El final de 'Ozark' ya ha llegado a Netflix. Seguro que los spoilers tardan muy poco en hacer acto de presencia a través de las redes sociales, pero yo voy a obviarlos a la hora de valorar cómo ha sido el cierre de una serie que en su tercera temporada terminó de dar el paso adelante que le faltaba para colarse entre las mejores de la plataforma
Cuando compartí con vosotros mi opinión sobre los tres primeros episodios de esta entrega definitiva de 'Ozark', os comenté que todo apuntaba hacia un desenlace trágico y no dudéis de que hay varias muertes en el tramo final de la serie, pero reconozco que esperaba algo distinto a lo que nos ha ofrecido su showrunner Chris Mundy.
Coherente a lo que es la serie
Desde siempre, 'Ozark' ha sido una serie sobre el equilibrio, con Marty haciendo malabarismos para que su familia y él siguieran con vida. Esa es una apuesta que se mantiene aquí, pero lo cierto es que la cosa gira a menudo más hacia Wendy y cómo es ella la que toma una serie de increíbles decisiones. Hasta en cierto punto se dice de forma explícita que menudos huevos le ha echado el personaje interpretado por Laura Linney para hacer lo que hace.
Y es que 'Ozark' también es una serie sobre la transformación. Marty ya estaba corrompido de entrada, pero la cercanía que transmitía Jason Bateman al personaje permitía a la serie jugar con la empatía que pudiéramos sentir hacia él. Pero el resto de su familia es un caso distinto, con Wendy yendo cada vez más hacia el lado oscuro, algo que llegó a un punto de no retorno con el sacrificio de su hermano.
Cosa diferente es lo que sucedía con sus hijos, a veces casi un estorbo para la serie pero cuyo crecimiento ha sido cada vez más evidente según pasaban las temporadas. En esta segunda parte de la cuarta temporada incluso queda claro que Wendy sacrificaría todo aquellos por lo que tanto ha luchado para no perder a Charlotte y Jonah, hasta el punto de que el momento de mayor desesperación surge por esa vía.
Una de las grandes incógnitas de la serie es que sucederá exactamente en esa relación entre padres e hijos, pero en paralelo hay otras tramas por aclarar, desde qué hará Ruth y las repercusiones de sus actos o todo el entramado criminal del que están intentando salir Marty y Wendy. A lo largo del camino no faltan las sorpresas, pero quizá falta una mayor sensación de urgencia teniendo en cuenta que nos dirigimos hacia el punto de destino.
Por qué es un final que no enamora
Es ahí donde la serie hubiese agradecido llevar un paso más allá ese inconfundible uso de la tensión que lleva realizando desde su primera temporada. Marty ya estuvo entonces entre la espada y la pared, logrando escabullirse siempre. Aquí todo hacía pensar en cierto descontrol, pero lo cierto es que eso nunca llegue a trasladarse a la serie, ni siquiera cuando la situación de los Byrde parece más desfavorable.
Ese enfoque más medido encaja a la perfección con el tono característico de la serie y en algunos casos añade un capa de dramatismo bastante lograda, pero a la hora de la verdad también amortigua cualquier tipo de efecto sorpresa. Esto deja cierto sabor agridulce, hasta el punto de que la despedida de la serie puede llegar a sentirse más como una prolongación que como un cierre.
Sin entrar en detalles, se entiende perfectamente la idea que se quiere transmitir con ese final, y lo que sucede cuando la imagen ya ha desaparecido zanja cualquier tipo de duda que pueda quedar, pero falta algo que transmita una sensación de ser algo realmente definitivo. Ese algo que nos deje claro que no merece la pena ir más allá de esto, que la historia era esta.
En resumidas cuentas
'Ozark' ha concluido su andadura con un episodio fiel a lo que ha sido la serie y atando varios cabos sueltos. Además, ha ofrecido un desenlace retorcido pero consecuente con lo que planteado hasta entonces. El problema es que como final definitivo no termina de tener toda la fuerza necesaria para cerrar la serie por todo lo alto. Funciona pero no enamora.
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