‘Un hombre acusa’ (‘The Turning Pont’, 1952) es una de las películas de la última etapa de ese gran desconocido que es ahora William Dieterle, antes de que terminase su carrera dirigiendo películas para la televisión. El que fue firmante de la única película que, según Buñuel, merecía la pena, ‘Jennie’ (‘Portrait of Jennie’, 1947), hizo sus aportación a ese clasicazo que es ‘Duelo al sol’ (‘Duel in the Sun’, King Vidor’, 1946) y dirigió, entre otras muchas, la inolvidable ‘El hombre que vendió su alma’ (‘All That Money Can Buy’, 1941), firmó este título de cine negro en plena época de la Caza de Brujas reflejando bajo una historia de corrupción el reinante miedo que había en el mundo del cine.
La película de Dieterle está basada en una novela de Horace McCoy que en realidad no fue una novela propiamente dicha hasta que la película fue estrenada. Antes de eso fue presentada como una mezcla de novela y guión cinematográfico, un rara avis dentro de las adaptaciones cinematográficas. El guión fue escrito por un habitual del cine negro, Warren Duff, y la película destaca por ser un film de denuncia en el mejor estilo de los grandes cineastas que años más tarde se dedicarían a reflejar las miserias de un sistema podrido, y por ende las del ser humano en general. ‘Un hombre acusa’ revela no pocas sorpresas en su metraje, ejemplo de manejo de los puntos de vista y de ritmo; y sigue la estela iniciada por Henry Hathaway y Jules Dassin a mediados de los cuarenta de filmar film noirs en escenarios naturales.
(From here to the end, Spoilers) ‘Un hombre acusa’ navega alrededor de la lucha que un fiscal emprenderá contra un empresario que ha obtenido su fortuna no sólo dirigiendo una empresa de camiones, sino realizando algún que otro acto delictivo creando todo un imperio del que es el centro. A partir de ahí, y siempre con dicha premisa, somos testigos de todas las consecuencias de enfrentarse a alguien tan poderoso, con una red de corrupción que llega hasta la policía. Edmond O´Brien da vida a dicho fiscal, ayudado en cierta medida por un periodista que demostrará la fuerza del cuarto poder. William Holden en dicho papel, acentuando su imagen de tipo duro de aquellos años, aunque su personaje aquí encierra alguna que otra sorpresa que huye de toda convención. En medio de los dos Alexis Smith para avivar el lógico triángulo amoroso.
El film enfrenta las dos formas de ver el asunto de querer acabar con la red de corrupción. Por un lado todo el idealismo e inocencia de Conroy (O’Brien), que sospecha bien poco del entramado mafioso al que se enfrenta y que no se lo pondrá fácil; y por otro, el más realista McKibbon (Holden), conocedor más a fondo del problema y que dicha guerra dejará graves secuelas en todos los implicados. En ese aspecto el film nunca da nada por seguro hasta que termina, y los giros e imprevistos que surgen suceden cada poco, realizando más bien pocas concesiones, y mostrando siempre a personajes que tiene algo que aportar más allá del adorno. Dieterle maneja con precisión un ritmo endiablado y un crescendo dramático que tendrá su culmen en ese antológico final con un combate de boxeo como telón de fondo.
Es precisamente en ese marco final en el que lo de filmar en escenarios naturales cobra toda su esencia. Si hasta entonces habíamos visto alguna que otra escena filmada en exteriores, con la rutina de la ciudad y sus habitantes, todo ello cobra un cierto terrorífico sentido en su tramo final en ese lugar abarrotado de gente y en el que McKibbon deberá luchar por su vida; el gentío como unidad amenazadora y representación del ahogo y la presión a la que es sometida el personaje, más aún dentro de una historia en la que la llama de la corrupción puede llegar a cualquiera. Al igual que en la recién comentada ‘El dilema’ (‘The Insider’, Michael Mann, 1999), ‘Un hombre acusa’ pone sobre la mesa la eterna duda de si merece la pena una lucha de ese calibre, en la que se puede perder absolutamente todo, incluso la vida.
La puesta en escena de Dieterle es de lo más vibrante, realizando inesperados y sorprendentes planos secuencia a lo largo del film, estableciendo una nada disimulada relación entre personajes y escenario, en el cual nunca dejan de pasar cosas cada vez más interesantes. Atención al desenlace, en el que Dieterle sin cargar las tintas en el dramatismo de la historia muestra una muerte en fuera de campo, dejando así un amargo sabor sobre lo visto invitando a la reflexión. Sólo el trabajo actoral no está a la altura de las excelencias del film, destacando sobre todos Ed Begley dando vida al villano de la función, un hombre que podría ser cualquiera debido a su sencillez que le hace parecer alguien normal y corriente, más peligroso aún.
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