‘La noche del terror ciego’ (Amando de Ossorio, 1971) es una de las películas proyectadas en el Freakemacine de este año, en honor a la figura del director coruñés Amando de Ossorio, director de culto donde los haya entre los aficionados al cine de terror. Representante de la época dorada del fanta terror español, herencia de la época anterior en el cine italiano. Ossorio nació y vivió en el seno de una familia apoderada e importante. De pequeño queda impactado por clásicos como ‘El doctor Frankentein’ (‘Frankenstein’, James Whale, 1931) y ‘Drácula’ (‘Dracula’ Tod Browning, 1931) y tiene claro a qué quiere dedicarse.
En los años cincuenta Amando de Ossorio es noticia por dirigir ‘La bandera negra’ (1956), uno de los films más censurados de nuestra patética historia, debido a su mensaje en contra de la pena de muerte –el film es un monólogo de hora y media−. Más cerca de los sesenta/setenta, y con libertad absoluta, el director se centró en su pasión, el cine de terror. En esa época gloriosa de gran éxito realizó la presente, que inició una muy curiosa saga compuesta por cuatro títulos. En países como USA fue hasta lanzada como secuela de ‘El planeta de los simios’ (‘The Planet of the Apes’, Franklin J, Schaffner, 1968), remontándola y añadiendo una voz en off. Sí, delirante.
‘La noche del terror ciego’ es una locura de película con innumerables fallos, y con aciertos que no se van de la mente una vez vista. Algo de extraño posee esta película, fascinante a ratos, risible en otros. La historia versa sobre una mujer –Lone Fleming en uno de sus más recordados papeles− que, de vacaciones, se encuentra con una vieja compañera del convento y su amigo, personajes a cargo de unos despistados César Burner y María Elena Arpón que, para la ocasión cambió su nombre por el de Helen Harp. Pronto acabarán en un pueblo abandonado sobre el que pesa una maldición.
Los caballeros templarios que regresaron de la muerte
Dicha maldición, o leyenda, supone el apunte más interesante de una película que se pierde entre diálogos absurdos la mayor parte de las veces –atención a los recitados en el hotel donde descansan algunos de los personajes centrales, con una camarera o el director del hotel−, varias escenas eróticas sin sentido, uno de los requisitos de la época, que arrastraba a un montón de espectadores a los cines. Ossorio coprodujo con Portugal más bien como estrategia para poder estrenar una película subida de tono en algunos instantes. Y le funcionó. Pero lo mejor del film es el retrato de los “muertos vivientes”.
Caballeros del siglo XIII que eran odiados y temidos al mismo tiempo, debido a sus rituales en los que asesinaban a sus víctimas y bebían su sangre. Ajusticiados y colgados hasta que los cuervos les arrancaron los ojos, siguen sobreviviendo, a modo de maldición, como muertos que despiertan a la vida cuando alguien invade su pueblo. La idea de que sean una especie de zombies que no ven, moviéndose por el sonido, se compensa con la extraordinaria vestimenta que les infiere un aspecto terrorífico. Las apariciones contienen no poco atractivo escénico, sobre todo cuando montan en sus caballos, secuencias para las que el director usa la cámara lenta, una fotografía apagada en tonos, y una banda sonora de Antón García Abril, modélica en cuanto a la grabación de voces para luego reproducirlas al revés.
Arrítmica y con numerosas escenas de relleno, ‘La noche del terror ciego’ funciona mucho mejor cuando los caballeros templarios vuelven a la vida. Y ofrece varios apuntes interesantes, como mezclar con ingenio a los muertos vivientes con el vampirismo; o la nada desdeñable idea de que se mueven por los sonidos —lo cual parece al mismo tiempo terrorífico, por lo que representa, y una broma que juega con una de las constantes del cine de terror, en el que abundan personajes femeninos que no paran de gritar—, destacando la secuencia en la que siguen a la protagonista por los latidos de su acelerado corazón.
En la siguiente entrega Amando de Ossorio aprovechó aún más las brillantes ideas de planteamiento, atreviéndose a realizar incluso una dura crítica al franquismo.
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