Hace poco os hablaba de la magistral ‘Tener y no tener’ (‘To Have and Have Not, Howard Hawks, 1944), adaptación del relato homónimo de Ernest Hemingway, cuyo rodaje fue una demostración de libertad absoluta. Considerada por el propio autor, y sus amigos más cercanos, como un horror de historia, lo cierto es que la misma conoció dos adaptaciones más, una de la mano de Michael Curtiz, y la presente, ‘The Gun Runners’ (1958) que corresponde a la etapa menos conocida de Don Siegel.
La película es incluso de las obras menos conocidas dentro de esa etapa poco difundida de su director. En España está editada en DVD con el título de ‘Balas de contrabando’ desde hace un par de años aproximadamente, pero jamás ha sido estrenada comercialmente entre nosotros, siguiendo la tónica con ese trozo de la filmografía de Siegel que aún a día de hoy parece una gran desconocida. La película se aparta en intenciones de la versión de Hawks.
Film Noir puro y duro
Si el mítico título protagonizado por Humphrey Bogart era una muy equilibrada mezcla de géneros, e incluso tonos, el trabajo de Don Siegel deja bien claro desde el inicio cuál será la tónica a seguir. Audie Murphy, que fue un héroe en la 2ª Guerra Mundial para más tarde convertirse en actor aprovechando esa fama previa —a las órdenes de Siegel hizo también ‘Duelo en Silver Creek’ (‘The Duel at Silver Creek, 1952)—, es el dueño de un pequeño barco con el que llevar a pescar a turistas, y que presencia un asesinato en el puerto.
Ese detalle violento, y prácticamente alejado de la trama central del film, deja bien claro que Siegel elegirá un camino muy diferente al de Hawks. Su relato es un thriller, un Film Noir puro y duro, contexto en el que Siegel además se muestra enormemente cómodo, tal y cómo demostró a lo largo y ancho de su filmografía con títulos que no es necesario citar —de esta etapa sin duda merece atención la excelente ‘The Lineup’ (1957)—, con un manejo soberbio de la secuencias de acción y un uso de la violencia que nada tiene que envidiar a Sam Peckinpah.
Los cambios con respecto al film de Hawks van a más. Aquí el personaje central está felizmente casado, y el tema se centra más en el contrabando de armas a Cuba para la revolución castrista. No hay historia de amor como leit motiv, y todo es un poco más seco y sombrío —en el guión participó Ben Hectch—, eliminando el tema de la contienda mundial, pero manteniendo un villano de altura —un camaleónico Eddie Albert—, y conservando el clímax del relato en el bote del protagonista.
Actor equivocado, excelente dirección
El principal problema de esta tercera adaptación de la obra de Hemingway, que ya podemos decir que es la peor de las tres sin que estemos hablando de una mala película, es sin duda su actor principal. Audie Murphy habrá sido un héroe espectacular en la Guerra —algo por lo que creo no debe felicitarse ni condecorar a nadie—, pero en el séptimo arte tenía unas carencias demasiado evidentes. Su rostro era popular, y puede que cayese bien al público de la época, pero sus dotes interpretativas brillaban por su ausencia. En un film como ‘The Gun Runners’ se evidencia aún más al intentar dibujar un personaje angustiado porque los acontecimientos le superan. No es capaz de expresarlo.
De hecho el resto de compañeros de reparto le gana la partida sin esfuerzo alguno, sobre todo en los casos de Albert, Everett Sloane, Richard Jaeckel o Jack Elam. También en el lado femenino las actrices Patricia Owens o Gita Hall ponen más empeño en ser sus personajes que en parecerlos. Con todo Sigel, apoyado en una excelente banda sonora jazzística —como debe ser en el buen Film Noir—, obra del inolvidable Leith Stevens, dota al conjunto de un excelente ritmo, sopesando las debilidades de la trama con escenas poderosas como el clímax final a bordo del barco.
Un apreciable serie B, y que Siegel logra que luzca como película con medios —uno de los milagros que obraba en esta primera etapa de su carrera—; violenta, muy entretenida y con cierto aire pesimista sobre la vida muy bien reflejado. Al igual que el film de Hawks, sin poseer el mismo desenlace, también se aplica la ambigüedad, con la mujer de Sam esperando en la orilla, mirando a un océano que le traerá una inesperada sorpresa.
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