xifos de la Grecia antigua partir las costillas y la espina dorsal de un ternero por la mitad como si fuese mantequilla... ¿verdad?
No puedo dar por concluida mi loa a ‘Forjado a fuego’ sin hacer antes referencia a lo que considero la guinda que corona el pastel: unos concursantes perfectos —salvo rarísimas excepciones— que dan impregnan al show con un aura de honor, solemnidad y respeto inédita en otras producciones similares.
Estamos acostumbrados a ver, por ejemplo, a los tatuados de ‘Ink Master’ poniéndose a parir entre ellos, cabreándose cuando les descalifican, criticando a los jueces e, incluso, casi llegando a las manos tras una decisión que consideran poco acertada. Pues bien, en ‘Forjado a fuego’ este tipo de conductas son un auténtico espejismo, pudiendo ver a los armeros dando la enhorabuena constantemente a sus rivales, admitiendo la derrota con deportividad y espetando frases en las que afirman estar orgullosos de haber perdido frente a alguien tan fuerte.
Podría pasar horas y horas escribiendo sobre la infinidad de bondades que atesora ‘Forjado a fuego’; un “reality-concurso” que, además de todo lo mencionado, es didáctico y tiene no pocas referencias cinéfilas y televisivas escondidas en sus cinco temporadas estrenadas hasta la fecha. Pero, en lugar de eso, lo único que puedo hacer es invitaros a abrir una cerveza bien fría, sentaros bien cómodos y disfrutar de esta rotunda joya catódica. Puro heavy metal.
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