Una de las labores más importantes del cine, y sobre todo del cine que se proyecta en festivales, es la de escandalizarnos, hacernos ver los rincones de la sociedad a los que jamás nos acercaríamos, plantarnos cara a cara ante un espejo de la realidad que puede reflejar actitudes o situaciones que nos den verdadero y absoluto asco. Y esa es la palabra que mejor define 'Sparta'.
A lo largo de sus 100 minutos, el desasosiego y el asco se adueña de las butacas sin remedio mientras contemplamos impunes a un pederasta arreglándoselas para montar una escuela de judo en la que tener a su lado continuamente a niños en ropa interior, ducharse con ellos y sacarles fotos para observarlas después. Mucha gente ha salido de la proyección diciendo que no existe polémica porque no enseña nada. Pero lo terrible de la película de Ulrich Seidl no es lo que enseña, sino lo que no enseña.
Metraje prohibido
Hasta el último minuto hubo dudas sobre si 'Sparta' iba a exhibirse en San Sebastián o, por el contrario, se convertiría en un 'A serbian film', lo que solo haría crecer su misticismo. Recordemos que la proyección de la película austriaca fue prohibida en el Festival de Venecia después de que Ulrich Seidl fuera acusado de explotar a menores rumanos durante el rodaje y no explicar correctamente a los padres de qué iba la película. No pasaría nada si la película fuera un de pastorcillo cuidando de sus vacas, pero resulta que la película trata sobre la pedofilia.
De hecho, lo que pretende 'Sparta' es plantear un falso debate: ¿Dejarías a tus niños con un padre violento pero protector o con un profesor que les cuida de forma amable pero es realmente un pederasta? Seidl muestra la dicotomía de este personaje tanto en sus momentos de debilidad (sacándoles fotos en ropa interior, revolcándose en el suelo con ellos) como de posterior arrepentimiento. Si la idea era que sintiéramos lástima de un pederasta, no ha acertado mucho el tiro: desde que se descubre el pastel, es imposible ver la cinta sin que la sangre se hiele en cada escena.
Hay una escena en particular donde 'Sparta' me hizo sentir más incomodidad que en cualquier otra película en todos los años modernos del Zinemaldia: el profesor, después de una clase de judo, decide ducharse con los chavales. Ellos, solo con los calzoncillos puestos (mojados, claro). Él, completamente desnudo. Cualquier arrepentimiento que el profesor tenga después, cualquier intento que la película haga por perdonarle o por excusarle, vivirá tan solo en la cabeza de su director, porque no permea en absoluto.
Violencia en Rumanía
Así que, claro, cuando los padres del pequeño pueblo de Rumanía al que ha escapado se enteran de lo que está haciendo con los niños, no les queda otra que ir a perseguirle como aquellos que iban en busca del monstruo de Frankenstein. Pero a diferencia de aquel, el personaje interpretado por Georg Friedrich sí tiene culpa, y la simple insinuación de que quizá no sea tan culpable después de todo es, francamente, repugnante.
Puede que la película no muestre al profesor teniendo toqueteos sexuales con los niños, pero sí incluye varias secuencias mirando sus fotos con el torso desnudo y obsesionándose por uno de ellos: el verdadero terror de 'Sparta' es lo que no vemos pero sabemos que está ocurriendo en su mente. Y no mostrar el hecho consumado no hace a la película menos escalofriante ni a su protagonista más exonerable.
Cuando conocemos al pequeño ejército en miniatura, son niños marginalizados en una comunidad rumana repleta de violencia y en la que no tendrían ningún tipo de futuro: el poco cariño que reciben lo atesoran aunque venga de un profesor desconocido que les enseña judo y acaba fundando una especie de secta con él como líder. Por mucho que después llore, se arrepienta y se desgañite, sigue siendo un adulto pederasta usando el cuerpo de sus víctimas para su propio placer. "Desagradable" y "repugnante" son dos palabras que aquí se quedan cortas.
Pero entonces, ¿qué?
Es difícil calificar con una puntuación una película como esta. No creo que nadie pueda verla y sentir en lo más hondo de su corazón "Sí, es sin duda alguna un 7". Es una obra que no puede ni debe dejar indiferente, nacida de una dicotomía equivocada y que plantea debates nefastos, pero cuya intención provocativa cumple con creces. Cinematográficamente es potente, y el mérito técnico lo tiene, acrecentando el ambiente rural y extraño, casi oliendo la pesadumbre y la desesperación de los niños. Pero no compensa.
No sé si me ha gustado. No puedo puntuarla. Es una película con base y forma deleznables y que te harán sentir un desagrado constante, pero que al mismo tiempo te reta como público mostrando la cara más oculta de un enfermo mental que ha intentado llevar una vida normal pero claramente no está capacitado para ello. La película nunca pasa al siguiente nivel, pero eso solo la convierte en una obra aún más incómoda.
Este es cine extremo, no desde las vísceras o el gore, sino desde el plano sentimental y más doloroso. Es desagradable, sucia, repugnante, asquerosa moralmente. Está equivocada desde su base, los debates que plantea deberían ser inexistentes, y hay un grado de enfrentamiento y de violencia con el espectador, obligado a ver las acciones de un pederasta más o menos justificadas, que hacen que sea imposible verla, disfrutarla y ponerle una calificación como si fuera una de 'Star wars'. Cada cual debe sacar sus conclusiones de 'Sparta'. Personalmente, voy a intentar olvidarme de que he visto la historia de estas clases de judo sectarias. Aunque jamás pueda.
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