La mayor revelación: a este hombre, efectivamente, le gusta algo.
¿Para qué sirven, en 2022, las críticas de cine? ¿Qué valor tiene esto que estoy escribiendo ahora mismo? ¿Lo va a leer alguien? ¿Va a servir para que al menos una persona tenga interés, o reflexione, sobre esta película? ¿Seguro que vale la pena gastar párrafos en los tiempos de los gritos a cámara, las afirmaciones exageradas, los tuits inflamables y el review bombing previo al estreno de una película? A Carlos Boyero nada de esto le importa un carajo, porque es el último de su generación, el último crítico estrella, la estela de una profesión entre el vividor y el influencer que nunca volverá a sus glorias de antaño. Y sin embargo, ahí sigue. Resistiendo, aunque sea por última vez.
Litros de alcohol
Tenía miedo, antes de ver 'El crítico', de que aguaran la figura de Carlos Boyero, tan polémica siempre, convertida en meme en los últimos tiempos, para hacer un documental dedicado a exagerar y loar su personalidad y su estilo de escritura. Pero nada más lejos de la realidad: el crítico de El País es presentado como un vividor que tuvo sus buenos escarceos con la droga y el alcohol, acabó en la crítica de casualidad y ha vivido (y bebido) más que cualquiera de nosotros en cien vidas. Un crápula con tono propio y un poquillo de suerte, vaya.
Comenzando con sus tristes inicios donde no rehúye el refugio que fue el cine ante una vida donde no le estaban saliendo cartas ganadoras y a lo largo de un par de horas entretenidísimas, Boyero cuenta desde su amistad con Antonio Resines y Fernando Trueba hasta aquella vez que le echaron de la universidad por drogadicto o su agria polémica con Pedro Almodóvar. Todo ello sin evitar hablar de los amiguismos, del cansancio que le produce casi todo el cine actual (esa conversación sobre nuevo cine rumano en medio de una cena) y de sus películas favoritas. Que haberlas, haylas.
Entre los testimonios, los de gran parte del all-star de la crítica española, Nacho Vigalondo o Alex de la Iglesia: a unos les gusta el estilo directo del crítico, otros creen que es una simple pose, algunos opinan que es un vestigio del pasado envidiado por su libertad y, sobre todo, por su sueldo, y otros le desprecian por su falta de análisis y su visceralidad: indiferente no deja, eso es así. Pero al final, lo que emana de 'El crítico' es una sensación de miedo entre la crítica profesional ante un futuro en el que la reflexión y la opinión experta carecen de sentido.
De Ebert a Boyero
Siempre he sido muy fan de Roger Ebert: su descaro, la manera de escribir sin palabrejas para que todo el mundo pudiera comprender lo que pasaba por la cabeza, la manera de que entiendas su punto de vista incluso aunque no estés de acuerdo con su argumentación... De esa vieja escuela mama, probablemente sin pretenderlo, Boyero, que es consciente de que "Un peñazo insoportable" dice mucho más al lector medio que cuatro párrafos repletos de metáforas, anáforas y epítetos escritos con grandilocuente y enrevesada prosa. El documental de TCM es una biografía del crítico en la forma, pero en el fondo plantea una duda sobre el futuro de la crítica de cine: ¿Quién la lee... aparte de los propios compañeros de profesión?
Antaño, la única manera de medir el termómetro de la calle respecto a las películas de estreno eran las revistas y los periódicos, la crítica especializada, capaz de destruir blockbusters y aupar cine desconocido. Pero ese tiempo del opinador especializado como estrella ha pasado a mejor vida, y ahora influencia más un tuit viral con una escena desprovista de contexto o un vídeo pretendidamente visceral (y premeditamente destinado a arañar visitas) que cualquier crítica impresa. No es ni bueno ni malo: es el paso del tiempo. La opinión fundamentada por escrito ha muerto y ha renacido como ensayo en vídeo o hilo de Twitter, que por lo menos tienen gifs graciosos.
Ser crítico de cine en 2022 es como ser sereno en la época de las copias de llaves en cada esquina o encendedor de farolas cuando todas tienen ya luces LED. Y esto es, efectivamente, tirar piedras en mi propio tejado, pero después de ver 'El crítico' no queda otra opción que reflexionar sobre el estado de la profesión. Todos queremos creer que nuestra opinión es importante, que marcamos la diferencia, que a alguien le importa nuestra afilada reflexión sobre una película o una serie, pero no es la realidad: afirmar que a la gente de a pie le importa algo más que la nota de Rotten Tomatoes y un titular sacado de contexto es mentir. Dentro de esta vorágine, y por mucho que a algunos les (nos) chirríe, Carlos Boyero sigue siendo una pieza inamovible de este Jenga que es la prensa especializada en España.
El último cowboy
En un festival de cine como el de San Sebastián, donde todos estamos atentos a un hashtag, una entrevista online, una story o llevamos el portátil a cuestas para escribir donde podamos, es curiosa la presencia de un hombre que no tiene Internet, no sabe sacarse las entradas sin ayuda y contesta a las preguntas de los lectores con la mayor mala baba posible a viva voz, con alguien transcribiendo sus palabras llenas de inquina (y cierta sabiduría). Hay una que se destaca en el documental, sobre una posible reunión con Carlos Pumares, que no tiene nada que envidiar a cualquier one-liner de vuestro monólogo favorito.
La vida de Boyero y la reflexión sobre la crítica, con el propio festival de San Sebastián como telón de fondo y la eterna promesa del crítico de retirarse ahora sí que sí. De hecho, su último artículo fue del 18 de septiembre, sobre la muerte de Godard, al que dedica ya en el titular los epítetos "infinito tedio, irritación e incomprensión". Este artículo, como el documental, supone el último viaje de un cowboy sin destino, que ha perdido a sus amigos por el camino y solo queda él, entrando en el Saloon y exaltando con sus frases temibles y matadoras a los nuevos chicos de ciudad. En cierto sentido, Carlos Boyero se representa aquí como el último de una estirpe... y no está falto de razón.
No sé si la crítica de cine se encamina hacia al abismo o hacia la evolución, si algún día los titulares o las estrellitas del demonio dejarán de ser la parte más importante de un análisis o si, cuando se nos pase la novedad, nos dejarán de importar los tomates podridos y las recopilaciones absurdas de Metacritic. Lo que está claro es que mientras sigan existiendo documentales como 'El crítico', que nos recuerden que la crítica también puede ser un arte (o, en el caso de Boyero, un desahogo emocional), seguirá teniendo sentido. No tanto como un vídeo titulado "¿¡Disney WOKE!? ¡La nueva Sirenita!", pero algo es algo.
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