Aunque el cajón de sastre de los géneros cinematográficos sea una herramienta fantástica que permite clasificar todo tipo de producciones para, así, facilitar la comunicación entre espectadores, críticos, cineastas o curadores, es propenso a dibujar una serie de líneas que discriminan largometrajes de forma artificial y que favorecen prejuicios y afirmaciones mucho menos veraces de lo que podrían parecer a simple vista.
Entre ellas, se encuentran la de catalogar la animación como un género en sí y no como una técnica más, empleada para moldear un relato —ahí están títulos tan brillantes como 'A Scanner Darkly' para difuminar estos falsos límites—, o la idea de que documental y ficción pertenecen a mundos diferentes cuando, en realidad, comparten infinidad de engranajes narrativos y no difieren en absoluto en lo que respecta a su capacidad de impacto sobre el espectador.
Con 'Flee', el cineasta danés Jonas Poher Rasmussen destruye por completo cualquier tipo de barreras preconcebidas al hibridar animación y documental en una de las cintas más extraordinarias que llegará a nuestros cines a lo largo de este 2022. Un desgarrador viaje al corazón de su protagonista —protegido por trazos de dibujo y capas de color bidimensionales— y a los horrores de la guerra que demuestra que la emoción más pura no entiende de etiquetas.
Sin fronteras
La simple naturaleza del filme —producido, entre otros, por Riz Ahmed y Nikolaj Coster-Waldau— y el modo en que reivindica la animación como mecanismo y no como género, lo convierten de por sí en una pieza tremendamente especial. Y es que, si Rasmussen ha dado forma a su obra sustituyendo fotogramas por lienzos, ha sido para ayudar a mantener en el anonimato a Amín, un refugiado afgano sumido en una búsqueda permanente de un hogar —y del significado real del término—, y cuya condición para participar en el proyecto fue preservar su identidad.
Durante sus imprescindibles 90 minutos de metraje, 'Flee' pasa de puntillas por el conflicto bélico en Afganistán, explorando sus entresijos geopolíticos y sus terribles consecuencias para la población local con acierto, pero sin ir más allá de lo contextual, para poder centrarse en su verdadero núcleo: el corazón y la vida de un Amín que transpira humanidad, y que sirve de maestro de ceremonias en una historia demoledora y llena de contrastes sobre el descubrimiento personal y el instinto de supervivencia.
Entre los sólidos cimientos del drama sobre la migración que mueve el largo, la animación se eleva como un elemento esencial a la hora de catalizar la emoción; regándolo de sorprendentes matices que invitan a conectar de un modo inesperadamente visceral con el protagonista —puede que con mayor intensidad que si hubiese tenido un tratamiento de acción real—, y virando entre un estilo "tradicional" con voluntad narrativa y uno con trazas más experimentales que capturan el terror y la ansiedad de algunos pasajes realmente asfixiantes.
Con 'Flee' y su atípica concepción, la cada vez más difusa barrera entre realidad y ficción se diluye hasta prácticamente desaparecer, haciendo aún más sobrecogedores los momentos más dramáticos —impecable la integración esporádica de metraje real— pero, al mismo tiempo, permitiendo que los pocos pasajes luminosos lo sean aún más. Y, en última instancia, todo esto se traduce en un más que probable flujo de lágrimas, algunas mucho más amargas que otras, tan trascendente en su fondo como en su habilidad para hacer que nos replanteemos cómo miramos el cine.
Porque no todos los días un largometraje recibe nominaciones al Óscar a la mejor película internacional, a la mejor película de animación y al mejor documental.
'Flee' se estrena en cines el 18 de febrero de 2022
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