Cuando me enteré de que la creadora de 'Killing Eve' no escribiría la segunda temporada, me preocupé. Pero fue una preocupación tonta ya no porque la serie sigue siendo excelente, sino porque esto le ha permitido a Phoebe Waller Bridge encargarse de la segunda temporada de la también excelente 'Fleabag'.
Así que 'Fleabag' ha vuelto, con una segunda temporada de seis episodios que Amazon estrena hoy en Prime Video tras su paso por BBC Three (la plataforma digital del ente británico). La espera de tres años desde la última vez que vimos la serie ha sido larga pero, creedme, ha merecido la pena hasta el último segundo.
Tras una primera temporada en la que el mundo parecía haberse hecho pedazos para Fleabag (Waller-Brdige), la primera vez que vemos a la descarada joven es sangrando en el cuarto de baño de un restaurante. Como es habitual, mira a cámara y nos invita a descubrir qué ha pasado con una advertencia: es una historia de amor.
Una cena como punto de partida supremo
Ha pasado un año, y nos encontramos en una cena familiar donde la madrina (Olivia Colman) y el padre (Bill Paterson) anuncian que se van a casar. Y que les va a casar un nuevo personaje que ha salido, literalmente, de la nada: un sacerdote católico interpretado por Andrew Scott que se convertirá en el interés romántico (y reto) de nuestra protagonista.
Pocas cosas le hacen falta a Phoebe Waller-Bridge (que sigue siendo la maestra de la ruptura de cuarta pared) para contarnos en qué punto está cada personaje. En la mesa hay diálogos mordaces, hay tensiones sin resolver y una situación que unirá mucho a Fleabag con su hermana Claire (Sian Clifford) y que detonará una de las subtramas más importantes.
A partir de este episodio que podríamos llamar embotellado, se va desplegando un arco excepcional que nos llevará hacia la culminación en la boda del padre de Fleabag y su pareja. Y, por el camino, Waller-Bridge se enfrenta como protagonista a dudas sobre sus relaciones personales (o falta de ellas), su personalidad y su relación con la religión... y con los chicos.
Y esto me lleva a mi gran problema con esta temporada de 'Fleabag': no me creo al sacerdote, lo cual es fatídico cuando es un personaje tan central en la trama. Hay algo en él y su personalidad que no cuadra. Si bien, friamente, puede ser un papel creíble, creo que no han sabido tratarle y está demasiado pasado de vueltas.
Esto lo que causa es que, en el fondo, el conflicto que se plantea (celibato, amor, sexualidad...) se ve falso. Pero, por lo demás, creo que es el personaje que necesitaba Fleabag en este momento. Alguien que la descuadre (hay un momento estupendo a mitad de la temporada al respecto) y con el que la protagonista pierda la seguridad que muestra habitualmente.
Quitando esto, esta temporada final de 'Fleabag' confirma la serie como una de las comedias más recomendables de la década. Y lo digo sin despeinarme. Una excelsa y divertida exploración a uno de los mejores personajes que ha dado la comedia británica.
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